—Entiendo —dije con lentitud— Me propuso matrimonio como soborno, para que no dijera nada. Y yo creí que era porque no podía vivir sin mí. ¿Qué clase de matrimonio fue?
—Por su parte, para protección, para evitar que se le acusara de asesinato; por la tuya, una mansión de la que siempre ansiaste ser el ama. Tuviste un gran sueño, Kerensa, y por él pagaste caro.
Al saber esto me sentí aturdida. Mi vida parecía tener otro sentido. El azar la había moldeado tanto como mis propios tejemanejes, y Hetty Pengaster, a quien yo siempre había menospreciado, había cumplido un papel tan importante como yo. Y Johnny no me había deseado con tanta desesperación a mí: sólo mi silencio.
—Jamás me dijiste nada, abuelita —dije, casi en tono de reproche.
—Después de que te casaste, no… ¿De qué habría servido? Y cuando anunciaste que tendrías un hijo, supe que había hecho bien al guardar silencio.
—Fue horrible —me estremecí—. Johnny creyó que yo exigía el matrimonio á cambio de mi silencio… De haberlo sabido, nunca me habría casado con él.
—¿Ni siquiera por el nombre de Saint Larston, preciosa?
Nos miramos y respondí sinceramente, como siempre lo hacía con abuelita.
—En esa época yo habría hecho cualquier cosa por el nombre de Saint Larston.
—Fue una lección que debías aprender, nieta mía. Tal vez ya la hayas aprendido. Tal vez sepas que se puede hallar tanta felicidad dentro de cuatro paredes de barro como en una mansión. Si lo aprendiste, no importa mucho lo que hayas tenido que pagar por la lección. Y ahora puedes empezar de nuevo.
—¿Será posible?
Ella asintió con un movimiento de cabeza.
—Sí, escucha… Johnny no quería abrir la mina, y Saul Cundy estaba decidido a que lo hiciera. Saul quería averiguar si había estaño en la mina. Iba a bajar para averiguarlo, y así lo hizo. Pero encontró también a Hetty. Habrá sabido por qué estaba ella allí abajo, y habrá sabido también que Johnny era el culpable, pues habría oído murmuraciones. Y Johnny que se marchó y se casó contigo el día en que ella desapareció… bueno, es algo que habla por sí mismo.
Contuve el aliento.
—¿Crees que Saul asesinó a Johnny debido a lo que encontró en la mina?
—Eso no puedo saberlo, pues no lo vi. Pero Saul no dijo nada de haber encontrado a Hetty, y yo sé que ella estaba allí abajo. ¿Por qué Saul no dijo que la había encontrado allí? Porque era un hombre que nació odiando a la gente acomodada y estaba resuelto a que Johnny pagara su culpa. Johnny podía negar a los trabajadores el derecho a ganarse la vida; Johnny podía despojar a un hombre de su novia. Saul no confiaba en la ley, pues con suma frecuencia decía que había una para los ricos y otra para los pobres.
Entonces tomó la ley en su propia mano. Colijo que acechó a Johnny cuando volvía de jugar y lo mató; y ¿dónde es más probable que lo haya ocultado sino en el pozo de la mina? ¡Para hacer compañía a Hetty! Luego se fue… se marchó a Saint Agnes… lejos de Saint Larston.
—Es una terrible historia, abuelita.
—Fue una amarga lección, pero siempre tuviste que aprender tú misma las lecciones. De nada servía que yo tratase de enseñarte. Encuentra a tu hombre, Kerensa; ámalo como yo amé a mi Pedro, dale hijos… y no te importe si vives en una mansión o en una cabaña con paredes de arcilla y paja. La felicidad no pregunta quién eres antes de sentarse a tu mesa. Viene y se sienta con quienes saben darle la bienvenida y tenerla como huésped gustoso. Esto ha terminado, cariño mío, y ahora me voy contenta. Todo se presenta bien para ti. He visto en tus ojos amor por un hombre, Kerensa. He visto amor por mí, amor por Joe, amor por Carlyon, y ahora por un hombre. Es mucho amor para darlo una persona, preciosa. Pero Joe tiene su propia vida por construir, y lo mismo la tendrá Carlyon algún día; y yo no puedo estar contigo eternamente. Por eso me alegro de que haya un hombre a quien ames, y ahora me iré contenta…
—No hables de irte, abuelita. No debes morir. ¿Crees acaso que alguna vez podré prescindir de ti?
—Es bueno oírlo, mi dulce nietita, pero si creyera que es cierto me entristecería. Prescindirás de mí, porque el hombre a quien amas estará a tu lado y crecerás en amor y sabiduría. Paz y amor… eso significa nuestro nombre, muchacha; también es el significado de la buena vida. Has madurado, hija mía. No buscas lo que no te conviene. Ama y sé feliz… es tiempo de qué llegues a eso. La mujer que hoy eres no es la misma que eras ayer. Conviene que lo recuerdes. Nunca llores el pasado. Nunca digas que fue una tragedia. Di que fue experiencia. Gracias a eso soy lo que soy ahora… y tanto mejor, porque pasé a través del fuego.
—Haz abrir la mina, niña. Allí lo encontrarás. De eso estoy segura. A él y a Hetty. Se reavivará el viejo escándalo, pero eso es mejor que estar atada toda tu vida a un hombre desaparecido.
—Lo haré abuelita —respondí. Pero en ese momento se me ocurrió algo que me hizo contener el aliento de horror. Abuelita me miraba esperando; exclamé:
—No puedo hacerlo. Está Carlyon…
—¿Qué pasa con Carlyon?
—¿No te das cuenta? Dirían que es el hijo de un asesino.
Abuelita guardó silencio un rato. Después dijo:
—Tienes razón, eso no conviene. Es algo que arrojaría una sombra sobre él durante toda su vida… Pero ¿y tú, querida mía? Entonces ¿nunca estarás libre para casarte?
Parecía una elección entre Kim y Carlyon; pero yo conocía la índole sensible y tierna de Carlyon y jamás permitiría que se le llamara hijo de un asesino.
Abuelita empezó a decir con lentitud:
—Hay una salida, Kerensa. Se me está ocurriendo. Ya no podrán saber cuándo murió Hetty. Si bajaran a la mina la encontrarían allí… y también a Johnny. Colijo que Saul Cundy mató a Johnny, y colijo que Saul se encuentra ya a kilómetros de distancia. Deja estar las cosas un tiempo; después haz abrir la mina. Todavía vienen muchos a verme. Difundiré la versión de que Hetty volvió y se la ha visto. Qué tal si Johnny iba a Plymouth para ver a Hetty, Saul lo descubrió… y los sorprendió. Bueno, él sabía que no había estaño en la mina, ¿por qué no iba a matarlos y esconder allá abajo sus cuerpos?
Yo la miraba con incredulidad, pensando: "Haces que la vida vaya adonde quieres…" Ese era su credo. Y bien, ¿por qué no?
Parecía más vital que en mucho tiempo. Todavía no estaba lista para morir, al menos mientras me pudiera ser útil. ¡Cuánto la quería yo! ¡Cómo confiaba en ella! Cuando estaba con ella, me hacía sentir que todo era posible.
—Abuelita, no creo que Johnny haya asesinado a Hetty. Fue un accidente —dije con firmeza.
—Fue un accidente —repitió ella, tranquilizadora. Me comprendía; el padre de Carlyon no debía ser un asesino.
Tampoco debía ser sospechoso de asesinato.
Era como en otros tiempos. Nos dábamos fuerzas mutuamente.. Yo sabía que iba a ser libre, y al mismo tiempo nos aseguraríamos de que no había peligro de que la mácula del crimen tocase a Carlyon.
* * *
Aguardamos un mes. En ese lapso hice un viaje a Saint Agnes, para ver si lograba averiguar algo respecto de Saul Cundy. No se encontraba allí; supe que había estado en ese lugar algunos días, aunque no para trabajar. Se creía que él y su familia se habían ido para siempre del país, ya que habían desaparecido completamente sin que nadie supiese adonde habían ido.
Este era un triunfo, en verdad. Volví y se lo dije a abuelita.
—No esperes más —me dijo ésta—. No eres de las que esperan. No me queda mucho tiempo y quisiera verte tranquila antes de morir.