—Criándonos como ganado —señaló Nafai.
—No seas irreverente —le regañó Luet.
—No seas demasiado reverente —bufó Nafai—. Dudo que la programación original del Alma Suprema le ordenara comenzar un programa de crianza con los humanos de Armonía.
—Sé que tienes razón —asintió Luet—, que el Alma Suprema es un ordenador creado en los albores de nuestro mundo para cuidar a los seres humanos e impedir que se destruyan entre sí, pero en mi corazón aún la considero una mujer, la Madre del Lago.
—Mujer o máquina, ahora tiene sus propios propósitos, y éste no me convence —dijo Nafai—. Acepto que nos reúna para emprender un viaje a la Tierra, y me alegra. Es una empresa gloriosa. Pero este asunto de la crianza… Mis padres copulando con una oveja y un carnero para conservar la pureza del linaje…
—Pero ellos se quieren —señaló Luet.
Nafai tendió una mano y le cogió los dedos tiernamente.
—Lutya, se quieren, como nosotros nos queremos. Pero nosotros hemos actuado voluntariamente, conociendo el propósito del Alma Suprema y aceptándolo. ¿Qué otros planes ha trazado el Alma Suprema, de los cuales aún no sabemos nada?
—El Alma Suprema me ha contado esto porque se lo pedí —apuntó Hushidh—. Si es un ordenador, como tú dices, y creo en tus palabras, tal vez no pueda contarnos lo que aún no hemos preguntado.
—Entonces debemos preguntar. Debemos saber qué se propone ella… mejor dicho, él —dijo Nafai.
Esta confusión causó gracia a Luet, pero no se rió. Hushidh, que no era la leal esposa de Nafai, no pudo contener una protesta.
—Al margen de lo que pensemos del Alma Suprema —prosiguió pacientemente Nafai—, debemos preguntar. Qué significa la presencia de Moozh, por ejemplo. ¿También debemos llevarlo al desierto? ¿Para eso fue traído aquí? ¿Y qué significan esas extrañas criaturas, los ángeles y las ratas? El Alma Suprema debe decírnoslo.
—Todavía pienso que las ratas y los ángeles aparecieron en mi visión porque Lutya soñó con ellos y me los mencionó. Era un modo de dar forma a mis miedos —dijo Hushidh.
—¿Pero por qué aparecieron en el sueño de Lutya? —preguntó Nafai—. Ella no les temía.
—En mi sueño las ratas no eran terribles ni peligrosas —añadió Luet—. Eran sólo ratas. Viviendo sus vidas. En mi sueño no se relacionaban con los seres humanos.
—Basta de conjeturas —dijo Nafai—. Vamos a preguntárselo al Alma Suprema.
Nunca lo habían hecho antes. Los hombres y las mujeres no rezaban juntos en los rituales de Basílica. Los hombres oraban con sangre y agua en el templo, o en sus casas particulares, y las mujeres oraban en las aguas del lago, o en sus casas particulares. Así que sentían timidez e incertidumbre. Nafai tendió los brazos hacia Hushidh y Luet, y las dos le cogieron las manos.
—Yo hablo con el Alma Suprema en silencio —dijo Nafai—. En mi interior.
—También yo, aunque a veces lo hago en voz alta. ¿Tú no? —preguntó Luet.
—Lo mismo que yo —asintió Hushidh—. Luet, habla en nombre de todos.
Luet sacudió la cabeza.
—Fuiste tú quien ha tenido el sueño esta noche, Hushidh. El Alma Suprema se dirigía a ti. Hushidh se estremeció.
—¿Y si vuelve el sueño maligno?
—No importa quién hable —adujo Nafai—, mientras todos formulemos la misma pregunta en nuestro corazón. Padre, Issib y yo hablamos fácilmente con el Alma Suprema, cuando tenemos el índice, haciendo preguntas y recibiendo respuestas como si habláramos con el ordenador de la escuela. Haremos lo mismo aquí.
—No tenemos el índice —señaló Luet.
—No, pero estamos unidos al Alma Suprema con hebras de oro y plata —dijo Nafai, mirando de soslayo a Hushidh—. Eso debería bastar, ¿verdad?
—Entonces habla en nombre de todos, Luet —pidió Hushidh.
Así que Luet hizo las preguntas, expresó en voz alta sus preocupaciones y las de Nafai, y el terror que Hushidh había experimentado. La primera respuesta fue para esa pregunta.
No lo sé, dijo el Alma Suprema. Luet guardó silencio, sorprendida.
—¿Habéis oído lo mismo que yo? —preguntó Nafai.
Como no sabían qué había oído Nafai, nadie pudo responder. Hasta que Hushidh se atrevió a decir lo que había oído en su interior.
—Ella no sabe —susurró.
Nafai les cogió las manos con más fuerza y le habló al Alma Suprema, en nombre de los tres.
—¿Qué es lo que no sabes?
Yo envié el sueño de las hebras de oro y plata, dijo el Alma Suprema. Envié el sueño de Issib y sus hijos ante la tienda. Pero no era mi intención que vieras al general. Yo no te mostré al general.
—¿Y las ratas? —preguntó Hushidh.
—¿Y los ángeles?—añadió Luet.
No sé de dónde vienen ni qué significan.
—Ya —dijo Hushidh—. Fue sólo un extraño sueño tuyo, Luet. Como me lo contaste, yo lo recordé, eso es todo.
¡No!
Era como si el Alma Suprema le hubiera gritado en la mente, y Hushidh tembló.
—¿Entonces, qué? —exclamó Hushidh—. Si no sabes de dónde procede, ¿cómo sabes que no es un sueño común? Porque el general también lo tuvo. Se miraron atónitos.
—¿El general Moozh?
En la mente de Hushidh se formó la imagen fugaz de un hombre con una criatura voladora en el hombro, y una rata gigante aferrada a su pierna. Humanos, ratas y ángeles se aproximaban para tocarlos a los tres y adorarlos.
La imagen se disipó tan repentinamente como antes había surgido.
—¿El general tuvo este sueño? —preguntó Hushidh. Sí, hace semanas. Antes que vosotras soñarais con estas criaturas.
—Entonces, somos tres —dijo Luet—. Somos tres, y ni siquiera conocemos al general, pero todos hemos soñado con estas criaturas. El vio adoración, yo vi arte, tú viste guerra, Hushidh, guerra y salvación.
—Si no vino de ti, Alma Suprema —dijo Nafai ávidamente, cogiéndoles las manos con fuerza—, ¿de dónde pudo proceder semejante sueño?
No lo sé.
—¿Existe otro ordenador? —preguntó Hushidh. No aquí. No en Armonía.
—Tal vez tú no lo sabes —sugirió Nafai. Lo habría sabido.
—Entonces, ¿por qué tenemos estos sueños? —preguntó Nafai.
Esperaron, pero no obtuvieron respuesta. Y luego hubo una respuesta, pero una que no deseaban.
Tengo miedo, dijo el Alma Suprema.
Hushidh volvió a asustarse, y aferró la mano de su hermana y la mano de Nafai.
—Odio esto —se lamentó—. Odio esto. No quería saberlo.
Tengo miedo, dijo el Alma Suprema con toda claridad. Tengo miedo, pues miedo es para mí el nombre de la incertidumbre, de una imposibilidad que no obstante es real. Pero también tengo esperanza, que es otro nombre para lo imposible que puede convertirse en realidad. Tengo la esperanza de que el sueño provenga del Guardián de la Tierra. Que a través de los años luz el Guardián de la Tierra se esté comunicando con nosotros.
—¿Quién es el Guardián de la Tierra? —preguntó Hushidh.
—El Alma Suprema lo ha mencionado antes —dijo Nafai—. No está del todo claro, pero creo que es un ordenador que fue designado Guardián de la Tierra cuando nuestros antepasados se marcharon hace cuarenta millones de años.
No es un ordenador, replicó el Alma Suprema.
—¿Qué es, entonces? —preguntó Nafai. No es una máquina.
—¿Qué es? Está vivo.
—¿Qué ser podría estar vivo después de tantos años?
El Guardián de la Tierra. Nos llama. Os llama a vosotros. Tal vez mi deseo de llevaros de regreso a la Tierra también sea un sueño del Guardián. Yo también he sentido confusión, y no sabía qué hacer, y luego se me ocurrieron ciertas ideas. Supuse que eran producto de las rutinas aleatorias. Pensé que provenían de mi programación. Pero si vosotros y Moozh tenéis extraños sueños con criaturas desconocidas en este mundo, tal vez yo también tenga sueños que no fueron programados, que no proceden de este planeta.