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MACERO.- ¡No lo digo por eso, que lo sois, voto a mí, pecador! Señora, esta tierra tiene una condición: que quien toma placer poco o asaz, vive mucho, y por el contrario. Así que quiero decir que lo que se debe, este señor y yo lo pagaremos, y tomá por placer; y aunque sea descortesía, con licencia y seguridad me perdonará.

LOZANA.- ¿Así lo hacéis? Más vale ese beso que la medalla que traes en la gorra.

MACERO.- ¡Por mi vida, señora! ¿Súpoos bien?

LOZANA.- Señor, es beso de caballero, y no podía ser sino sabroso.

MACERO.- Pues, señora, servíos de la medalla y de la gorra, por mi amor. Y por vida de vuestra merced, que os dice bien; no en balde os decís la Lozana, que todo os está bien. Señora, dad licencia a vuestro criado que se vaya con este señor, mi amo, y me enviará otra con que me vaya.

LOZANA.- Vuestra merced puede mandar como de suyo. Vaya donde mandare.

VALIJERO.- Señora, ¿manda vuestra merced que venga con mi valija?

LOZANA.- Señor, según la valija.

VALIJERO.- Señora, llena, y vendré a la noche.

LOZANA.- Señor, venid que antorcha hay para que os veáis.

VALIJERO.- Beso las manos de vuestra merced. Vení vos, hermano, que lo manda su merced.

RAMPÍN.- Sí haré; comience a caminar.

VALIJERO.- Decime, hermano, ¿esta señora tiene ninguno que haga por ella?

RAMPÍN.- Señor, no.

VALIJERO.- Pues, ¿quién la trajo?

RAMPÍN.- Viene a pleitear ciertos dineros que le deben.

VALIJERO.- Si así es, bien es. Tomá y llevadle esta gorra de grana a aquel caballero, y decí a la señora que cene esto por amor de mí, que sé que le sabrán bien, que son empanadas.

RAMPÍN.- Señor, sí; más estimará esto que si fuera otra cosa, porque es gran comedora de pescado.

VALIJERO.- Por eso, mejor, que yo enviaré el vino, y será de lo que bebe su señoría.

RAMPÍN.- Señor, sí.

MACERO.- Señora, a la puerta llaman.

LOZANA.- Señor, mi criado es.

MACERO.- Pues esperá. Entra y cierra.

RAMPÍN.- Señor, sí.

MACERO.- Señora, yo me parto, aunque no quisiera.

LOZANA.- Señor, acá queda metido en mi ánima. Hadraga, ¿qué traéis?

RAMPÍN.- ¡Maravillas, voto a mí! Y mirá qué gato soriano que hallé en el camino, si podía ser más bello.

LOZANA.- ¡Parece que es hembra!

RAMPÍN.- No es, sino que está castrado.

LOZANA.- ¿Y cómo lo tomaste?

RAMPÍN.- Eché la capa, y él estuvo quedo.

LOZANA.- Pues hacé vos así siempre, que henchiremos la casa a tuerto y a derecho. Eso me place, que sois hombre de la vida y no venís vacío a casa. Mirá quién llama y, si es el de la valija, entre, y vos dormiréis arriba, sobre el ajuar de la frontera.

RAMPÍN.- No curéis, que a todo me hallaréis, salvo a poco pan.

LOZANA.- Vuestra merced sea el «bienvenido, como agua por mayo».

VALIJERO.- Señora, ¿habéis cenado?

LOZANA.- Señor, sí; todas dos empanadas que me envió vuestra merced comí.

VALIJERO.- Pues yo me querría entrar, si vuestra merced manda.

LOZANA.- Señor, y aun salir cuando quisiere. Daca el aguapiés. Muda aquellas sábanas. Toma esa cabellera. Dale el escofia. Descalza a su merced. Sírvelo, que lo merece porque te dé la bienandada.

RAMPÍN.- Sí, sí, dejá hacer a mí.

Mamotreto XX

Las preguntas que hizo la Lozana aquella noche al valijero, y cómo la informó de lo que sabía

LOZANA.- Mi señor, ¿dormís?

VALIJERO.- Señora, no; que pienso que estoy en aquel mundo donde no tenemos necesidad de dormir ni de comer ni de vestir, sino estar en gloria.

LOZANA.- Por vida de vuestra merced, que me diga: ¿qué vida tienen en esta tierra las mujeres amancebadas?

VALIJERO.- Señora, en esta tierra no se habla de amancebadas ni de abarraganadas; aquí son cortesanas ricas y pobres.

LOZANA.- ¿Qué quiere decir cortesanas ricas y pobres? ¿Putas del partido o mundarias?

VALIJERO.- Todas son putas; esa diferencia no os sabré decir, salvo que hay putas de natura y putas usadas, de puerta herrada, y putas de celosía, y putas de empanada.

LOZANA.- Señor, si lo supiera, no comiera las empanadas que me enviaste, por no ser de empanada.

VALIJERO.- No se dice por eso, sino porque tienen encerados a las ventanas, y es de más reputación. Hay otras que ponen tapetes y están más altas; éstas muéstranse todas, y son más festejadas de galanes.

LOZANA.- Quizá no hay mujer en Roma que sea estada más festejada que yo, y querría saber el modo y manera que tienen en esta tierra para saber escoger lo mejor, y vivir más honesto que pudiese con lo mío, que no hay tal ave como la que dicen «ave del tuyo, y quien le hace la jaula fuerte, no se le va ni se le pierde».

VALIJERO.- Pues déjame acabar, que quizá en Roma no podríais encontrar con hombre que mejor sepa el modo de cuántas putas hay, con manta o sin manta. Mirá, hay putas graciosas más que hermosas, y putas que son putas antes que muchachas. Hay putas apasionadas, putas estregadas, afeitadas, putas esclarecidas, putas reputadas, reprobadas. Hay putas mozárabes de Zocodover, putas carcaveras. Hay putas de cabo de ronda, putas ursinas, putas güelfas, gibelinas, putas injuínas, putas de Rapalo rapaínas. Hay putas de simiente, putas de botón griñimón, nocturnas, diurnas, putas de cintura y marca mayor. Hay putas orilladas, bigarradas, putas combatidas, vencidas y no acabadas, putas devotas y reprochadas de Oriente a Poniente y Septentrión; putas convertidas, arrepentidas, putas viejas, lavanderas porfiadas, que siempre han quince años como Elena; putas meridianas, occidentales, putas máscaras enmascaradas, putas trincadas, putas calladas, putas antes de su madre y después de su tía, putas de subientes e descendientes, putas con virgo, putas sin virgo, putas el día del domingo, putas que guardan el sábado hasta que han jabonado, putas feriales, putas a la candela, putas reformadas, putas jaqueadas, travestidas, formadas, estrionas de Tesalia. Putas avispadas, putas terceronas, aseadas, apuradas, gloriosas, putas buenas y putas malas, y malas putas. Putas enteresales, putas secretas y públicas, putas jubiladas, putas casadas, reputadas, putas beatas, y beatas putas, putas mozas, putas viejas, y viejas putas de trintín y botín. Putas alcagüetas, y alcahuetas putas, putas modernas, machuchas, inmortales, y otras que se retraen a buen vivir en burdeles secretos y públiques honestos que tornan de principio a su menester.

LOZANA.- Señor, esas putas, reiteradas me parecen.

VALIJERO.- Señora, ¿y latín sabéis? Reitero, reiteras, por tornároslo a hacer otra vez.

LOZANA.- Razón tiene vuestra merced, que ahora dio las siete.

VALIJERO.- Tené punto, señora, que con ésta serán ocho, que yo tornaré al tema donde quedamos.

LOZANA.- Decime, señor, ¿hay casadas que sean buenas?

VALIJERO.- Quien sí, quien no; y ese es bocado caro y sabroso y costoso y peligroso.

LOZANA.- Verdad es que todo lo que se hace a hurtadillas sabe mejor.

VALIJERO.- Mirá, señora, habéis de notar que en esta tierra a todas sabe bien, y a nadie no amarga, y es tanta la libertad que tienen las mujeres, que ellas los buscan; llaman, porque se les rompió el velo de la honestidad, de manera que son putas y rufianas.

LOZANA.- ¿Y qué quiere decir rufianas? ¿Rameras, o cosa que lo valga?

VALIJERO.- Alcagüetas, si no lo habéis por enojo.

LOZANA.- ¿Cómo, que no hay alcagüetas en esta tierra?

VALIJERO.- Sí hay, mas ellas mismas se lo son las que no tienen madre o tía, o amiga muy amiga, o que no alcanzan para pagar las rufianas; porque, las que lo son, son muy taimadas, y no se contentan con comer, y la parte de lo que hacen haber, sino que quieren el todo y ser ellas cabalgadas primero.