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LOZANA.- Eso, del todo no entiendo.

VALIJERO.- Yo os diré. Si les dan un ducado que les lleven a las que se han de echar con ellos, dicen las rufianas: «El medio es para mí, por su parte de él. ¿Y vos no me habéis de pagar, que os he habido un hombre de bien, de quien podéis vos sacar cuanto quisiereis? Amiga, yo no quiero avergonzar mis canas sin premio. ¿Y como os lo he habido para vos? ¡Si yo lo llevara a una que siempre me añade! ¡En mi seso estaba yo cuando no me quería empachar con pobres! ¡Esta y nunca más!» De manera que, como pueden ellas a los principios impedir, han paciencia las pobretas, y se excusan el posible si pueden hacer sin ellas.

LOZANA.- Señor, mirá: para mujer, muy mejor es por mano de otra que de otra manera, porque pierde la vergüenza, y da más autoridad que cuantas empanadas hay o enceradas, como vos decís.

VALIJERO.- Señora, no os enojéis; que sean emplumadas cuantas aquí hay, por vuestro servicio, y quien desea tal oficio.

Mamotreto XXI

Otra pregunta que hace la Lozana al valijero cuando se levanta

LOZANA.- Decime, señor, esas putas o cortesanas o como las llamáis, ¿son todas de esta tierra?

VALIJERO.- Señora, no; hay de todas las naciones: hay españolas castellanas, vizcaínas, montañesas, galicianas, asturianas, toledanas, andaluzas, granadinas, portuguesas, navarras, catalanas y valencianas, aragonesas, mallorquinas, sardas, corzas, cecilianas, napolitanas, brucesas, pullesas, calabresas, romanescas, aquilanas, senesas, florentinas, pisanas, luquesas, boloñesas, venecianas, milanesas, lombardas, ferraresas, modonesas, brecianas, mantuanas, raveñanas, pesauranas, urbinesas, paduanas, veronesas, vicentinas, perusinas, novaresas, cremonesas, alejandrinas, vercelesas, bergamascas, trevisanas, piedemontesas, savoyanas, provenzanas, bretonas, gasconas, francesas, borgoñonas, inglesas, flamencas, tudescas, esclavonas y albanesas, candiotas, bohemias, húngaras, polacas, tramontanas y griegas.

LOZANA.- Ginovesas os olvidáis.

VALIJERO.- Esas, señora, sonlo en su tierra, que aquí son esclavas o vestidas a la ginovesa por cualque respeto.

LOZANA.- ¿Y malaguesas?

VALIJERO.- Todas son malignas y de mala digestión.

LOZANA.- Dígame, señor, y todas éstas, ¿cómo viven y de qué?

VALIJERO.- Yo os diré, señora: tienen sus modos y maneras, que sacan a cada uno lo dulce y lo amargo. Las que son ricas, no les falta qué expender y qué guardar. Y las medianas tienen uno aposta que mantiene la tela, y otras que tienen dos, el uno paga y el otro no escota; y quien tiene tres, el uno paga la casa y el otro la viste, y el otro hace la despensa, y ella labra. Y hay otras que no tienen sino día e vito, y otras que lo ganan a heñir, y otras que comen y escotan, y otras que les parece que el tiempo pasado fue mejor. Hay entre ellas quien tiene seso y quien no lo tiene; y saben guardar lo que tienen, y éstas son las que van entre las que son ricas, y otras que guardan tanto que hacen ricos a muchos; y quien poco tiene hace largo testamento, y por abreviar cuando vaya al campo final, dando su postrimería al arte militar, por pelear y tirar a terrero; y otras que a la vejez viven a Ripa. Y esto causan tres extremos que toman cuando son novicias, y es que no quieren casa si no es grande y pintada de fuera, y como vienen, luego se mudan los nombres con cognombres altivos y de gran sonido, como son: la Esquivela, la Cesarina, la Imperia, la Delfina, la Flaminia, la Borbona, la Lutreca, la Franquilana, la Pantasilea, la Mayorina, la Tabordana, la Pandolfa, la Dorotea, la Orificia, la Oropesa, la Semidama y Doña Tal, y Doña Andriana, y así discurren mostrando por sus apellidos el precio de su labor; la tercera, que por no ser sin reputa, no abren público a los que tienen por oficio andar a pie.

LOZANA.- Señor, «aunque el decidor sea necio, el escuchador sea cuerdo». ¿Todas tienen sus amigos de su nación?

VALIJERO.- Señora, al principio y al medio, cada una le toma como le viene; al último, francés, porque no las deja hasta la muerte.

LOZANA.- ¿Qué quiere decir que vienen tantas a ser putas a Roma?

VALIJERO.- Vienen al sabor y al olor. De Alemania son traídas y de Francia son venidas. Las dueñas de España vienen en romeraje, y de Italia vienen con carruaje.

LOZANA.- ¿Cuáles son las más buenas de bondad?

VALIJERO.- ¡Oh, las españolas son las mejores y las más perfectas!

LOZANA.- Así lo creo yo, que no hay en el mundo tal mujeriego.

VALIJERO.- Cuanto son allá de buenas son acá de mejores.

LOZANA.- ¿Habrá diez españolas en toda Roma que sean malas de su cuerpo?

VALIJERO.- Señora, catorce mil buenas, que han pagado pontaje en el golfo de León.

LOZANA.- ¿A qué vinieron?

VALIJERO.- Por hombres para conserva.

LOZANA.- ¿Con quién vinieron?

VALIJERO.- Con sus madres y parientas.

LOZANA.- ¿Dónde están?

VALIJERO.- En Campo Santo.

Mamotreto XXII

Cómo se despide el valijero, y desciende su criado, y duermen hasta que vino Trigo

VALIJERO.- Mi vida, dame licencia.

LOZANA.- Mi señor, no me lo mandéis, que no quiero que de mí se parta tal contenteza.

VALIJERO.- Señora, es tarde, y mi oficio causa que me parta y quede aquí sempiterno servidor de vuestro merecimiento.

LOZANA.- Por mi amor, que salga pasico y cierre la puerta.

VALIJERO.- Si haré, y besaros de buena gana.

LOZANA.- Soy suya.

VALIJERO.- Mirá, hermano, abrime y guardá bien a vuestra ama, que duerme.

RAMPÍN.- Señor, sí, andá norabuena.

LOZANA.- ¡A tu tía esa zampoña!

RAMPÍN.- ¿Os ha pagado?

LOZANA.- ¿Y pues? Siete buenas y dos alevosas, con que me gané estas ajorcas.

RAMPÍN.- Bueno si durase.

LOZANA.- Mirá, dolorido, que de aquí adelante, que «sé cómo se baten las calderas», no quiero de noche que ninguno duerma conmigo sino vos, y de día, comer de todo, y de esta manera engordaré, y vos procurá de arcarme la lana si queréis que teja cintas de cuero. Andá, entrá y empleá vuestra garrocha. Entrá en coso, que yo os veo que venís «como estudiante que durmió en duro, que contaba las estrellas».

RAMPÍN.- ¿Y vos qué parecéis?

LOZANA.- ¡Dilo, tú, por mi vida!

RAMPÍN.- Parecéis barqueta sobre las ondas con mal tiempo.

LOZANA. – «¡A la par, a la par, lleguemos a Jódar!» Duérmete y callemos, que sendas nos tenemos. Parece que siento la puerta, ¿quién será?

RAMPÍN.- Trigo es, por vida del Dío.

LOZANA.- Andá, abridle.

TRIGO.- ¿Cómo os va, señora? ¡Que yo mi parte tengo del trabajo!

RAMPÍN.- No curéis, que de aquí a poco no os habremos menester, que ya sabe ella más que todos.

TRIGO.- Por el Dío, que un fraile me prometió de venirla a ver, y es procurador del convento, y sale de noche con cabellera. Y mirá que os proveerá a la mañana de pan e vino y a la noche de carne y las otras cosas; todo lo toma a taja, y no le cuesta sino que vos vais al horno y al regatón y al carnicero, y así de las otras cosas, salvo de la fruta.

LOZANA.- No curéis, hacedlo vos venir, que aquí le sabremos dar la manera. Fraile o qué, venga, que mejor a él que a Salomón enfrenaré, pues de esos me echá vos por las manos, que no hay cosa tan sabrosa como comer de limosna.

TRIGO.- Señora, yo os he hallado una casa de una señora rica que es estada cortesana, y ahora no tiene sino dos señores que la tienen a su posta, y es servida de esclavas como una reina, que está parida y busca una compañía que le gobierne su casa.

LOZANA.- ¿Y dónde mora?

TRIGO.- Allá, detrás de Bancos. Si vais allá esta tarde, mirá que es una casa nueva pintada y dos celosías y tres encerados.

LOZANA.- Sí haré, por conocer y experimentar, y también por comer a espesas de otra que, como dicen, «¿quién te enriqueció?: quien te gobernó».