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AUTOR.- De vuestras camisas o pasteles nos mostráis, señora, y máxime si son de manos de esa hermosa.

LOZANA.- ¡Por mi vida, que tiene vuestra merced lindos ojos! Y ese otro señor me parece conocer, y no sé dónde lo vi. ¡Ya, ya, por mi vida que lo conozco! ¡Ay, señora Silvana, por vida de vuestros hijos que lo conozco! Está con un mi señor milanés. Pues decid a vuestro amo que me ha de ser compadre cuando me empreñe.

AUTOR.- Cuanto más si lo estáis, señora.

LOZANA.- ¡Ay, señor, no lo digáis, que soy más casta que es menester!

AUTOR.- Andá, señora, crecé y multiplicá, que llevéis algo del mundo.

LOZANA.- Señor, no hallo quien diga qué tienes ahí.

AUTOR.- ¡Pues, voto a mí, que no se os parece!

LOZANA.- Mas antes sí, que así gocéis de vos, que engordo sin verde.

AUTOR.- Cada día sería verde si por ahí tiráis. Señora, suplícole me diga si es ésta su posada.

LOZANA.- Señor, no, sino que soy venida aquí, que su nuera de esta señora está de parto, y querría hacer que, como eche las pares, me las venda, para poner aquí a la vellutera y darle ha cualque cosa para ayudá a criar la criatura. Y la otra tiene una niña del hospital y darémosle a ganar de su amigo cien ducados, y por otra parte ganará más de trescientos, porque ha de decir que es de un gran señor que no desea otro sino hijos, y a esta señora le parece cosa extraña y no lo es. Dígaselo vuestra merced, por amor de mí, y rueguénselo que yo voy arriba.

AUTOR.- Señora, en vuestra casa podéis hacer lo que mandareis, mas a mí, mal me parece. Y mirá lo que hacéis, que esta mujer no os engañe a vos y a vuestra nuera. Porque «ni de puta buena amiga ni de estopa buena camisa»; notad: «la puta como es criada y la estopa como es hilada». Digo esto porque, como me lo ha dicho a mí, lo dirá a otra.

PASTELERA.- Señor, miráme por la botica que luego abajo.

COMPAÑERO.- ¿Qué te parece, mentía yo? ¡Por el cuerpo de sant, que no es ésta la primera que ella hace! ¡Válgala, y qué trato que trae con las manos! Parece que cuanto dice es así como ella lo dice. En mi vida espero ver otra símile. Mirá, ¿qué hará de sus pares ella cuando parirá? Esta es la que dio la posta a los otros que tomasen al puente a la Bonica, y mirá que treintón le dieron porque no quiso abrir a quien se lo dio. Y fue que, cuando se lo dieron, el postrero fue negro, y dos ducados le dieron para que se medicase, y a ésta más de diez.

AUTOR.- ¡Oh, la gran mala mujer! ¿Cómo no la azotan?

COMPAÑERO.- Callá, que desciende. Señora, ¿pues qué libráis?

LOZANA.- Señor, que quiero ir a aquella señora para que esté todo en orden, que la misma partera me las traerá.

AUTOR.- A ella y a vos habían de encorozar. Señora, ¿qué haré para que mi amiga me quiera bien?

LOZANA.- Señor, comed la salvia con vuestra amiga.

COMPAÑERO.- Señora, ¿y yo, que muero por vos?

LOZANA.- Eso sin salvia se puede hacer. No me den vuestras mercedes empacho ahora, que para eso tiempo hay, y casa tengo, que no lo tengo de hacer aquí en la calle.

COMPAÑERO.- ¡Señora, no! Mire vuestra merced: ¿qué se le cae?

LOZANA.- Ya, ya: fajadores son para jabonar.

AUTOR.- ¡Voto a Dios, que son de manleva para jabonar! No es nacida su par. ¡Mal año para caballo ligero, que tal sacomano sea! Ésta comprará oficio en Roma, que beneficio ya me parece que lo tiene curado, pues no tiene chimenea, ni tiene donde poner antojos.

COMPAÑERO.- ¡Cómo va hacendosa! Lo que saca ella de este engaño le sacaría yo si la pudiese conducir a que se echase conmigo, que ésta dará lo que tiene a un buen rufián, que fuese cordobés taimado.

AUTOR.- Callemos, que torna a salir. ¿Qué mejor rufián que ella, si por cordobés lo habéis? Por vida suya, que también se dijo ese refrán por ellas como por ellos. Si no, miradlo si se sabe dar la manera en Alcalá o en Güete. ¿Qué es aquello que trae? Demandémoselo. ¿Qué prisa es esa, señora?

LOZANA.- Señores, como no saben en esta tierra, no proveen en lo necesario, y quieren hacer la cosa y no le saben dar la maña. La parida no tiene pezones, como no parió jamás, y es menester ponerle, para que le salgan, este perrico, y negociar, por amor del padre, y después, como no tiene pezones, le pagaremos.

AUTOR.- ¡Vuestra merced es el todo, a lo que vemos! Mirá, señora, que esta tierra prueba los recién venidos, no os amaléis, que os cerrarán cuarenta días.

LOZANA.- Señor, «de lo que no habéis de comer dejadlo cocer».

AUTOR.- Y aun quemar.

SILVIO.- ¿Eso me decís? Con poco más me moriré. ¿Mas vuestra merced no será de aquellas que prometen y no atienden?

LOZANA.- Déjame pasar, por mi vida, que tengo que hacer, porque es menester que sea yo la madre de la parida, y la botillera y lo demás, porque viene la más linda y favorecida cortesana que hay en Roma por madrina, y más viene por contentarme a mí que por otra cosa, que soy yo la caja de sus secretos, y vienen dos banqueros por padrinos. Sólo por verla no os partáis, que ya viene. ¿Veisla? Pues, ¿de la fruta no tenemos? Una mesa con presuntos cochos y sobreasadas, con capones y dos pavones y un faisán, y estarnas y mil cosas. Mirad si vieseis a mi criado, que es ido a casa, y dile que trajese dos cojines vacíos para llevar fajadores y paños para dar a lavar, por meter entre medias de lo mejor, y no viene.

AUTOR.- ¿Es aquel que viene con el otro Sietecoñicos?

LOZANA.- Sí, por mi vida, y su pandero trae. Mil cantares nos dirá el bellaco. ¿Y no miráis, anillos y todo? ¡Muéranse los barberos!

SIETECOÑICOS.- Mueran por cierto, que muy quejoso vengo de vuestro criado, que no me quiso dar tanticas de blanduras.

LOZANA.- ¡Anda, que bueno vienes, borracho! Alcohol y todo. No te lo supiste poner. Calla, que yo te lo adobaré. Si te miras a un espejo, verás la una ceja más ancha que la otra.