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LOZANA.- Señor, «yo me llamo Sancho».

COMENDADOR.- ¿Qué come ese vuestro criado?

LOZANA.- Señor, lo que come el lobo.

COMENDADOR.- Eso es porque no hay patrón ni perro que lo defienda.

LOZANA.- Señor, no, sino que la oveja es mansa, y perdoname, que todo comendador, para ser natural, ha de ser portugués o galiciano.

COMENDADOR.- ¡Dola a todos los diablos, y qué labia tiene! ¡Si tuviera chimenea!

NOTARIO.- Señora Lozana, ¿así os pasáis?

LOZANA.- Señor, no miraba y voy corriendo porque mi negro criado se enoja, que no tiene dinero para gastar y se lo voy a dar, que están en mi caja seis julios y medio, que dice que quiere pagar cierta leña.

NOTARIO.- ¡Pues vení acá, peranzules! Tomá, id vos y pagá la leña, y quedaos vos aquí, que quiero que veáis una emparedada.

LOZANA.- Por vida de vuestra merced, que pasé por su casa y sospeché que no estaba allí, que suelo yo verla, y con la prisa no puse mientes. ¡Por mi vida, que la tengo de ver!

NOTARIO.- Entrá allá dentro, que está haciendo carne de membrillos.

LOZANA.- Es valenciana, y no me maravillo.

NOTARIO.- ¿Qué te parece, germaneta? La Lozana pasó por aquí y te vio.

BEATRICE.- ¿Y por qué no entró la puta moza? ¿Pensó que estaba al potro?

LOZANA.- ¡Ay, ay! ¿Así me tratáis? Más vale puta moza que puta jubilada en el públique. ¡Por vida del Señor que, si no me dais mi parte, que no haga la paz!

Mamotreto XXVIII

Cómo va la Lozana en casa de un gran señor, y pregunta si, por dicha, le querrían recibir uno de su tierra que es venido y posa en su casa

LOZANA.- Decime, señores, ¿quién tiene cargo de tomar mozo en casa de este señor?

PALAFRENERO.- ¡Voto a Dios que es vuestra merced española!

LOZANA.- Señor, sí; ¿por qué no? ¿Soy por ventura tuerta o ciega? ¿Por qué me tengo de despreciar de ser española? Muy agudillo saliste, como la hija del herrero, que peó a su padre en los cojones; tornaos a sentar.

PALAFRENERO.- Señora, tenéis razón.

ESCUDERO.- Señora, si no le pesa a vuestra merced, ¿es ella el mozo? Que todos la tomaremos.

LOZANA.- ¡Por Dios, sí, que a vos busco yo! Sé que no soy lecho que me tengo de alquilar.

BADAJO.- No lo digo por tanto, sino porque no veo venir ninguno con vuestra merced. Pensé que queríais vos, señora, tomarme a mí por vuestro servidor.

LOZANA.- Déjese de eso, y respóndame a lo que demando.

OTRO.- Señora, el maestro de stala lo tomará, que lo ha menester.

LOZANA.- Señor, por su vida, que me lo muestre.

BADAJO.- Señora, ahora cabalgo; si lo quiere esperar, éntrese aquí y hará colación.

LOZANA.- Señor, merced me hará que, cuando venga ese señor, me lo envíe a mi casa y allí verá el mozo si le agradare, que es un valiente mancebo, y es estado toda su vida rufián, que aquí ha traído dos mujeres, una de Écija y otra de Niebla; ya las ha puesto a ganar.

OTRO.- ¿Dónde, señora? ¿En vuestra casa?

LOZANA.- Señor, no, mas ahí junto.

EL SEÑOR DE LA CASA (dice:) ¿Quién es esta mujer?, ¿qué busca?

ESCUDERO.- Monseñor, no sé quién es; ya se lo quería demandar.

MONSEÑOR.- Etatem habet?

LOZANA.- Monseñor, soy buena hidalga y llámome la Lozana.

MONSEÑOR.- Sea norabuena. ¿Sois de nuestra tierra?

LOZANA.- Monseñor, sí.

SEÑOR.- ¿Qué os place de esta casa?

LOZANA.- Monseñor, el patrón de ella.

MONSEÑOR.- Que se os dé, y más, si más mandarais.

LOZANA.- Beso las manos de vuestra señoría reverendísima; quiero que me tenga por suya.

MONSEÑOR.- De buena gana; tomá, y venidnos a ver.

LOZANA.- Monseñor, yo sé hacer butifarros a la genovesa, gatafurias y albóndigas, y capirotada y salmorejo.

SEÑOR.- Andá, hacedlo, y traednoslo vos misma mañana para comer. ¡Cuánto tiempo ha que yo no sentí decir salmorejo! Déjala entrar mañana cuando venga, y ve tu allá, que sabrás comprarle lo necesario, y mira si ha menester cualque cosa, cómprasela. ¡Oh, qué desenvuelta mujer!

DESPENSERO.- Señora, si queréis cualque cosa, decimelo, que soy el despensero.

LOZANA.- Señor, solamente carbón, y será más sabroso.

DESPENSERO.- Pues, ¿donde moráis?, y os enviaré dos cargas por la mañana.

LOZANA.- Señor, al burgo donde moraba la de los Ríos, si la conociste.

DESPENSERO.- Señora, sí; esperá un poco y tal seréis vos como ella. Mas sobre mí que no compréis vos casa, como ella, de solamente quitar cejas y componer novias. Fue muy querida de romanas. Esta fue la que hacía la esponja llena de sangre de pichón para los virgos. Esto tenía, que no era interesal, y más ganaba por aquello… Y fue ella en mejor tiempo que no esta sinsonaderas, que fue tiempo de Alejandro VI, cuando Roma triunfaba, que había más putas que frailes en Venecia, y filósofos en Grecia, y médicos en Florencia, cirúgicos en Francia, y maravedís en España, ni estufas en Alemania, ni tiranos en Italia, ni soldados en Campaña. Y vos, siempre mozo, ¿no la conociste? Pues cualque cosa os costaría, y esta Lozana nos ha olido que ella os enfrenará. ¡A mi fidamani, miradla, que allí se está con aquel puto viejo rapaz!

VALIJERO.- ¡Sí la conozco!, me dice el borracho del despensero. Yo fui el que dormí con ella la primera noche que puso casa, y le pagué la casa por tres meses. ¡Por vida de monseñor mío, que juraré que no vi jamás mejores carnes de mujer! Y las preguntas que me hizo aquella noche me hicieron desvalijar todos los géneros de putas que en esta tierra había, y ahora creo que ella lo sabe mejor por su experiencia.

BADAJO.- Ésta «no hace jamás colada sin sol».

Mamotreto XXIX

Cómo torna su criado; que venga presto, que la esperan una hija puta y su madre vieja

LOZANA.- ¿A qué tornáis, malurde? ¿Hay cosa nueva?

RAMPÍN.- Acabá, vení, que es venida aquella madre.

LOZANA.- Callá, callá, que ya os entiendo. ¿Vacía vendrá, según Dios la hizo?

RAMPÍN.- No, ya me entendéis, y bueno.

LOZANA.- ¿Uno solo?

RAMPÍN.- Tres y otras dos cosas.

LOZANA.- ¿Qué, por mi vida?

RAMPÍN.- Ya lo veréis, caminá, que yo quiero ir por lo que dejó tras la puerta de su casa, y veis aquí su llave.

SENÉS, PAJE.- ¡Señora Lozana, acá, acá; mirá acá arriba!

LOZANA.- Ya, señor, os veo, mas poco provecho me viene de vuestra vista, y estoy enojada porque me contrahiciste en la comedia de carnaval.

SENÉS.- Señora Lozana, no me culpéis, porque, como vi vuestra saya y vuestro tocado, pensé que vos lo habíais prestado.

LOZANA.- Yo lo presté, mas no sabía para qué. Aosadas, que si lo supiera, que no me engañaran. Pero de vos me quejo porque no me avisaste.

SENÉS.- ¿Cómo decís eso? A mí me dijeron que vos estuviste allí.

LOZANA.- Sí estuve, mas dijéronme que me llamaba monseñor vuestro.

SENÉS.- ¿No viste que contrahicieron allí a muchos? Y ninguna cosa fue tan placentera como vos a la celosía, reputando al otro de potroso, que si lo hiciera otra, quizá no mirara así por vuestra honra como yo. Por eso le suplico me perdone, y sírvase de estas mangas de velludo que mi padre me mandó de Sena.

LOZANA.- Yo os perdono porque sé que no sois malicioso. Vení mañana a mi casa, que ha de venir a comer conmigo una persona que os placerá.

OTRO PAJE.- Soy caballo ligero de vuestra merced.

LOZANA.- ¡Ay, cara de putilla sevillana, me encomiendo, que voy de prisa!

HIJA.- ¿Tiro la cuerda? Esperá, que ni hay cuerda ni cordel.

LOZANA.- Pues vení abajo.

HIJA.- Ya va mi señora madre.

GRANADINA.- Vos seáis la bien venida.

LOZANA.- Y vos la bien hallada, aunque vengo enojada con vos.