Выбрать главу

MADRE.- ¿Y por qué conmigo, sabiendo vos que os quiero bien, y no vendría yo con mis necesidades y con mis secretos a vos si os quisiese mal?

LOZANA.- ¿Cómo, vos sois mi amiga y mi corazón, y me venís cargada a casa, sabiendo que haría por vos y por vuestra hija otra cosa que estas apretaduras, y tengo yo para vuestro servicio un par de ducados?

GRANADINA.- Señora Lozana, mirá que con las amigas habéis de ganar, que estáis preñada y todo será menester, y cuanto más, que a mi hija no le cuesta sino demandarlo, y tal vuelta se entra ella misma en la guardarropa de monseñor, y toma lo que quiere y envía a casa que, como dicen, «más tira coño que soga». Estos dos son agua de ángeles, y éste es azahar, y éste cofín son dátiles, y ésta toda es llena de confición, todo venido de Valencia, que se lo envía la madre de monseñor. Y mirá, señora Lozana, a mí me ocurre otro lance que para con vos se puede decir.

LOZANA.- ¿Qué, señora?

GRANADINA.- Un señor no me deja a sol ni a sombra, y me lo paga bien, y me da otro que mi hija no me dará, y no sé cuándo tendré necesidad. Mirá, ¿qué me aconsejáis?

LOZANA.- Lo que os aconsejé siempre, que si vos me creyerais, más ha de un año que habíais de comenzar, que en Roma todo pasa sin cargo de conciencia. Y mirá qué os perdisteis en no querer más que no os dará ese otro, y era peloso y hermoso como la plata, y no quería sino viudas honradas como vos.

GRANADINA.- Señora Lozana, mirá, «como se dice lo uno, se diga todo», y os diré por qué no lo hice: que bien estaba yo martela por él, mas porque se echó con mi hija, no quise pecar dos veces.

LOZANA.- No seríais vos la primera que eso hace en Roma sin temor. ¡Tantos ducados tuvieseis! Eso bien lo sabía yo, mas por eso no dejé de rogároslo, porque veía que era vuestro bien, y si lo veo, le tengo de decir que me hable. Por eso es bueno tener vos una amiga cordial que se duele de vos, que perdéis lo mejor de vuestra vida. ¿Qué, pensáis que estáis en Granada, donde se hace por amor? Señora, aquí a peso de dineros, daca y toma, y como dicen, «el molino andando gana», que «guayas tiene quien no puede». ¿Qué hace vuestra hija? ¿Púsose aquello que le di?

GRANADINA.- Señora, sí, y dice que mucho le aprovechó, que le dijo monseñor: «¡qué coñico tan bonico!»

LOZANA.- Pues tenga ella advertencia que, cuando monseñor se lo quiera meter, le haga estentar un poco primero.

GRANADINA.- Sí hará, que ya yo la avisé, aunque poco sé de eso, que a tiento se lo dije.

LOZANA.- Todas sabemos poco, mas «a la necesidad no hay ley». Y mirá que no coma vuestra hija menestra de cebolla, que abre mucho, y cuando se toca, tire la una pierna y encoja la otra.

Mamotreto XXX

Cómo viene su criado, y con él un su amigo, y ven salir las otras de casa

ULIJES.- ¿Quién son aquellas que salen de casa de la Lozana?

RAMPÍN.- No sé. Os decía yo que caminásemos, y vos de mucha reputación.

ULIJES.- Pues no quiero ir allá, pues no hay nadie.

RAMPÍN.- Andá, vení, que os estaréis jugando con madona.

AMIGO.- Os digo que no quiero, que bien sabe ella, si pierde, no pagar, y si gana, hacer pagar, que ya me lo han dicho más de cuatro que solían venir allí; y siempre quiere porqueta y berenjenas, que un julio le di el otro día para ellas, y nunca me convidó a la pimentada que me dijo. Todo su hecho es palabras y hamamujerías. Andá, poneos del lodo vos y ella, que su casa es regagero de putas, y no para mí. ¡Pese a tal con el judío, mirá cómo me engañaba! No se cure, que a ella tengo de hacer que le pujen la casa; y a él, porque es censal de necios, le tengo de dar un día de zapatazos. Esta ha sido la causa que se echase mi amiga con dos hermanos. Es turca, y no hay más que pedir. Pues venga a monseñor con sus morcillas o botifarros, que no quiero que su señoría coma nada de su mano. ¿Compadre me quería hacer? ¡Pese a tal con la puta sin sonaderas!

COMPAÑERO VALERIÁN.- ¿Qué hacéis, caballero, aquí solo? ¿Hay caza o posta, o sois de guardia hoy de la señora Lozana?

ULIJES.- Señor, antes estoy muy enojado con su señoranza.

COMPAÑERO.- Eso quiero oír, que martelo tenéis, o mucha razón.

ULIJES.- Antes mucha razón, que sé yo castigar putas lo mejor del mundo.

VALERIÁN.- Sois hidalgo y estáis enojado y «el tiempo halla las cosas», y ella está en Roma y se domará. ¿Sabéis cómo se da la definición a esto que dicen: «Roma, la que los locos doma»? Y a las veces las locas. Si miráis en ello, a ellos doman ellas, y a ellas doma la carreta. Así que vamos por aquí, veamos qué hace, que yo también ando tras ella por mis pecados, que cada día me promete y jamás me atiende.

ULIJES.- Mirá, si vamos allá, voto a Dios que tenemos de pagar la cena, según Dios la hizo. Mas no me curo por serviros, que guay de quien pone sus pleitos en manos de tales procuradores como ella.

VALERIÁN.- Mirá que mañana irá a informar; por eso solicitémosla hoy. Tif, taf. Señora Lozana, mandanos abrir.

LOZANA.- ¡Anda!, ¿quién es?, que me parece que es loco o privado. Familiares son; tira esa cuerda.

VALERIÁN.- ¿Qué se hace, señora?

LOZANA.- Señores, cerner y amasar y ordenar de pellejar.

ULIJES.- Eso de pellejar, que me place: pellejedes, pellejón, pelléjame este cosón.

LOZANA.- Vivas y adivas, siempre coplica.

VALERIÁN.- Señora, salí acá fuera; a teneros palacio venimos.

LOZANA.- Soy contenta, si queréis jugar dos a dos.

VALERIÁN.- Sea así; mas vuestro criado se pase allá y yo aquí, y cada uno ponga.

LOZANA.- Yo pondré mi papo.

VALERIÁN.- ¿Cuál, señora?

LOZANA.- Todos dos, que hambre tengo.

VALERIÁN.- Pues yo pondré por vuestra merced.

LOZANA.- Yo me pondré por vos a peligro donde vos sabéis.

VALERIÁN.- Señora, «eso fuese y mañana Pascua». Pues pon tú.

RAMPÍN.- Soy contento. Préstame vos, compañero.

ULIJES.- ¡Voto a Dios que no me toméis por ahí, que no quiero prestar a nadie nada!

LOZANA.- Por mi vida que le prestes, que yo te los pagaré en la Garza Montesina.

ULIJES.- Dos julios le daré, que no tengo más.

LOZANA.- Hora jugá, que nosotros somos dos y vosotros veinticuatro, como jurados de Jaén.

Mamotreto XXXI

Cómo la Lozana soñó que su criado caía en el río, y otro día lo llevaron en prisión

LOZANA.- Ahora me libre Dios del diablo con este soñar que yo tengo, y si supiese con qué quitármelo, me lo quitaría. Querría saber cualque encantamiento para que no me viniesen estos sobresaltos, que querría haber dado cuanto tengo por no haber soñado lo que soñé esta noche. El remedio sería que no durmiese descubierta ni sobre el lado izquierdo, y dicen que cuando está el estómago vacío, que entonces el hombre sueña, y si así es, lo que yo soñé no será verdad. Mas muchas veces he yo soñado, y siempre me ha salido verdad, y por eso estoy en sospecha que no sea como la otra vez que soñé que se me caían los dientes y moví otro día. Y vos, cuando os metisteis debajo de mí, que soñabais que vuestros enemigos os querían matar, ¿no viste lo que me vino a mí aquel día? Que me querían saltear los porquerones de Torre Sabela, cuando lo del tributo, que la señora Apuleya, por reír ella y verme bravear, lo hizo. Esto que soñé, no querría que fuese verdad. Mirá no vais en todo hoy al río, no se me ensuelva el sueño.

RAMPÍN.- Yo soñaba que venía uno, y que me daba de zapatazos, y yo determinaba de matarlo, y desperté.

LOZANA.- Mirá, por eso sólo meteré vuestra espada donde no la halléis, que no quiero que me amancilléis. Si solamente vos tuvieseis tiento e hirieseis a uno o a dos, no se me daría nada, que dineros y favor no faltarían, mas, como comenzáis, pensáis que estáis en la rota de Rávena; y por el sacrosanto saco de Florencia, que si no os enmendáis de tanta bravura, ¿cómo hago yo por no besar las manos a ruines? Que más quiero que me hayan menester ellos a mí que no yo a ellos. Quiero vivir de mi sudor, y no me empaché jamás con casadas ni con virgos, ni quise vender mozas ni llevar mensaje a quien no supiese yo cierto que era puta, ni me soy metida entre hombres casados, para que sus mujeres me hagan desplacer, sino de mi oficio me quiero vivir. Mirá, cuando vine en Roma, de todos los modos de vivir que había me quise informar, y no supe lo que sé ahora, que si como me entrometí entre cortesanas, me entrometiera con romanas, «mejor gallo me cantara que no me canta», como hizo la de los Ríos, que fue aquí en Roma peor que Celestina, y andaba a la romanesca vestida con batículo y entraba por todo, y el hábito la hacía licenciada, y manaba en oro, y lo que le enviaban las romanas valía más que cuanto yo gano: cuándo grano o leña, cuándo tela, cuándo lino, cuándo vino, la bota entera. Mas como yo no miré en ello, comencé a entrar en casas de cortesanas, y si ahora entro en casa de alguna romana, tiénelo por vituperio, no porque no me hayan muchas menester; y porque soy tan conocida, me llaman secretamente. Andá vos, comprá eso que os dije anoche, y mirá no os engañen, que yo me voy a la judería a hablar a Trigo, por ver la mula que parió, que cualque pronóstico es parir una mula casa de un cardenal.