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JULIO.- ¿Qué es eso, Rodrigo Roído? ¿Hay negocios? ¿Con quién las habéis?

RAMPÍN.- No, con nadie, sino serviros. ¿Habéis visto la Lozana?

JULIO.- Decí vuestra ama, no os avergoncéis. Andá, que allí entró. Hacedla salir, que la espero, y decí que le quiero dar dineros, porque salga presto.

FALILLO.- ¿Quién es?

RAMPÍN.- Yo soy. ¿Está acá ella?

FALILLO.- ¿Quién ella? ¡Decid, duelos os vengan, vuestra ama la señora Lozana, y esperá, cabrón! Señora Lozana, vuestro criado llama.

LOZANA.- Abridlo, mi alma, que él no habrá comido, y veréis cuál lo paro.

FALILLO.- Sube, Abenámar.

LOZANA.- ¿Qué queréis? ¿Por dinero venís? ¡Pues tan blanco el ojo! Caminá. ¿No os di ayer tres julios? ¿Ya los gastaste? ¿Soy yo vuestra puta? ¡Andá, tornaos a casa!

OROPESA.- Señora Lozana, llamadlo, que yo le daré dineros que expenda. Ven acá, Jacomina; va, saca diez julios y dáselos, que coma, que su ama aquí se estará esta semana, y dale a comer, no se vaya. ¡Ven acá, Rampín, va, come allí con aquellos mozos, duelos te vengan! Vosotros no llamaréis a nadie por comer y reventar.

MOZOS.- Señora, venga, que él de casa es. Ven acá, come. Pues que viniste tarde, milagro fue quedar este bocado del jamón. Corta y come, y beberás.

RAMPÍN.- Ya he comido. No quiero sino beber.

FALILLO.- ¡Pues, cuerpo de tal contigo! ¿En ayunas quieres beber, como bestia? Señora Lozana; mandadle que coma, que ha vergüenza.

LOZANA.- Come presto un bocado y despacha el cuerpo de la salud.

FALILLO.- ¿Qué esperas? ¡Come, pese a tal con quien te parió! ¿Piensas que te tenemos de rogar? Ves ahí vino en esa taza de plata. ¡Paso, paso! ¿Qué diablos has? ¡Oh, pese a tal contigo! ¿Y las tripas echas? ¡Sal allá, que no es triaca! ¡Ve de aquí, oh, cuerpo de Dios, con quien te bautizó, que no te ahogó por grande que fueras! ¿Y no te podías apartar? ¡Sino manteles y platos y tazas, todo lo allenó este vuestro criado, cara de repelón trasnochado!

LOZANA.- ¿Qué es esto de que reviesa? ¿Algo vio sucio? Que él tiene el estómago liviano.

FALILLO.- ¿Qué es eso que echa? ¿Son lombrices?

MOZOS.- Ahora, mi padre, son los bofes en sentir el tocino.

LOZANA.- Denle unas pasas para que se le quite el hipar, no se ahogue.

MOZOS.- ¡Guay de él si comiera más! Dios quiso que no fue sino un bocado.

OROPESA.- No será nada.

LOZANA.- Señora, no querría que le quebrase en ciciones, porque su padre las tuvo siete años, de una vez que lo gustó.

FALILLO.- ¡Amarga de ti, Guadalajara! Señora Lozana, no es nada, no es nada, que lleva la cresta hinchada.

LOZANA.- Hijo mío, ¿tocino comes? ¡Guay de mi casa, no te me ahogues!

FALILLO.- ¡Quemado sea el venerable tocino!

Mamotreto XXXV

Cómo, yendo a casa de otra cortesana, vino su criado, y lo hizo vestir entre sus conocidos

LOZANA.- Mira, Jacomina, no despiertes a la señora; déjala dormir, que el abad no la dejó dormir esta noche. Ya se fue a cancillería por dineros; allá desollará cualque pobre por estar en gratia de tu ama. Yo me salí pasico, cierra la puerta y mira; si me demanda, di que fui a mi casa.

JACOMINA.- Sí haré, mas acordaos de mí.

LOZANA.- ¿De qué?

JACOMINA.- Que me traigáis aquello para quitar el paño de la cara.

LOZANA.- ¿Y qué piensas? ¿Por dos julios te habían de dar los porcelletes, y limón, y agraz estilado, y otras cosas que van dentro? Hermana, es menester más dineros si quieres que te traiga buena cosa.

JACOMINA.- Tomá, veis ahí cinco julios, y no lo sepa mi señora, que mi vizcaíno me dará más si fueren menester.

LOZANA.- ¿Por qué no le dices tú a ese tu vizcaíno que me hable, que yo te lo haré manso, que te dará más? Y no le digas que me has dado nada, que yo haré que pague él el agua y la fatiga. Y a mi mozo quiero que le dé una espada de dos manos liviana. Mañana te lo traeré, que para una romana lo tengo de hacer, que es muy morena, y me ha de dar uvas para colgar, y más que sacaré calla callando. Y tú, si quieres ser hermosa, no seas mísera de lo que puedes ser larga. Saca de ese tu enamorado lo que pudieres, que en mi casa te lo hallarás, y de tu señora me puedes dar mil cosas, que ella lo tome en placer. Así se ayudan las amigas. ¿Quién sabe si tú algún tiempo me habrás menester? Que las amas se mueren y las amigas no faltan, que tú serás aún con el tiempo cortesana, que ese lunar sobre los dientes dice que serás señora de tus parientes, y todos te ayudaremos, que ventura no te faltará, sino que tú estás ciega con este vizcaíno, y yo sé lo que me sé, y lo que más de dos me han dicho, sino que no quiero que salga de mí, que yo sé dónde serías tú señora, y mandarías y no serías mandada. Yo me voy, que tengo que hacer. Aquí vendrá mi mozo; dale tú aquello que sabes que escondimos. ¡Veslo, aquí viene! ¿Venís? Es hora, merdohem. Entrá allá, con Jacomina, y después id a casa, y cerrá bien, y vení, que me hallaréis en casa de la señora del solacio.

BLASÓN.- Señora Lozana, ¿dónde, dónde tan de prisa?

LOZANA.- Señor, ya podéis pensar: mujer que es estada cuatro sábados mala y sin ayuda de nadie, mirá si tengo de darme prisa a rehacer el tiempo perdido. ¿Qué pensáis, que me tengo de mantener del viento, como camaleón? No tengo quien se duela de mí, que vosotros sois palabras de presente y no más.

BLASÓN.- ¡Oh, señora Lozana! Sabe bien vuestra merced que soy palabras de pretérito y futuro servidor vuestro. Mas mirando la ingratitud de aquella que vos sabéis, diré yo lo que dijo aquel lastimado: «patria ingrata, non habebis ossa mea», que quiere decir «puta ingrata, non intrabis in corpore meo». ¿Cómo, señora Lozana, si yo le doy lo que vos misma mandaste, y más, cómo se ve que no son venidos los dineros de mis beneficios cuando se los echo encima y le pago todas sus deudas? ¡Por qué aquella mujer no ha de mirar que yo no soy Lazarillo, el que cabalgó a su agüela, que me trata peor, voto a Dios!

LOZANA.- En eso tiene vuestra merced razón, mas mirá que con el grande amor que os tiene, ella hace lo que hace, y no puede más, que ella me lo dijo, y si no fuese porque voy ahora de prisa a buscar unos dineros prestados para comprar a mi criado una capa mediana sin ribete, yo haría estas paces.

BLASÓN.- Señora Lozana, no quiero que sean paces, porque yo determino de no verla en toda mi vida. Mas por ver qué dice y en qué términos anda la cosa, os ruego que vais allá, y miréis por mi honra como vos, señora, soléis, que yo quiero dar a vuestro criado una capa de Perpiñán, que no me sirvo de ella y es nueva, y a vuestra merced le enviaré una cintura napolitana.

LOZANA.- ¿Y cuándo?

BLASÓN.- Luego, si luego viene vuestro criado.

LOZANA.- Veislo, viene. ¡Caminá, albañil de putas, que veis ahí vuestro sueño suelto! Este señor os quiere honrar; id con él y vení donde os dije.

BLASÓN.- Señora, hacé el oficio como soléis.

LOZANA.- Andá, perdé cuidado, que ya sé lo que vos queréis. ¡Basta, basta! (un SUSTITUTO la llama.)

UN SUSTITUTO.- ¡Señora Lozana, acá, acá! ¡Oh, pese al turco si en toda mi vida os hube menester, ahora más que nunca!

LOZANA.- Ya sé que me queréis. Yo no puedo serviros porque pienso en mis necesidades, que no hay quien las piense por mí, que yo y mi criado no tenemos pelo de calza ni con qué defendernos del frío.

SUSTITUTO.- Señora Lozana, eso es poca cosa para vuestra merced. Yo daré una cana de medida de estameña fina, y zapatos y chapines, y déjame luego la medida, que mañana, antes que vos, señora, os levantéis, os lo llevarán. Y vuestro mozo enviámelo aquí, que yo le daré la devisa de mi señora y mi vida, aunque ella no me quiere ver.