Выбрать главу

LOZANA.- Desde doce hasta cuarenta.

CAPITÁN.- ¿Veintiocho años?

LOZANA.- Señor, sí: hartarse hasta reventar. Y perdonadme, señora Terencia.

Mamotreto XL

Cómo, yendo su camino, encuentra con tres mujeres, y después con dos hombres que la conocen de luengo tiempo

LOZANA.- ¿Para qué es tanto ataparse? Que ya veo que no pudo el baño hacer más que primero había, sino lavar lo limpio y encender color donde no fue menester arrebol.

GRIEGA.- ¡Hi, hi, hi! Vuestra casa buscamos y si no os encontrábamos, perdíamos tiempo, que vamos a cenar a una viña, y si no pasamos por vuestra mano, no valemos nada, porque tenemos de ser miradas, y van otras dos venecianas, y es menester que vos, señora Lozana, pongáis en nosotras todo vuestro saber, y pagaos. Así mismo vaya vuestro criado con nosotras, y vendrá cargado de todo cuanto en el banquete se diere, y avisadlo que se sepa ayudar porque cuando venga traiga qué rozar.

LOZANA.- Señoras mías, en fuerte tiempo me tomáis, que en toda mi casa no hay cuatrín, ni maravedí, ni cosa aparejada para serviros, mas por vuestro amor, y por comenzar a aviar la gente a casa, yo iré y buscaré las cosas necesarias para de presto serviros. Mi criado irá, más por haceros placer que por lo que puede traer; vosotras miradme bien por él, y no querría que hiciese cuestión con ninguno, porque tiene la mano pesada, y el remedio es que, cuando se enciende como verraco, quien se halla allí más presto le ponga la mano en el cerro, y luego amansa y torna como un manso. Veislo, viene anadeando. ¿Qué cosa?, ¿qué cosa? ¿En qué están las alcabalas? Como se ve festivo, que parece dominguillo de higueral, no estima el resto. Volveos, andá derecho. ¡Así relumbre la luna en el rollo como este mi novio! Andá a casa, y ténmela limpia, y guardá no rompáis vos esa librea, colgadla. Señoras, id a mi casa, que allí moro junto al río, pasada la Vía Asinaria, más abajo. Yo voy aquí a una especiería por ciertas cosas para vuestro servicio, aunque sepa dejar una prenda.

GRIEGA.- Señora Lozana, tomá, no dejéis prenda, que después contaremos. Caminá.

LOZANA.- ¡Ay, pecadora de mí! ¿Quién son estos? Aquí me tendrán dos horas, ya los conozco. ¡Ojalá me muriera cuando ellos me conocieron! ¡Beata la muerte cuando viene después de bien vivir! Andar, siempre oí decir que en las adversidades se conocen las personas fuertes. ¿Qué tengo de hacer? Haré cara, y mostraré que tengo ánimo para saberme valer en el tiempo adverso.

GIRALDO.- Señora Lozana, ¿cómo está vuestra merced? No menos poderosa ni hermosa os conocí siempre, y, si entonces mejor, ahora os suplicamos nos tengáis por hermanos, y muy aparejados para vuestro servicio.

LOZANA.- Señores, ¿cuándo dejé yo de ser presta para servir esas caras honradas? Que ahora y en todo tiempo tuvieron merecimiento para ser de mí muy honrados, y no solamente ahora que estoy en mi libertad, mas, siendo sujeta, no me faltaba inclinación para servirles muy aficionada. Bien que yo y mi casa seamos pobres, al menos aparejada siempre para lo que sus mercedes me quisieren mandar.

GIRALDO.- Señora, servir.

LOZANA.- Señores, beso las manos de vuestras mercedes mil veces, y suplícoles que se sirvan de mi pobreza, pues saben que soy toda suya. ¡Por vida del rey, que no me la vayan a penar al otro mundo los puercos! Que les he hecho mil honras cuando estábamos en Damiata y en Túnez de Berbería, y ahora con palabras prestadas me han pagado. ¡Dios les dé el mal año! Quisiera yo, ¡pese al diablo!, que metieran la mano a la bolsa por cualque docena de ducados, como hacía yo en aquel tiempo, y si no los tenía se los hacía dar a mi señor Diomedes, y a sus criados los hacía vestir, y ahora a mala pena me conocen, porque sembré en Porcuna. Bien me decía Diomedes: «Guárdate, que éstos a quien tú haces bien te han de hacer mal». ¡Mirá qué canes renegados, villanos secretos, capotes de terciopelo! Por estos tales se debía decir: «si te vi, no me acuerdo; quien sirve a muchos no sirve a ninguno».

Parte III

Mamotreto XLI

Aquí comienza la tercera parte del retrato, y serán más graciosas cosas que lo pasado. Cómo tornó a casa y afeitó con lo que traía las sobredichas, y cómo se fueron, y su criado con ellas, y quedó sola, y contaba todo lo que había menester para su trato que quería comenzar. Y de aquí adelante le daremos fin

LOZANA.- Ahora que me arremangué a poner trato en mi casa, vale todo caro. Andar, pase por ahora por contentar estas putas, que después yo sabré lo que tengo de hacer.

GRIEGA.- ¡Miramela cuál viene, que nazcan barbas, narices de medalla!

LOZANA.- Parece mi casa atalaya de putas. Más puse del mío que no me diste.

GRIEGA.- ¡Sús, a mí primero, señora Lozana!

LOZANA.- Andá, no curéis, que eso hace primero para esto que a la postre. Vení acá vos, gaitero. Id con ellas y mirá que es convite de catalanes, una vez en vida y otra en muerte. Apañá lo que podáis, que licencia tenéis plomada de estas señoras putas, que sus copos lo pagarán todo. Garbeá y traer de cara casa y no palos. Caminá delante; id cantando.

RAMPÍN.- ¿Qué dirán que guardo, mal logrado? ¿Qué dirán que guardo?

LOZANA.- ¡Bueno, por mi vida, bueno como almotacén de mi tierra! Aquí me quedo sola. Deseo tenía de venir a mi casa que, como dicen, «mi casa y mi hogar cien ducados val». Ya no quiero andar tras el rabo de putas. Hasta ahora no he perdido nada; de aquí adelante quiero que ellas me busquen. No quiero que de mí se diga «puta de todo trance, alcatara a la fin». Yo quiero de aquí adelante mirar por mi honra, que, como dicen, «a los audaces la fortuna les ayuda». Primeramente yo tengo buena mano ligera para quitar cejas, y selo hacer mejor que yo me pienso, y tengo aquí esta casa al paso, y tengo este hombre que mira por mi casa, y me escalienta, y me da dentro con buen ánimo, y no se sabe sino que sea mi mozo, y nunca me demanda celos, y es como un ciervo ligero. Así mismo tengo mucha plática con quien yo tengo de usar este oficio. Yo soy querida y amada de cuantas cortesanas favoridas hay, yo soy conocida así en Roma como en el vulgo y fuera de Roma de muchos a quien yo he favorecido, y me traerán presentes de fuera, que tendré mi casa abastecida. Y si muestro favor a villanos, vendrán sus mujeres y, porque las enseñe cómo se han de hacer bellas, me traerán pajitas de higos y otras mil cosas, como la Tibulesa por el cuatrín del sublimato que le vendí, y como le prometí que otra vez le daría otra cosa mejor, porque secretamente se afeitase, pensó que hurtaba bogas y enviome olivas y muchas manzanas y granadas que de Baena no podían ser mejores. Pues si una villana me conoce, ¿qué haré cuando todas me tomen en plática? Que mi casa será colmena, y también, si yo asiento en mi casa, no me faltarán muchos que yo tengo ya domados, y mitirillo por encarnazar, y será más a mi honra y a mi provecho, que no tomo sabor en casa de otra, y si quisiere comer en mi casa, será a costa de otra y sabrame mejor. Que no vendrá hombre aquí que no saque de él cuándo de la leña, otro el carbón, y otro el vino, y otro el pan, y otro la carne, y así, de mano en mano, sacaré la expesa, que no se sentirá, y esto, riendo y burlando, que cada uno será contento de dar para estas cosas, porque no parece que sean nada cuando el hombre demanda un bayoque para peras, y como le sea poquedad sacar un bayoque, sacarán un julio y un carlín, y por ruin se tiene quien saca un groso. Así que, si yo quiero saber vivir, es menester que muestre no querer tanto cuanto me dan, y ellos no querrán tomar el demás, y así quedará todo en casa. Otros vendrán que traerán el seso en la punta del caramillo, y con éstos se ganará más, porque no tienen tiempo hasta variar su pasión, y demandándoles darán cuanto tienen. Y vendrán otros que, con el amor que tienen, no comen, y les haré comprar de comer y pagar lo comprado, y le haré que corte, y comeré yo y mi criado, y así si castigan los necios. Y vendrán otros que no serán salomones, y afrentarlos luego en dos o tres julios para cartas, y vendrán otros novicios que ahora vuelan. A estos tales no demandadles nada, sino fingir que si ellos tuviesen que yo no pasaría necesidad, y darme han fin a las bragas, y cuanto más si los alabo de valientes y que son amados de la tal, y que no vinieron a tiempo, y que el enamorado ha de ser gastador como el tal, y no mísero como el tal, y alabarlos que tienen gran cosa, que es esto para muchachos hacerlos reyes. Y a todos mirar de qué grado y condición son, y en qué los puedo yo coger y a qué se extiende su facultad, y así sacaré provecho y pagamiento, si no en dineros, en otras cosas, como de pajes, rapinas, y de hijos de mercaderes, robaina, y así daré a todos melecina. Yo sé que si me dispongo a no tener empacho y voy por la calle con mi cestillo y llevo en él todos los aparejos que se requieren para aconchar, que no me faltará la merced del Señor, y si soy vergonzosa seré pobre, y como dicen: «mejor es tener que no demandar». Así que, si tengo de hacer este oficio, quiero que se diga que no fue otra que mejor lo hiciese que yo. ¿Qué vale a ninguno lo que sabe si no lo procura saber y hacer mejor que otro? Ejemplo gratia: si uno no es buen jugador, ¿no pierde? Si es ladrón bueno, sábese guardar que no lo tomen. Ha de poner el hombre en lo que se hace gran diligencia y poca vergüenza y rota conciencia para salir con su empresa al corrillo de la gente.