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LOZANA.- En torno de ella te diré que no hay cosa mala de cuantas Dios crió sobre la tierra, porque en todas las otras tierras hay en parte lo que allí hay junto, como podrás ver si vas allá, que es buena tierra para forasteros como Roma.

SAGÜESO.- Todo me duermo, perdoname.

LOZANA.- Guarda, no retoces esa rapaceja.

SAGÜESO.- ¡Cómo duerme su antigüedad!

LOZANA.- Quiero entender en hacer aguas y olios, porque mañana no me darán hado ni vado, que se casan ocho putas, y Madona Septuaginta querrá que yo no me parta de ella para decirle lo que tiene de hacer. Ya es tarde, quiero llamar aquel cascafrenos, porque, como dicen: «al bueno porque te honren y a este tal porque no me deshonre», que es un atreguado y se sale con todo cuanto hace. Ya me parece que los siento hablar.

DIVICIA.- ¡Ay, Sagüeso!, ¿qué me has hecho, que dormía?

SAGÜESO.- De cintura arriba dormíais, que estabais quieta.

DIVICIA.- «La usanza es casi ley»; soy usada a mover las partes inferiores en sintiendo una pulga.

SAGÜESO.- ¡Oh, pese al verdugo!, ¿y arcando con las nalgas ojeáis las pulgas?

DIVICIA.- Si lo que me hiciste durmiendo me quieres reiterar yo te daré un par de cuchillos que en tu vida los viste más lindos.

SAGÜESO.- Sé que no soy de acero; mostrá los cuchillos.

DIVICIA.- Veslos aquí, y si tú quieres, en tanto que no tienes amo, ven, que yo te haré triunfar, y mira por mí y yo por lo que tú has menester.

SAGÜESO.- ¿Os contento donde os llego? No será hombre que así os dé en lo vivo como yo. Quedá norabuena. ¡Señora Lozana!, ¿mandáis en qué os sirva?

LOZANA.- Que no nos olvidéis.

DIVICIA.- No hará, que yo le haré venir aunque esté en cabo del mundo.

LOZANA.- Siéntate, puta hechicera, que más vendrá por comer que por todos tus encantos.

Mamotreto LIV

Cómo platicaron la Lozana y Divicia de muchas cosas

LOZANA.- ¡Oh, Divicia! ¿Oíste nunca decir «entre col y col, lechuga»? ¿Sabes qué quiere decir?: afanar y guardar para la vejez, que «más vale dejar en la muerte a los enemigos, que no demandar en la vida a los amigos».

DIVICIA.- ¿Qué quieres decir?

LOZANA.- Quiero decir que un hortolano ponía en una haza coles, y las coles ocupaban todo el campo, y vino su mujer y dijo: «Marido, entre col y col, lechuga, y así este campo nos frutará lo que dos campos nos habían de frutar». Quiero decir que vos no deis lo que tenéis, que si uno no os paga, que os hagáis pagar de otro doblado, para que el uno frute lo que el otro goza. ¿Qué pensáis vos que ha de hacer aquel enaciado de aquellos cuchillos? Jugarlos ha, y así los perderéis.

DIVICIA.- No perderé, que en los mismos cuchillos van dichas tales palabras que él tornará.

LOZANA.- ¡Ándate ahí, puta de Tesalia, con tus palabras y hechizos!, que más sé yo que no tú ni cuantas nacieron, porque he visto moras, judías, cíngaras, griegas y cecilianas, que éstas son las que más se perdieron en éstas cosas y vi yo hacer muchas cosas de palabras y hechizos, y nunca vi cosa ninguna salir verdad, sino todo mentiras fingidas. Y yo he querido saber y ver y probar como Apuleyo, y en fin hallé que todo era vanidad y cogí poco fruto, y así hacen todas las que se pierden en semejantes fantasías. Decime, ¿por qué pensáis que las palabras vuestras tienen efecto, y lleváselas el viento? Decime, ¿para qué son las plumas de las aves sino para volar? Quitadlas y ponéoslas vos, veamos si volaréis. Y así las palabras dichas de la boca de una obstinada vieja antigualla como vos. Decime, ¿no decís que os aconteció ganar en una noche ciento y dieciocho cuartos abrochados? ¿Por qué no les dijiste esas palabras, para que tornasen a vos sin ganarlos otra vez?

DIVICIA.- ¿Y vos los pelos de las cejas, y decís las palabras en algarabía, y el plomo con el cerco en tierra, y el orinal y la clara del huevo, y dais el corazón de la gallina con agujas y otras cosas semejantes?

LOZANA.- A las bobas se da a entender esas cosas, por comerme yo la gallina. Mas por eso vos no habéis visto que saliese nada cierto, sino todo mentira, que si fuera verdad, más ganara que gallina. Mas si pega, pega.

DIVICIA.- Quítame este pegote o jáquima, que el barboquejo de la barba yo me lo quitaré.

LOZANA.- Pareces borrica enfrenada.

DIVICIA.- Acaba presto, puta, que me muero de sed.

LOZANA.- No bebas de esa, que es del pozo.

DIVICIA.- ¿Qué se me da?

LOZANA.- Porque todos los pozos de Roma están entredichos, a efecto que no se beba el agua de ellos.

DIVICIA.- ¿Por qué?

LOZANA.- Era muy dulce de beber, y como venían los peregrinos y no podían beber del río, que siempre viene turbia o sucia, demandaban por las casas agua, y por no sacarla, no se la querían dar. Los pobres rogaron a Dios que el agua de los pozos no la pudiesen beber, y así se gastaron, y es menester que se compre el agua tiberina de los pobres, como veis, y tiene esta excelencia, que ni tiene color, ni olor, ni sabor, y cuanto más estantiva o reposada está el agua de este río Tíber, tanto es mejor.

DIVICIA.- ¿Como yo?

LOZANA.- No tanto, que hedería o mufaría como el trigo y el vino romanesco, que no es bueno sino un año, que no se puede beber el vino como pasa setiembre, y el pan como pasa agosto, porque no lo guarden de los pobres, y si lo guardan, ni ellos ni sus bestias lo pueden comer porque, si lo comen las gallinas, mueren.

DIVICIA.- ¡Por tu vida y mía, yo lo vi hogaño echar en el río, y no sabía por qué!

LOZANA.- Porque lo guardaron para el diluvio, que había de ser este año en que estamos, de mil quinientos veinticuatro, y no fue.

DIVICIA.- Hermana, ¿qué quieres que meta en estas apretaduras, que hierven en seco?

LOZANA.- Mete un poco de agua, que la retama, y la jara, y los marrubios y la piña si no nadan en el agua, no valen nada. No metas de esa, que es de río y alarga; mete de pozo, que aprieta, y saca un poco y prueba si os aprieta a vos, aunque tenéis seis tejaredecas, que ya no os ha de servir ese vuestro sino de mear.

DIVICIA.- ¡Calla, puta de quis vel qui!

LOZANA.- ¡Y tú, puta de tres cuadragenas menos una!

DIVICIA.- ¡Calla, puta de candoque, que no vales nada para venderme, ni para ser rufiana!

LOZANA.- ¡A tal puta tal rufiana! ¿Ves?, viene Aparicio, tu padrino.

DIVICIA.- Cual Valderas el malsín, es de nuestra cofradía.

LOZANA.- ¿Cofradía tenéis las putas?

DIVICIA.- ¿Y si ahora sabes tú que la cofradía de las putas es la más noble cofradía que sea, porque hay de todos los linajes buenos que hay en el mundo?

LOZANA.- Y tú eres la priosta; va, que te llama, y deja subir aquella otra puta vieja rufiana sarracina con su batirrabo, que por apretaduras vendrá.

DIVICIA.- Subí, madre, que arriba está la señora Lozana.

LOZANA.- Vení acá, madona Doméstica, ¿qué buscáis?

DOMÉSTICA.- Hija mía, habéis de saber que cerca de mi casa está una pobre muchacha, y está virgen, la cual si pudiese o supieseis cualque español hombre de bien que la quisiese, que es hermosa, porque le diese algún socorro para casarla.

LOZANA.- ¡Vieja mala escanfarda!, ¿qué español ha de querer tan gran cargo de corromper una virgen?

DOMÉSTICA.- Esperá, que no es mucho virgen, que ya ha visto de los otros hombres, mas es tanto estrecha que parece del todo virgen.

LOZANA.- A tal persona podrías engañar con tus palabras antepensadas que te chinfarase a ti y a ella. ¡Oh, hi de puta! ¿Y a mí me venías, que soy matrera? ¡Mirá qué zalagarda me traía pensada! ¡Va con Dios, que tengo que hacer!

DIVICIA.- ¿Qué quería aquella sabandija?

LOZANA.- ¡Tres bayoques de apretaduras, así la agoten! Conmigo quiere ganar, que la venderé yo por más vieja astuta que sea.