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LOZANA.- ¡Ay, amarga, mucho tartamudeas! Di «alcatara».

DOMÉSTICA.- Al-ca-go-ta-ra.

LOZANA.- ¡Ay, amarga, no así! Y tanto ceceas; lengua de estropajo tienes. Entendamos en lo que dirás a tu amiga cuando esté sola, y dilo en italiano, que te entienda: «Eco, madona, el tuo caro amatore. Se tu voi que yo mora soy contento. Eco colui que con perfeta fede, con lacrime, pene y estenti te ha sempre amato e tenuta esculpita in suo core. Yo soy Coridone, tuo primo servitore. ¡Oh, mi cara Polidora, fame el corpo felice y serò sempre tua Jaqueta, dicta Beatrice!» Y así podrás hacer tu voluntad.

DOMÉSTICA.- ¡Mirá si lo que os digo a vos está bien!

LOZANA.- No, porque tú no piensas la malicia que otra entenderá. Haz locuras y calla, no me digas nada, que tienes trastrabada la lengua, que mucho estropajo comiste, pues no puedes decir en español arrofaldada, alcatara, celestial.

DOMÉSTICA.- A-rro-fia-na-da; al-ca-go-ta-ra; ce-les-ti-nal.

LOZANA.- Calla, que por decirme taimada me dijiste tabaquinara, y por decirme canestro me dices cabestro, y no me curo, que no se entiende en español qué quiere decir. Mas, por la luz de Dios, que si otro me lo dijera y Rampín lo supiese, que poco tenemos que perder, y soy conocida en todo Levante y Poniente, y «tan buen cuatrín de pan nos hacen allá como acá». Coridón, esto podrás decir, que es cosa que se ve claro: Vittoria, vittoria, el emperador y rey de las Españas habrá gran gloria.

DOMÉSTICA.- No quería ofender a nadie.

LOZANA.- No se ofende porque, como ves, Dios y la fortuna les es favorable. Antiguo dicho es «teme a Dios y honra tu rey». Mira qué pronóstico tan claro, que ya no se usan vestes ni escarpes franceses, que todo se usa a la española.

DOMÉSTICA.- ¿Qué podría decir como ignorante?

LOZANA.- Di que sanarás el mal francés, y te judicarán por loco del todo, que ésta es la mayor locura que uno puede decir, salvo que el leño salutífero.

Mamotreto LVI

Cómo la Lozana estaba a su ventana, y dos galanes vieron salir dos mujeres, y les demandaron qué era lo que negociaban

OVIDIO.- ¡Miramela cuál está atalayando putas! ¡Mirá el alfaquí de su fosco marido que compra grullos! Ella parece que escandaliza truenos. Ya no se desgarra como solía, que parecía trasegadora de putas en bodegas comunes. Estemos a ver qué quieren aquellas que llaman, que ella de todo sabe tanto que revienta, como Petrus in cunctis, y tiene del natural y del positivo, y es universal in agibilibus.

GALÁN.- ¿No veis su criado negociando, que parece enforro de almirez? Librea trae fantástica, parece almorafán en cinto de cuero.

OVIDIO.- Callá, que no parece sino cairel de puta pobre, que es de seda, aunque gorda. Ya sale una mujer; ¿cómo haremos para saber qué negoció?

GALÁN.- Vamos y déjamela interrogar a mí. Madona, ¿sois española?

PRUDENCIA.- Fillolo, no, mas sempre ho voluto ben a spañoli. Questa española me ha posto olio de ruda para la sordera.

GALÁN.- Madona, ¿cómo os demandáis?

PRUDENCIA.- Fillolo, me demando Prudencia.

GALÁN.- Madona Prudencia, andá en buen hora.

OVIDIO.- ¿Qué os parece si la señora Lozana adorna esta tierra? En España no fuera ni valiera nada. Veis, sale la otra con un muchacho en brazos. Por allá va; salgamos a esa otra calle.

GALÁN.- ¡A vos, señora!, ¿sois española?

CRISTINA.- Señor, sí; de Secilia, a vuestro comando.

OVIDIO.- Queríamos saber quién queda con la señora Lozana.

CRISTINA.- Señor, su marido, o criado pretérito, o amigo secreto o esposo futuro, porque mejor me entendáis. Yo soy ida a su casa no a far mal, sino bien, que una mi vecina, cuya es esta criatura, me rogó que yo viniese a pedirle de merced que santiguase este su hijo, que está aojado, y ella lo hizo por su virtud, y no quería tomar unos huevos y unas granadas que le traje.

GALÁN.- Decinos, señora, que vos bien habréis notado las palabras que dijo.

CRISTINA.- Señor, yo os diré. Dijo: «Si te dio en la cabeza, válgate Santa Elena; si te dio en los hombros, válgante los apóstolos todos; si te dio en el corazón, válgate el Salvador». Y mandome que lo sahumase con romero, y así lo haré por contentar a su madre, y por darle ganancia a la Lozana, que en esta quemadura me ha puesto leche de narices.

GALÁN.- Mas no de las suyas.

CRISTINA.- Y vuestras mercedes queden con Dios.

OVIDIO.- Señora Cristina, somos a vuestro servicio; id con la paz de Dios.

GALÁN.- «Quien no se arriesga no gana nada». Son venidas a Roma mil españolas que saben hacer de sus manos maravillas, y no tienen un pan que comer, y esta plemática de putas y arancel de comunidades, que voto a Dios que no sabe hilar, y nunca la vi coser de dos puntos arriba, su mozo friega y barre, a todos da que hacer y nunca entiende sino «¿Qué guisaremos, qué será bueno para comer? La tal cosa yo la sé hacer, y el tal manjar cómprelo vuestra merced, que es bueno. Y daca especia, azúcar, trae canela, miel, manteca, ve por huevos, trae tuétanos de vaca, azafrán, y mira si venden culantro verde». No cesa jamás, y todo de bolsa ajena!

OVIDIO.- ¡Oh, pese al turco! Pues veis que no siembra, y coge, no tiene ganado, y tiene quesos, que aquella vieja se los trajo, y la otra, granadas sin tener huerto, y huevos sin tener gallinas, y otras muchas cosas, que su audacia y su no tener la hacen afortunada.

GALÁN.- Es porque no tiene pleitos ni litigios que le duren de una audiencia a la otra, como nosotros, que no bastan las bibalías que damos a notarios y procuradores, que también es menester el su solicitar para nuestros negocios acabar.

OVIDIO.- Es alquivio de putas, y trae definiciones con sentencias, ojalá sin dilaciones, y de esta manera, no batiendo moneda la tiene, y huerta y pegujar, y roza sin rozar, como hacen muchos que, como no saben sino expender lo ganado de sus pasados, cuando se ven sin arte y sin pecunia, métense frailes por comer en común.

Mamotreto LVII

Cómo salió la Lozana con su canastillo debajo, con diversas cosas para su oficio, y fue en casa de cuatro cortesanas favoridas, y sacó de cada una, en partes, provisión de quien más podía

LOZANA.- ¿Quién son aquellos tres galanes que están allí? Cúbranse cuanto quisieren, que de saber tengo si son pleiteantes. ¡Andá ya, por mi vida! ¿Para mí todas esas cosas? ¡Descubrí, que lo sirva yo, que un beso ganaréis!

GALÁN.- ¿Y yo, señora Lozana?

LOZANA.- Y vos beso y abracijo. ¿Qué cosa es ésta? ¿Quién os dijo que yo habría de ir a casa de la señora Jerezana? Ya sé que le diste anoche música de falutas de aciprés, porque huelan, y no sea menester que intervenga yo a poner bemol. Hacé cuanto quisierais, que a las manos me vendrás.

OVIDIO.- ¿Cuándo?

LOZANA.- Luego vengan vuestras mercedes, cuando yo sea entrada, que me tengo de salir presto, que es hoy sábado y tengo de tornar a casa que, si vienen algunas putas orientales y no me hallan, se van enojadas y no las quiero perder, que no valgo nada sin ellas, máxime ahora que son pocas y locas.

GALÁN.- Señora Lozana, decí a la señora Jerezana que nos abra y terciá vos los que pudierais. Y veis aquí la turquina que me demandaste.

LOZANA.- Pues miren vuestras mercedes, que si fuere cosa que podéis entrar, yo pondré este mi paño listado a la ventana, y entonces llamá.

GALÁN.- Sea así. ¡Alegre va la puta vieja encrucijada! ¡Voto a Dios, mejor cosa no hice en mi vida que darle esta turquina!, que ésta es la hora que me hace entrar en su gracia, cosa que no podía acabar con cuanto he dado a sus mozos y fantescas, que no me han aprovechado nada, tanto como hará ahora la Lozana, que es la mejor acordante que nunca nació, y parece que no pone mano en ello. Lo veremos. Ya llama, y la señora está a la ventana. Vámonos por acá, que volveremos.

JEREZANA.- ¡Hola, mozos, abrí allí, que viene la Lozana y sus adherentes! Mirá, vosotros id abajo y hacedla rabiar, y decí que es estada aquí una jodía que me afeitó, y que ahora se va, y que va en casa de la su favorida, la Pempinela, si queremos ver lidia de toros. Y yo diré que, porque se tardó, pensé que no viniera.