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LOZANA.- Madona, no; mas haré de esta manera, que pistaré el almáciga y la grana y el alumbre, y se lo daré, y diré que sea esa misma, y haré un poco de olio de habas, y diré que se lo ponga con el colirio, que es apropiado para los ojos, y así no sabrá que vuestra señoría tiene lo más perfecto.

CLARINA.- Andá y hacé así, por mi amor, y no de otro modo, y recomendadme a vuestro marido, micer Rampín.

Mamotreto LX

Cómo fue la Lozana en casa de la Imperia aviñonesa, y cómo encontró con dos juristas letrados que ella conocía, que se habían hecho cursores o emplazadores

LOZANA.- Estos dos que vienen aquí, si estuviesen en sus tierras, serían alcaldes y aquí son mandatarios, solicitadores que emplazan, y si fuesen sus hermanas casadas con quien hiciese aquel oficio, dirían que más las querrían ver putas que no de aquella manera casadas, porque ellos fueron letrados o buitres de rapiña. Todo su saber no vale nada, a lo que yo veo, que más ganan ellos con aquellas varillas negras que con cuanto estudiaron en jure. Pues yo no estudié, y sé mejor el jure cevil que traigo en este mi canastillo que no ellos en cuantos capítulos tiene el cevil y el criminal; como dijo Apuleyo: «bestias letrados».

JURISTA.- ¡Aquí, aquí somos todos! Señora Lozana, hodie hora vigessima, en casa vuestra.

LOZANA.- No sé si seré a tiempo, mas traé qué rogar, que allá está mi Rampín que lo guise. Y mirá no faltéis, porque de buena razón ellas han de venir hoy que es sábado, mas yo creo que vosotros ya debéis y no os deben.

JURISTAS.- ¿Qué cosa es eso de deber o que nos deben? ¡Cuerpo del mundo!, ¿el otro día no llevamos buen peje y buen vino, y más dormimos con ellas y las pagamos muy bien?

LOZANA.- No lo digo por eso, que ya sé que trajiste todo eso, y que bebiste hasta que os emborrachasteis (mas otra cosa es menester que traer y beber, que eso de jure antiguo se está), sino que os deben o debéis, quiere decir que era una jodía vieja de noventa años y tenía dos nueras mujeres burlonas, y venían a su suegra cada mañana y decían: «¡Buenos días, señora!» Y respondía ella: «¡Vosotras tenéis los buenos días y habéis las buenas noches!» Y como ellas veían esta respuesta siempre dijeron a sus maridos: «Vuestra madre se quiere casar». Y decían ellos: «¿Cómo es posible?» Decían ellas: «Casadla y lo veréis, que no dice de no». Fueron y casáronla con un jodío viejo y médico. ¿Qué hicieron las nueras? Rogaron al jodío que no la cabalgase dos noches; él hízolo así, que toda la noche no hizo sino contarle todas sus deudas que tenía. Vinieron las nueras otro día, y dijo la vieja: «¿Qué quiero hacer de este viejo, que no es bueno sino para comer, y tiene más deudas que no dineros, y será menester que me destruya a mí y a mis hijos?» Fueron las nueras al jodío, y dijéronle que hiciese aquella noche lo que pudiese y él, como era viejo, caminó, y pasó tres colchones. Viniendo la mañana, vienen las nueras y dicen a la suegra: «¡Señora, albricias, que vuestras hijas os quieren quitar este jodío, pues que tanto debe!» Respondió la vieja: «Mirad, hijas, la vejez es causa de sordedad, que yo no oigo bien; que le deben a él, que le deben a él, que él no debe nada». Así que, señores, ¿vosotros debéis, o deben os?

JURISTA.- ¡Voto a Dios, que a mí que me deben de esa manera más que no es de menester! Acá, a mi compañero, no sé; demandadlo a ella, que bien creo que pasa todos los dedos, y aun las tablas de la cama.

CURSOR.- No me curo, que «la obra es la que alaba al maestro». Señora Lozana, torná presto, por vuestra fe, que nosotros vamos a pescaría.

LOZANA.- Gente hay en casa de la señora Imperia. Mejor para mí, que pescare yo aquí sin jure. ¿Qué hacéis ahí, Medaldo? ¡Va, abre, que voy a casa!

MEDALDO.- Andá, que Nicolete es de guardia, y él os abrirá. Llamá.

LOZANA.- ¡Nicolete, hijo mío!, ¿qué haces?

NICOLETE.- Soy de guardia. ¡Y mirá, Lozana, qué pedazo de caramillo que tengo!

LOZANA.- ¡Ay, triste!, ¿y estás loco? ¡Está quedo, beodo, que nos oirán!

NICOLETE.- Callá, que todos están arriba. Sacá los calzones, que yo os daré unos nuevos de raso encarnado.

LOZANA.- Haz a placer, que vengo cansada, que otro que calzones quiero.

NICOLETE.- ¿Qué, mi vida, de cara arriba?

LOZANA.- Yo te lo diré después.

NICOLETE.- ¡No, sino ahora; no, sino ahora; no, sino ahora!

LOZANA.- ¡Oh, qué bellaco que eres! Ve arriba y di a la señora cómo estoy aquí.

NICOLETE.- Subí vos y tomarlos. Es sobre-tabla, y haréis colación.

LOZANA.- Por muchos años y buenos halle yo a esas presencias juntas. ¿Qué emperatriz ni gran señora tiene dos aparadores, como vuestra señoría, de contino aparejados a estos señores reyes del mundo?

(Dice el CORONEL.)

CORONEL.- Española, fa colación aquí con nos. Quiero que bebes con esta copina, que sea la tua, porque quieres bien a la señora Imperia, mi patrona.

IMPERIA.- Todo es bien empleado en mi Lozana. ¡Mozos, serví allí todos a la Lozana y esperen las amas y los escuderos hasta que ella acabe de comer! Lozana mía, yo quiero reposar un poco; entre tanto hazte servir, pues lo sabes hacer.

LOZANA.- Yo quiero comer este faisán, y dejar esta estarna para Nicoleto porque me abrió la puerta de abajo. Estos pasteles serán para Rampín, aunque duerme más que es menester.

Mamotreto LXI

Cómo un médico, familiar de la señora Imperia, estuvo con la Lozana hasta que salió de reposar la Imperia

MÉDICO.- Decí, señora Lozana, ¿cómo os va?

LOZANA.- Señor, ya veis, fatigar y no ganar nada. Estoyme en mi casa, la soledad y la pobreza están mal juntas, y no se halla lino a comprar, aunque el hombre quiere hilar, por no estar ociosa, que querría urdir unos manteles por no andar a pedir prestados cada día.

MÉDICO.- Pues vos, señora Lozana, que hacéis y dais mil remedios a villanos, ¿por qué no les encargáis que os traigan lino?

LOZANA.- Señor, porque no tomo yo nada por cuanto hago, salvo presentes.

MÉDICO.- Pues yo querría más vuestros presentes que mi ganancia, que es tan poca que valen más las candelas que gasté estudiando que cuanto he ganado después adivinando pulsos. Mas vos, ¿qué estudiaste?

LOZANA.- Mirá qué me aconteció ayer. Vinieron a mi casa una mujer piamontesa con su marido romañolo, y pensé que otra cosa era; trajeron una llave de cañuto, la cual era llena de cera y no podían abrir, pensaron que estaban hechizados; rogáronme que lo viese yo, yo hice lo que sabía, y diéronme dos julios, y prometiéronme una gallina que me trajeron hoy, y huevos con ella, y así pasaré esta semana con este presente.

MÉDICO.- Pues decime, señora Lozana, ¿qué hiciste a la llave, cualque silogismo, o qué?

LOZANA.- Yo os diré: como sacaron ellos la cera, no pudo ser que no se pegase cualque poca a las paredes de la llave; fui yo presto al fuego, y escalentela hasta que se consumió la cera, y vine abajo, y dísela, y dije que todo era nada. Fuéronse, y abrieron, y cabalgaron, y ganeme yo aquel presente sofísticamente. Decime por qué no tengo yo de hacer lo que sé, sin perjuicio de Dios y de las gentes. Mirá, vuestro saber no vale si no lo mostráis que lo sepa otro. Mirá, señor, por saber bien hablar gané ahora esta copica de plata dorada, que me la dio su merced del coronel.

MÉDICO.- Ese bien hablar, adular incógnito le llamo yo.

LOZANA.- Señor Salomón, sabé que cuatro cosas no valen nada si no son participadas o comunicadas a menudo: el placer, y el saber, y el dinero, y el coño de la mujer, el cual no debe estar vacuo, según la filosofía natural. Decime, ¿qué le valdría a la Jerezana su galantería si no la participase? ¿Ni a la Montesina su hermosura, aunque la guardase otros sesenta años, que jamás muriese, si tuviese su coño puesto en la guardarropa? ¿Ni a madona Clarina sus riquezas, si no supiese guardar lo que tiene? Y a la señora Aviñonesa, ¿qué le valdrían sus tratos si no los participase y comunicase con vuestra merced y conmigo, como con personas que antes la podemos aprovechar? ¿Qué otra cosa veis? Aquí yo pierdo tiempo, que sé que en mi casa me están esperando; y porque la señora sé que me ha de vestir a mí y a mi criado, callo.