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PORFIRIO.- Señora, no os oso decir mi pena y tormento que tengo, porque temo que no me lo tendréis secreto.

LOZANA.- No haya vuestra merced miedo que yo jamás lo descubra.

PORFIRIO.- Señora, bien que me veis así solo, no soy de los ínfimos de mi tierra, mas la honra me constriñe, que, si pudiese, querría salir con una apuesta que con otros hice, y es que, si venía a Roma con dinero, que ordenaba mi Robusto de bacalario. Y siendo venido y proveído de dinero y vezado a Robusto todas las cosas que han sido posible vezar a un su par, y ahora como veo que no sabe leer, no porque le falte ingenio, mas porque no lo puede exprimir por los mismos impedimentos que Lucio Apuleyo, cuando diventó asno, y retuvo siempre el intelecto de hombre racional, por ende estoy mal contento, y no querría comer, ni beber, ni hacer cosa en que me fuese solacio.

LOZANA.- Micer Porfirio, estad de buena gana, que yo os lo vezaré a leer, y os daré orden que despachéis presto para que os volváis a vuestra tierra. Id mañana, y haced un libro grande de pergamino, y traédmelo, y yo le vezaré a leer y yo hablaré a uno que, si le untáis las manos, será notario y os dará la carta del grado. Y hacé vos con vuestros amigos que os busquen un caballerizo que sea pobre y joven y que tenga el seso en la bragueta, que yo le daré persona que se lo acabe de sacar; y de esta manera venceremos el pleito y no dudéis que de este modo, se hacen sus pares bacalarios. Mirá, no le deis de comer al Robusto dos días, y, cuando quisiere comer, metedle la cebada entre las hojas, y así lo enseñaremos a buscar los granos y a voltar las hojas, que bastará. Y diremos que está turbado, y así el notario dará fe de lo que viere y de lo que cantando oyere. Y así omnia per pecunia falsa sunt. Porque creo que basta harto que llevéis la fe, que no os demandarán si lee en letras escritas con tinta o con olio o iluminadas con oro, y si les pareciere la voz gorda, decí que está resfriado, que es usanza de músicos: una mala noche los enronquece. Asimismo, que itali ululant, hispani plangunt, gali canunt. Que su merced no es gallo sino asno, como veis, que le sobra la sanidad.

Mamotreto LXVI

Cómo la Lozana se fue a vivir a la ínsula de Lípari, y allí acabó muy santamente ella y su pretérito criado Rampín, y aquí se nota su fin y un sueño que soñó

[LOZANA.-] ¿Sabéis, venerábile Rampín, qué he soñado? Que veía a Plutón caballero sobre la Sierra Morena y, voltándome enverso la tramontana, veía venir a Marte debajo una niebla, y era tanto el estrépito que sus ministros hacían que casi me hacían caer las tenazuelas de la mano. Yo, que consideraba qué podría suceder, sin otro ningún detenimiento cabalgaba en Mercurio que, de repente, se me acostó, el cual me parecía a mí que hiciese el más seguro viaje que al presente se halle en Italia, en tal modo que navegando llegábamos en Venecia, donde Marte no puede extender su ira. Finalmente desperté, y no pudiendo quietar en mí una tanta alteración, traje a la memoria el sueño que aun todavía la imaginativa lo retenía. Considerando, consideraba cómo las cosas que han de estar en el profundo, como Plutón, que está sobre la Sierra Morena, y las altas se abaten al bajo, como milano, que tantas veces se abate hasta que no deja pollo ni polla, el cual diablo de milano ya no teme espantajos, que cierto las gallinas ya no pueden hacer tantos pollos como él consuma. En conclusión, me recordé haber visto un árbor grandísimo sobre el cual era uno asentado, riendo siempre y guardando el fruto, el cual ninguno seguía, debajo del cual árbol vi una gran compañía que cada uno quería tomar un ramo del árbol de la locura, que por bienaventurado se tenía quien podía haber una hoja o una ramita: quién tiraba de acá, quién de allá, quién cortaba, quién rompía, quién cogía, quién la corteza, quién la raíz, quién se empinaba, quién se ponía sobre las puntillas, así buenos como medianos y más chicos, así hombres como mujeres, así griegos como latinos, como tramontanos o como bárbaros, así religiosos como seculares, así señores como súbditos, así sabios como ignorantes, cogían y querían del árbol de la vanidad. Por tanto dicen que «el hombre apercibido medio combatido». Ya viste que el astrólogo nos dijo que uno de nosotros había de ir a paraíso, porque lo halló así en su aritmética y en nuestros pasos, más este sueño que yo he soñado. Quiero que éste sea mi testamento. Yo quiero ir a paraíso, y entraré por la puerta que abierta hallare, pues tiene tres, y solicitaré que vais vos, que lo sabré hacer.

RAMPÍN.- Yo no querría estar en paraíso sin vos; mas mejor será a Nápoles a vivir, y allí viviremos como reyes y aprenderé yo a hacer guazamalletas y vos venderéis regalicia, y allí será el paraíso que soñaste.

LOZANA.- Si yo voy, os escribiré lo que por el alma habéis de hacer con el primero que venga, si viniere, y si veo la Paz, que allá está continua, la enviaré atada con este ñudo de Salomón; desátela quien la quisiere. Y ésta es mi voluntad, porque sé que tres suertes de personas acaban mal, como son: soldados y putanas y usuarios, si no ellos, sus descendientes; y por esto es bueno fuir romano por Roma, que voltadas las letras dice amor, y entendamos en dejar lo que nos ha de dejar. Y luego vamos en casa de la señora Guiomar López, que mañana se parte madona Sabina. Vamos con ella, que no podemos errar, al ínsula de Lípari con nuestros pares, y mudareme yo el nombre y direme la Vellida, y así más de cuatro me echarán menos, aunque no soy sola, que más de cuatro Lozanas hay en Roma y yo seré salida de tanta fortuna pretérita, continua y futura y de oír palabradas de necios, que dicen no lo hagáis y no os lo dirán, que a ninguno hace injuria quien honestamente dice su razón. Ya estoy harta de meter barboquejos a putas y poner jáquinas de mi casa, y pues he visto mi ventura y desgracia, y he tenido modo y manera y conversación para saber vivir, y veo que mi trato y plática ya me dejan, que corren como solían, haré como hace la Paz, que huye a las islas, y como no la buscan, duerme quieta y sin fastidio, pues ninguno se lo da, que todos son ocupados a romper ramos del sobrescrito árbor, y cogiendo las hojas será mi fin. Me estaré reposada y veré mundo nuevo, y no esperar que él me deje a mí, sino yo a él. Así se acabará lo pasado y estaremos a ver lo presente, como fin de Rampín y de la Lozana. Fenezca la historia compuesta en retrato, el más natural que el autor pudo, y acabose hoy, primo de diciembre, año de mil quinientos veinticuatro, a laude y honra de Dios trino y uno; y porque reprendiendo los que rompen el árbol de la vanidad seré causa de moderar su fortuna, porque no sería quien está encima de los que trajere y condujere a no poder vivir sin semejantes compañías, y porque siendo por la presente obra avisados, que no ofendan a su Criador, el cual sea rogado que perdone a los pasados y a nosotros, que decimos: Averte, Domine, oculos meos ne videant vanitatem sine praejudicio personarum. In alma urbe, MDXXIV.

FINIS

Apología

Cómo se excusa el autor en la fin del Retrato de la Lozana, en laude de las mujeres

Sin duda, si ningún hombre quisiese escribir la audacia de las mujeres, no creo que bastasen plumas de veloces escritores, y si por semejante quisiese escribir la bondad, honestidad, devoción, caridad, castidad y lealtad que en las claras mujeres se halla y hemos visto, porque las que son buenas no son tanto participadas en común. Por tanto, muchas virtudes están tácitas y ocultas que serían espejo a quien las oyese contar. Y como la mujer sea jardín del hombre y no hay cosa en este mundo que tanto realegre al hombre exterior, y que tanto y tan presto le regocije, porque no solamente el ánima del hombre se alegra en ver y conversar mujer, mas todos sus sentidos, pulsos y miembros se revivifican incontinente. Y si hubiese en la mujer modestia, y en el hombre temperanza honesta, gozarían con temor lo que, con temerosa audacia, ciega la impaciencia, así al hombre racional como a la frágile mujer; y cierto que si este tal jardín que Dios nos dio para recreación corporal, que si no castamente, al menos cautamente lo gozásemos en tal manera que naciesen en este tal jardín frutos de bendición, porque toda obra loa y alaba a su Hacedor cuando la precede el temor, y este tal fruto aprovecha en laude a su Criador, máxime a quien lo sabe moderar. La señora Lozana fue mujer muy audaz, y como las mujeres conocen ser solacio a los hombres y ser su recreación común, piensan y hacen lo que no harían si tuviesen el principio de la sapiencia, que es temer al Señor, y la que alcanza esta sapiencia o inteligencia es más preciosa que ningún diamante; y así, por el contrario, muy vil. Y sin duda, en esto quiero dar gloria a la Lozana, que se guardaba mucho de hacer cosas que fuesen ofensa a Dios ni a sus mandamientos, porque, sin perjuicio de partes, procuraba comer y beber sin ofensión ninguna. La cual se apartó con tiempo y se fue a vivir a la ínsula de Lípari, y allí se mudó el nombre, y se llamó la Vellida, de manera que gozó tres nombres: en España, Aldonza, y en Roma, La Lozana y en Lípari, la Vellida. Y si alguno quisiere saber del autor cuál fue su intención de retraer reprehendiendo a la Lozana y a sus secuaces, lean el principio del retrato. Y si quisieren reprehender que por qué no van muchas palabras en perfecta lengua castellana, digo que, siendo andaluz y no letrado y escribiendo para darme solacio y pasar mi fortuna que en este tiempo el Señor me había dado, conformaba mi hablar al sonido de mis orejas, que es la lengua materna y su común hablar entre mujeres. Y si dicen que por qué puse algunas palabras en italiano, púdelo hacer escribiendo en Italia, pues Tulio escribió en latín, y dijo muchos vocablos griegos y con letras griegas. Si me dicen que por qué no fui más elegante, digo que soy ignorante y no bachiller. Si me dicen cómo alcancé a saber tantas particularidades, buenas o malas, digo que no es mucho escribir una vez lo que vi hacer y decir tantas veces. Y si alguno quisiere decir que hay palabras maliciosas, digo que no quiera nadie glosar malicias imputándolas a mí, porque yo no pensé poner nada que no fuese claro y a ojos vistas: y si alguna palabra hubiere, digo que no es maliciosa, sino malencónica, como mi pasión antes que sanase. Y si dijeren que por qué perdí el tiempo retrayendo a la Lozana y a sus secuaces, respondo que, siendo atormentado de una grande y prolija enfermedad, parecía que me espaciaba con estas vanidades. Y si por ventura os viniere a las manos un otro tratado, De consolacione infirmorum, podéis ver en él mis pasiones para consolar a los que la fortuna hizo apasionados como a mí. Y en el tratado que hice del leño del India, sabréis el remedio mediante el cual me fue contribuida la sanidad, y conoceréis el autor no haber perdido todo el tiempo, porque, como vi coger los ramos y las hojas del árbol de la vanidad a tantos, yo, que soy de chica estatura, no alcancé más alto: asentéme al pie hasta pasar, como pasé, mi enfermedad. Si me decís por qué en todo este retrato no puse mi nombre, digo que mi oficio me hizo noble, siendo de los mínimos de mis conterráneos, y por esto callé el nombre, por no vituperar el oficio escribiendo vanidades con menos culpa que otros que compusieron y no vieron como yo. Por tanto, ruego al prudente letor, juntamente con quien este retrato viere, no me culpe, máxime que, sin venir a Roma, verá lo que el vicio de ella causa. Ansimismo, por este retrato sabrán muchas cosas que deseaban ver y oír, estándose cada uno en su patria, que cierto es una grande felicidad no estimada. Y si alguno me dirá algún improperio en mi ausencia al ánima o al cuerpo imperet sibi Deus, salvo ignorante, porque yo confieso ser un asno, y no de oro. Valete con perdón y notá esta conclusión: el ánima del hombre desea que el cuerpo le fuese par perpetuamente; por tanto, todas aquellas personas que se retraerán de caer en semejantes cosas, como éstas que en este retrato son contadas, serán pares al espíritu y no a la voluntad ni a los vicios corporales, y siendo dispares o desiguales a semejantes personas, no serán retraídas, y serán y seremos gloria y laude a aquel infinito Señor que para sí nos preservó y preservará, amén.