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LOZANA.- De esa manera no hay galera tan proveída como las casas de las lavanderas de esta tierra.

LAVANDERA.- Pues no os maravilléis, que todo es menester; que cuando los mozos se parten de sus amos, bien se lo pagamos, que nos lo ayudan a comer. Que este bien hay en esta tierra, que cada mes hay nuevos mozos en casa, y nosotras los avisamos que no han de durar más ellos que los otros, que no sean ruines, que cuando el mundo les faltare, nosotras somos buenas por dos meses. Y también los enviamos en casa del tal, que se partió un mozo, mas no sabe el amo que lo toma que yo se lo encaminé, y por esto ya el mozo me tiene puesto detrás de la puerta el frasco lleno, y el resto, y si viene el amo que me lo ve tomar, digo que yo lo dejé allí cuando subí. ¿Veis?, aquí viene aquel mozuelo que os dejó aquí.

RAMPÍN.- ¿Qué se hace? ¡Sus, vamos! A vos muchas gracias, señora.

LAVANDERA.- Esta casa está a vuestro servicio. Gana me viene de cantar: Andá, puta, no será buena.No seré, no, que soy de Llerena. Yo te lo veo en esa piel nueva; yo te he mirado en ojo que no mentirá: que tú ruecas de husos harás.

LOZANA.- Por mi vida, hermano, que he tomado placer con esta borracha, amenguada como hilado de beoda. ¿Qué quiere decir estrega, vos que lo sabéis? ¿Santochada?

RAMPÍN.- Quiere decir bruja, como ella.

LOZANA.- ¿Qué es aquello que dice aquél?

RAMPÍN.- Son chambelas que va vendiendo.

LOZANA.- ¿Y de qué se hacen estas rosquitas?

RAMPÍN.- De harina y agua caliente, y sal, y matalahúva, y poco azúcar, y danles un bulle en agua y después mételas en el horno.

LOZANA.- Si en España se comiesen dirían que es pan cenceño.

RAMPÍN.- Porque allá sobra la levadura.

LOZANA.- Entrá vos y mirá si está ninguno allá dentro.

Mamotreto XIII

Cómo entran en la estufa Rampín y la Lozana y preguntan

[RAMPÍN.-] ¿Está gente dentro, hermano?

ESTUFERO.- Andás aquí, andás; no hay más que dos.

RAMPÍN.- Veislas, aquí salen.

LOZANA.- ¡Caliente está, por mi vida! Tráeme agua fría, y presto salgamos de aquí.

RAMPÍN.- También había bragas para vos.

LOZANA.- Poco sabéis, hermano; «al hombre braga de hierro, a la mujer de carne». Gana me viene de os azotar. Tomá esta navaja, tornásela, que ya veo que vos no la tenéis menester. ¡Vamos fuera, que me muero! Dame mi camisa.

RAMPÍN.- Vení, vení, tomá una chambela.

¡Va tú, haz venir del vino! ¡Toma, págalo, ven presto! ¿Eres venido?

ESTUFERO.- Ecome que vengo. Señora, tomad, bebed, bebé más.

LOZANA.- Bebe tú, que torrontés parece.

RAMPÍN.- Vamos fuera prestamente, que ya son pagados estos borrachos.

ESTUFERO.- Señora, das aquí la mancha.

LOZANA.- Si tú no me la has echado, no tenía yo mancha ninguna.

RAMPÍN.- No dice eso el beodo, sino que llama el aguinaldo mancha, que es usanza.

LOZANA.- Pues dadle lo que se suele dar, que gran bellaco parece.

RAMPÍN.- Adío.

ESTUFERO.- ¡Adío, caballeros de castillos!

LOZANA.- ¿Por dónde hemos de ir?

RAMPÍN.- Por acá, que aquí cerca está mi tía. ¿Veisla a la puerta?

LOZANA.- ¿Y qué es aquello que compra? ¿Son rábanos, y negros son?

RAMPÍN.- No son sino remolachas, que son como rábanos, y dicen en esta tierra que «quien come la remolacha y va en Nagona, torna otra vez a Roma».

LOZANA.- ¿Tan dulce cosa es?

RAMPÍN.- No sé, así se dice; es refrán.

TÍA.- ¡Caminá, sobrino, préstame un cuatrín!

RAMPÍN.- De buena gana, y un julio.

TÍA.- ¡Norabuena vengáis, reina mía! ¡Toda venís sudada y fresca como una rosa! ¿Qué buscáis, sobrino? Todo está aparejado sino el vino; id por ello y vení. Cenaremos, que vuestro tío está volviendo el asador.

RAMPÍN.- Pues lavame esa calabaza en que lo traiga, que en dos saltos vengo.

TÍA.- ¿Qué os parece, señora, de este mi sobrino Rampín? que así fue siempre servicial.

LOZANA.- Señora, que querría que fuese venido mi marido, para que lo tomase y le hiciese bien.

TÍA.- ¡Ay, señora mía, que merced ganaréis, que son pobres!

LOZANA.- No curéis, señora; mi marido les dará en qué ganen.

TÍA.- Por mi vida, y a mi marido también, que bien sabe de todo y es persona sabida, aunque todos lo tienen por un asno, y es porque no es malicioso. Y por su bondad, no es él ahora cambiador, que está esperando unas recetas y un estuche para ser médico. No se cura de honras demasiadas, que aquí se está ayudándome a repulgar y echar caireles a lo que yo coso. ¿Venís, sobrino? Asentaos aquí cabe mí. Comed, señora.

LOZANA.- Si haré, que hambre tengo.

TÍA.- ¿Oíslo? Vení, asentaos junto a esa señora, que os tiene amor, y quiere que os sentéis cabe ella.

VIEJO.- Sí haré de buen grado.

RAMPÍN.- ¡Paso, tío, cuerpo de sant, que echáis la mesa en tierra! ¡Alzá el brazo, mirá que derramaréis! ¿Quién me lo dijo a mí que lo habíais de hacer?

TÍA.- Así, así veis caído el banco, y la señora se habrá hecho mal.

LOZANA.- No he, sino que todo el vino me cayó encima. Buen señal.

TÍA.- Id por más y veislo hecho. ¡Pasaos aquí, que siempre hacéis vuestras cosas pesadas! ¡No cortés, que vuestro sobrino cortará! ¿Veis? ¡Ay, zape, zape! ¡Allá va, lo mejor se lleva el gato! ¿Por qué no esperáis? ¡Que parece que no habéis comido!

VIEJO.- Dejame hacer, y tendré mejor aliento para beber.

TÍA.- ¿Venís, sobrino?

RAMPÍN.- Vengo por alguna cosa en que lo traiga.

TÍA.- ¿Y las dos garrafas?

RAMPÍN.- Caí y quebrelas.

TÍA.- Pues tomá este jarro.

RAMPÍN.- Éste es bueno y, si me dice algo el tabernero, le daré con él.

TÍA.- Así lo hacé. Señora mía, yo me querría meter en un agujero y no ver esto cuando hay gente forastera en casa; mas vos, señora, habéis de mirar que esta casa es vuestra.

LOZANA.- Más gana tengo de dormir que de otra cosa.

TÍA.- Sobrino, cená vosotros, en tanto que voy y la ayudo a desnudar.

RAMPÍN.- Señora, sí.

Mamotreto XIV

Cómo torna su tía y demanda dónde ha de dormir Rampín, y lo que pasaron la Lozana y su futuro criado en la cama

[TÍA.-] Dime, sobrino, ¿has de dormir allí con ella? Que no me ha dicho nada, y por mi vida que tiene lindo cuerpo.

RAMPÍN.- ¿Pues qué, si la vierais vos desnuda en la estufa?

TÍA.- Yo quisiera ser hombre, tan bien me ha parecido. ¡Oh, qué pierna de mujer! ¡Y el necio de su marido que la dejó venir sola a la tierra de Cornualla! Debe de ser cualque babión, o veramente que ella debe de ser buena de su cuerpo.

RAMPÍN.- Yo lo veré esta noche, que, si puedo, tengo de pegar con sus bienes.

TÍA.- A otro que tú habría ella de menester, que le hallase mejor la bezmellerica y le hinchiese la medida.

RAMPÍN.- Andá, no curéis que «debajo yace buen bebedor», como dicen.

TÍA.- Pues allá dejé el candil. Va pasico, que duerme, y cierra la puerta.

RAMPÍN.- Sí haré. Buenas noches.

TÍA.- Va en buen hora.

LOZANA.- ¡Ay, hijo! ¿Y aquí os echaste? Pues dormí y cobijaos, que harta ropa hay. ¿Qué hacéis? ¡Mirá que tengo marido!

RAMPÍN.- Pues no está ahora aquí para que nos vea.

LOZANA.- Sí, mas saberlo ha.

RAMPÍN.- No hará; esté queda un poquito.

LOZANA.- ¡Ay, qué bonito! ¿Y de esos sois? ¡Por mi vida que me levante!

RAMPÍN.- No sea de esa manera, sino por ver si soy capón, me dejéis deciros dos palabras con el dinguilindón.