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LOZANA.- ¡No haré! La verdad te quiero decir, que estoy virgen.

RAMPÍN.- ¡Andá, señora, que no tenéis vos ojo de estar virgen! ¡Déjame ahora hacer, que no parecerá que os toco!

LOZANA.- ¡Ay, ay, sois muy muchacho y no querría haceros mal!

RAMPÍN.- No haréis, que ya se me cortó el frenillo.

LOZANA.- ¿No os basta besarme y gozar de mí así, que queréis también copo y condedura? ¡Catá que me apretáis! ¿Vos pensáis que lo hallaréis? Pues os hago saber que ese hurón no sabe cazar en esta floresta.

RAMPÍN.- Abridle vos la puerta, que él hará su oficio a la machamartillo.

LOZANA.- Por una vuelta soy contenta. ¿Muchacho eres tú? Por esto dicen «guárdate del mozo cuando le nace el bozo». Si lo supiera, más presto soltaba riendas a mi querer. Pasico, bonico, quedico, no me ahinquéis. Andá conmigo, ¡por ahí van allá! ¡Ay, qué prisa os dais, y no miráis que está otra en pasamiento sino vos! Catá que no soy de aquellas que se quedan atrás. Esperá, os vezaré: ¡así, así, por ahí seréis maestro! ¿Veis como va bien? Esto no sabíais vos; pues no se os olvide. ¡Sus, dadle, maestro, enlodá, que aquí se verá el correr de esta lanza, quién la quiebra! Y mirá que, «por mucho madrugar, no amanece más aína». En el coso te tengo, la garrocha es buena, no quiero sino vérosla tirar. Buen principio lleváis. Caminá, que la liebre está echada. ¡Aquí va la honra!

RAMPÍN.- Y si la venzo, ¿qué ganaré?

LOZANA.- No curéis, que cada cosa tiene su premio. ¿A vos vezo yo, que naciste vezado? Daca la mano y tente a mí, que el almadraque es corto. Aprieta y cava, y ahoya, y todo a un tiempo. ¡A las clines, corredor! ¡Ahora, por mi vida, que se va el recuero! ¡Ay, amores, que soy vuestra muerta y viva! Quitáos la camisa, que sudáis. ¡Cuánto había que no comía cocho! Ventura fue encontrar el hombre tan buen participio a un pasto. Este tal majadero no me falte, que yo apetito tengo desde que nací, sin ajo y queso, que podría prestar a mis vecinas. Dormido se ha. En mi vida vi mano de mortero tan bien hecha. ¡Qué gordo que es! Y todo parejo. «¡Mal año para nabo de Jerez!» Parece bisoño de Frojolón. La habla me quitó, no tenía por donde resollar. ¡No es de dejar este tal unicornio! ¿Qué habéis, amores?

RAMPÍN.- Nonada, sino demandaros de merced que toda esta noche seáis mía.

LOZANA.- No más, así gocéis.

RAMPÍN.- Señora, ¿por qué no? ¿Falté algo en la pasada? Enmendadlo hemos, que la noche es luenga.

LOZANA.- Disponé como de vuestro, con tanto que me lo tengáis secreto. ¡Ay, qué miel tan sabrosa! ¡No lo pensé! ¡Aguza, aguza, dale si le das, que me llaman en casa! ¡Aquí, aquí, buena como la primera, que no le falta un pelo! Dormí, por mi vida, que yo os cobijaré. Quite Dios de mis días y ponga en los tuyos, que cuanto enojo traía me has quitado. Si fuera yo gran señora, no me quitara jamás éste de mi lado. ¡Oh, pecadora de mí! ¿y desperteos? No quisiera.

RAMPÍN.- Andá, que no se pierde nada.

LOZANA.- ¡Ay, ay, así va, por mi vida, que también camine yo! ¡Allí, allí me hormiguea! ¿Qué, qué, pasaréis por mi puerta? Amor mío, todavía hay tiempo. Reposá, alzá la cabeza, tomá esta almohada. ¡Mira qué sueño tiene, que no puede ser mejor! Quiérome yo dormir.

AUTOR.- Quisiera saber escribir un par de ronquidos, a los cuales despertó él y, queriéndola besar, despertó ella, y dijo:

[LOZANA.-] ¡Ay, señor!, ¿es de día?

RAMPÍN.- No sé, que ahora desperté, que aquel cardo me ha hecho dormir.

LOZANA.- ¿Qué hacéis? ¿Y cuatro? A la quinta canta el gallo. ¡No estaré queda, no estaré queda hasta que muera! Dormí, que ya es de día, y yo también. Matá aquel candil, que me da en los ojos. Echaos y tirá la ropa a vos.

AUTOR.- Allí junto moraba un herrero, el cual se levantó a media noche y no les dejaba dormir. Y él se levantó a ver si era de día y, tornándose a la cama, la despertó, y dijo ella:

[LOZANA.-] ¿De dónde venís?, que no os sentí levantar.

RAMPÍN.- Fui allí fuera, que estos vecinos hacen de la noche día. Están las Cabrillas sobre este Horno, que es la punta de la media noche, y no nos dejan dormir.

LOZANA.- ¿Y en cueros saliste? Frío venís.

RAMPÍN.- Vos me calentaréis.

LOZANA.- Sí haré, mas no de esa manera. ¡No más, que estoy harta, y me gastaréis la cena!

RAMPÍN.- Tarde acordaste, que dentro yace que no rabea. Harta me decís que estáis, y parece que comenzáis ahora. Cansada creería yo más presto, que no harta.

LOZANA.- Pues, ¿quién se harta que no deje un rincón para lo que viniere? ¡Por mi vida, que tan bien batís vos el hierro como aquel herrero! ¡A tiempo y fuerte, que es acero! Mi vida, ya no más, que basta hasta otro día, que yo no puedo mantener la tela, y lo demás sería gastar lo bueno. Dormí, que almorzar quiero en levantándome.

RAMPÍN.- No curéis, que mi tía tiene gallinas y nos dará de los huevos, y mucha manteca y la calabaza llena.

LOZANA.- Señor, sí diré yo como decía la buena mujer después de bien harta.

RAMPÍN.- ¿Y cómo decía?

LOZANA.- Dijo: «harta de duelos con mucha mancilla», como lo sabe aquélla que no me dejará mentir.

AUTOR.- Y señaló a la calabaza.

RAMPÍN.- Puta vieja era esa; a la manteca llamaba mancillalobos.

LOZANA.- Luenga valga, júralo mozo, y ser de Córdoba me salva. El sueño me viene, reposemos.

RAMPÍN.- Soy contento; a este lado, y metamos la iglesia sobre el campanario.

AUTOR.- (Prosigue.) Era mediodía cuando vino la tía a despertarlos, y dice:

TÍA.- ¡Sobrino, abrí, catá el sol que entra por todo! ¡Buenos días! ¿Cómo habéis dormido?

LOZANA.- Señora, muy bien, y vuestro sobrino como lechón de viuda, que no ha meneado pie ni pierna hasta ahora, que yo ya me sería levantada sino por no despertarlo. Que no he hecho sino llorar pensando en mi marido, qué hace o dónde está que no viene.

TÍA.- No toméis fatiga, andá acá, que quiero que veáis mi casa ahora que no está aquí mi marido. Veis aquí en qué paso tiempo. ¿Queréis que os las quite a vos?

LOZANA.- Señora, sí, y después yo os pelaré a vos porque veáis qué mano tengo.

TÍA.- Esperá, traeré aquel pelador o escoriador, y veréis que no deja vello ninguno, que las jodías lo usan mucho.

LOZANA.- ¿Y de qué se hace este pegote o pellejador?

TÍA.- ¿De qué? De trementina y de pez greca, y de calcina virgen, y cera.

LOZANA.- Aquí donde me lo pusiste se me ha hinchado y es cosa sucia. Mejor se hace con vidrio sotil y muy delgado, que lleva el vello y hace mejor cara. Y luego un poco de olio de pepitas de calabaza y agua de flor de habas a la veneciana, que hace una cara muy linda.

TÍA.- Eso quiero que me vecéis.

LOZANA.- Buscá una redomilla quebrada; mirá qué suave que es, y es cosa limpia.

TÍA.- No curéis, que si os caen en el rastro las cortesanas, todas querrán probar, y con eso que vos le sabéis dar, una ligereza, ganaréis cuanto quisiereis, Dios delante. ¿Veis aquí dónde viene mi marido?

VIEJO.- Estéis en buen hora.

LOZANA.- Seáis bien venido.

VIEJO.- Señora, ¿qué os ha parecido de mi sobrino?

LOZANA.- Señor, ni amarga ni sabe a fumo.

TÍO.- ¡Por mi vida, que tenéis razón! Mas yo fuera más al propósito que no él.

TÍA.- ¡Mirá que se dejará decir! ¡Se pasan los dos meses que no me dice qué tienes ahí y se quiere ahora hacer gallo! ¡Para quien no os conoce tenéis vos palabra!

LOZANA.- Señora, no os alteréis, que mi bondad es tanta que ni sus palabras, ni su sobrino no me empreñarán. Vamos, hijo, Rampín, que es tarde para lo que tenemos que hacer.

TÍA.- Señora, id sana y salva, y torname a ver con sanidad.