En los ojos de Chessie se encendió una chispa de interés.
– Entonces, dime cómo puedo conseguirlo -le pidió.
– Siendo todo lo que lady Carew no es -le explicó Dev.
Chessie le miró boquiabierta.
– ¿Quieres que parezca fea y estúpida? No entiendo cómo va a poder ayudarme eso.
Dev sofocó una sonrisa. Por mucho que la detestara, era cierto que Susanna era una mujer bella e inteligente y no tenía sentido negarlo. Pocos hombres serían indiferentes a una mujer como ella. A algunos podía disgustarles su ingenio, pero Susanna era suficientemente inteligente como para fingirse tonta cuando estaba con ellos. Era difícil encontrar su punto débil, pero él estaba dispuesto a descubrirlo y a utilizarlo contra ella.
– Eres más joven que lady Carew, eso para empezar.
Chessie arqueó las cejas.
– ¿Eso es lo mejor que puedes decirme? ¿Qué soy un año o dos más joven que ella?
– Cuatro años -la corrigió Dev sin pensar.
Chessie le miró con el ceño fruncido.
– ¿Cómo lo sabes? -preguntó con una mirada demasiado penetrante para el gusto de Dev-. ¿Tan bien llegaste a conocerla en Escocia?
Íntimamente, de hecho.
Dev desvió la mirada hacia el lugar en el que Susanna, con la cabeza inclinada, leía su guía. Era una hermosa imagen en la que se conjugaban la belleza y la inteligencia. Superpuesta a aquella casta imagen, apareció la de una mujer hermosa y lasciva que había descansado en sus brazos una sola noche. Al calor del amor, la fría reserva de Susanna se había disuelto en el más fiero y apasionado deseo. Susanna no le había negado nada y él, embriagado por la necesidad de poseerla, había disfrutado de cada centímetro de su exquisito cuerpo. Su cuerpo se tensó al pensar en ello y rápidamente cerró la puerta a los recuerdos, relegándolos al oscuro rincón al que pertenecían. No podía volver a encender esa llama, sentirse arder de nuevo por ella. Era él el que tenía el control de la situación. Hacía años que había dejado de ser aquel joven testarudo que se había enamorado de Susanna.
– ¿Dev? -la mirada de Chessie se tornó burlona.
Dev se encogió de hombros, quitándole importancia a la pregunta.
– Solo me lo he imaginado -respondió-. Además, es viuda.
– Algo que a Fitz le encanta -dijo Chessie malhumorada-. Él prefiere a las mujeres mayores y sofisticadas.
– Como meretrices, no como esposas.
Chessie suspiró.
– ¿Crees que lo único que busca es una aventura? Porque a lo mejor si espero a que…
– Vales demasiado como para esperar sentada mientras Fitz toma a otra mujer como meretriz -le espetó Dev.
Estaba de mal humor y no eran solo las tumbas las que le estaban bajando el ánimo. Sabía que Susanna había puesto a Fitz en su punto de mira y que no estaba interesada en una simple aventura. Ver a su exesposa convertida en la amante de Fitz ya sería suficientemente desagradable. La mera posibilidad despertaba en él un enfado que Dev no quería analizar de cerca. Pero verla convertida en marquesa de Alton, le provocaba una reacción igualmente intensa en relación a su sentimiento de posesión, a la que había que sumar la furia por el hecho de que Susanna pudiera arruinar de manera tan fácil y despreocupada el futuro de Chessie. Cerró los puños. El sentimiento de posesión era absurdo cuando su matrimonio con Susanna había sido tan corto y hacía tanto tiempo que estaba acabado. Tampoco la furia le sería de ninguna utilidad. Lo que necesitaba para detener a Susanna era mantener la cabeza fría.
– A lo mejor podría convertirme yo en la meretriz de Fitz -propuso Chessie-. La quitaría el puesto y…
Dev la agarró del brazo.
– No digas eso ni en broma, Chessie -le advirtió entre dientes.
Por un momento, vio el miedo reflejado en los ojos de Chessie.
– Era solo una idea…
– Una idea muy mala -respondió Devlin, y la soltó. Intentó animarla-. Entre otras cosas, porque tendría que pegarle un tiro y entonces Emma ya no querría casarse conmigo.
Chessie rio llorosa.
– Lo cual, representaría únicamente una pérdida en términos económicos.
– Antes de que comenzara a comportarse como un estúpido, Fitz me gustaba.
– Eso es porque tenéis muchas cosas en común -contestó Chessie, expresando una poco halagadora verdad que solo una hermana podía permitirse el lujo de exponer sin temor a las consecuencias-. Los dos sois mujeriegos, os gusta el juego, los deportes y beber. Por lo menos, antes te gustaban todas esas cosas. Antes de conocer a Emma.
– Pero si hay algo que no me gusta es visitar mausoleos -replicó Dev.
Susanna caminaba en aquel momento por el pasillo, alzando la mirada hacia los mosaicos que embellecían la cúpula de la catedral. Mientras la observaba, un rayo de sol se filtró en medio de la penumbra e iluminó su pelo, dándole un aspecto etéreo e irreal, aunque Dev no era capaz de imaginar a nadie que tuviera menos que ver con un ángel. Fitz, sin embargo, parecía sobrecogido por aquella imagen.
– Deberías buscar a otro -le propuso Dev bruscamente a su hermana.
– Ya me ha resultado suficientemente difícil encontrar a Fitz -repuso Chessie-. ¿No te has dado cuenta de que no tengo una fila de pretendientes llamando a mi puerta?
– Tienes una buena dote -replicó Dev.
Alex, su primo, había retirado diez mil libras para el futuro de Chessie.
– Una dote modesta -le corrigió ella-. Nadie va a casarse conmigo por esa dote cuando hay ricas herederas de por medio. Sobre todo, teniendo en cuenta que no tengo relación con nadie influyente.
– Nos tienes a Alex, a Joanna y a mí.
– Lo que demuestra que tengo razón. No tengo ninguna relación con personas influyentes y las tengo con personas de lo más escandalosas.
Dev la agarró del brazo.
– Vamos. Yo me ocuparé de distraer a lady Carew mientras tú le preguntas a Fitz por la arquitectura de la catedral o algo parecido.
– ¿Y no podrías hacer eso de forma permanente? -preguntó Chessie esperanzada-. Me refiero a apartar a lady Carew de Fitz. Podrías fingir que estás enamorado de ella. E incluso intentar seducirla. Por lo que he oído decir, antes se te daban muy bien ese tipo de cosas.
– Ésa no es la clase de información que uno quiere que llegue a oídos de su hermana.
– No seas tan estirado. Hazlo por mí.
Seducir a Susanna…
La idea era tentadora. Perseguir a Susanna sin piedad, tumbarla en su lecho, saciar su deseo de aquel cuerpo intocable… Siempre había deseado lo que no podía tener. De hecho, el deseo le enloquecía de solo pensarlo.
Tomó aire y fijó la mirada en los rostros de los querubines que adornaban las columnas que tenía frente a él. No se le ocurría un lugar más inapropiado para albergar ese tipo de pensamientos.
– No funcionaría. Lady Carew es demasiado inteligente. Comprendería inmediatamente mis intenciones. Y probablemente, Emma se enteraría.
– ¿Dónde está Emma, por cierto? Normalmente, vive pegada a ti. Y la verdad es que se está mucho más a gusto sin ella -añadió.
– Emma está en casa, con dolor de oído. Y ésa es la razón por la cual, por una sola vez, puedo ayudarte a distraer a lady Carew.
– Como Emma se entere, serás tú el que acabarás con dolor de oídos -dijo Chessie con franqueza-. Y Freddie se asegurará de que se entere. Le encantan los chismes y puede ser muy malicioso con ellos -le miró-. Freddie hará todo lo posible para arruinar tus intenciones, lo sabes. Y lo hará por pura diversión.
– Ya tranquilizaré yo a Emma -le aseguró Dev.
– Ése será el trabajo de tu vida -comentó su hermana fríamente-. En eso consistirá tu futuro, en intentar poner de buen humor a la encantadora Emma durante los próximos cuarenta años, y todo a cambio de su dinero.
Avanzó decidida hacia la tumba de sir Joshua Reynolds, donde estaban Fitz, Susanna y Freddie, y deslizó la mano en el brazo de Fitz.