– ¿La función es esta noche? -preguntó Frazer con una cara muy larga-. Eso es para afeminados.
Frazer odiaba el teatro y etiquetaba a todo lo relacionado con aquel arte como algo excesivamente delicado. Dev sospechaba que aquella repulsión estaba relacionada con el viaje que había hecho al Ártico con Alex. Habían quedado encallados en el hielo y se habían visto obligados a entretenerse improvisando funciones teatrales durante un largo y oscuro invierno. Se disfrazaban de mujeres e interpretaban indistintamente los personajes femeninos y masculinos. Aquello, pensó Dev, era más que suficiente para enfurecer a cualquier escocés que se preciara de serlo. En realidad, tampoco él era muy aficionado al teatro. En su caso, aquella aversión procedía de una función a la que había asistido dos años atrás. Había tenido entonces la mala suerte de encontrarse con una antigua amante estando en compañía de Emma y de su familia. Había sido una situación de lo más embarazosa. Emma le había acribillado a preguntas. Quería saber quién era aquella mujer, cuándo la había conocido, con qué grado de intimidad y si había alguna probabilidad de que coincidiera aquella noche con otras de sus antiguas amantes. Desgraciadamente, la respuesta a aquella última pregunta era que sí, había muchas, pero Dev había sido suficientemente inteligente como para negarlo. Al final, Emma había terminado al borde del desmayo y Devlin deseando embarcarse en el primer barco que zarpara de los muelles.
– Esta noche representan El Jugador, de Wycherley -le explicó al mayordomo. Advirtió que Frazer retorcía el gesto todavía más-. A Emma le gusta el teatro.
Frazer emitió un poco comprometido gruñido con el que, sin embargo, conseguía expresar perfectamente su desaprobación hacia un hombre obligado a participar en determinados eventos sociales a petición de su prometida. Dev suspiró. Sabía exactamente lo que pensaba Frazer de su compromiso. También Alex y Joanna lo desaprobaban. Ninguno de ellos comprendía los demonios que le perseguían. Los recuerdos de un niño que, antes de que Alex le rescatara de las calles de Dublín, malvivía haciendo todo tipo de encargos para alimentar a su madre y a su hermana. Chessie era la única que compartía con él la inefable experiencia de ser hija de un jugador. Casarse con Emma era una garantía contra la pobreza y, en tanto que tal, Dev pensaba que merecía la pena pagar cualquier precio.
Aquella noche que se presentaba tan poco prometedora, no tardó en degenerar en algo peor. Chessie no había sido invitada puesto que, tal y como lady Brooke no había dudado en señalar, se trataba de un evento familiar. Dev encontró la cena extremadamente tediosa. Emma estaba de un pésimo humor, le ignoraba y flirteaba continuamente con Freddie Walters, pero asegurándose de que él lo notara. Mientras tanto, su futura suegra secundaba la actitud de su hija, ignorándole también, y Dev se vio obligado a entretenerse con una carne excesivamente cocinada y mantener una educada conversación con la anciana lady Brooke. Su futuro, sabía, estaría plagado de noches interminables como aquélla. Aunque aquél era un pensamiento en el que prefería no profundizar.
Una vez en el teatro, se unieron al grupo los duques de Alton, Fitz y Susanna. Era algo que Devlin no había anticipado. Disimuló el asombro inicial al ver a Susanna en la que había sido descrita como una reunión familiar, pero estaba estupefacto ante la rapidez con la que se había introducido en el círculo de los Alton. Se preguntaba si habría sido Fitz el que había pedido a sus padres que permitieran la presencia de Susanna. No le extrañaba, pensó sombrío, que Fitz hubiera caído rendido a los arteros encantos de Susanna, pero sí le parecía extraño que sus padres parecieran igualmente seducidos por ella. Los duques eran extraordinariamente tiquismiquis en todo lo relativo al rango y el linaje. A diferencia de su hijo, el duque tenía suficiente carácter como para no dejarse engañar por un rostro bonito y una figura cautivadora, incluso en el caso de que estuvieran acompañados por una notable fortuna.
– Buenas noches, lady Carew -la saludó Dev-. Qué sorpresa encontraros en una reunión familiar.
Susanna sonrió.
– A mí no me sorprende, sir James, que los duques hayan tenido la generosidad de incluirme en su círculo familiar.
Lo cual, pensó Dev con sombría ironía, además de demostrar el calor con el que había sido recibida en la familia, ponía en evidencia el frío trato que continuaba recibiendo él después de haber pasado dos años comprometido con Emma.
Susanna pasó por delante de él para sentarse en la parte trasera del palco. Fitz protestó rápidamente y la instó a colocarse en la primera fila, a su lado. Dev no pudo menos que admirarla como estratega. Aquella demostración de modestia había sido espectacular. Fitz era como la mantequilla entre sus dedos. Por muchos progresos que hubiera hecho Chessie el día anterior en el Gunters, no habían servido para nada. Susanna había vuelto a tomarle la delantera.
– Bien jugado -musitó.
No le pasó desapercibida la disimulada sonrisa que Susanna le dirigió. Una sonrisa acompañada de una expresión triunfal.
– Tengo mucha práctica -respondió Susanna con ligereza, de modo que solo él pudiera oírle.
– Es evidente.
Pero su sarcasmo encerraba mucha amargura. Estaba enfadado. Parecía fruto de la más refinada forma de tortura estar allí sentado, contemplando a la que había sido su primera esposa utilizando todo tipo de artimañas para atrapar al hombre que su hermana quería.
Pensó en el beso que había compartido con Susanna en el carruaje el día anterior, en el calor, la pasión y el deseo enloquecedor que había provocado. Su enfado subió un grado más. Susanna le había ganado en su propio terreno, le había dejado deseando mucho más. Sabía que Fitz era su verdadera presa. Y que era una consumada intrigante.
Por supuesto, podría advertir a Fitz. Podía decirle que Susanna no era lo que aparentaba, que era una cazafortunas. Una idea crecientemente tentadora. Sin embargo, no lo era tanto pensar en las posibles venganzas de Susanna.
Y Susanna era una mujer de tanto talento, y manejaba tan bien a Fitz, que quizá ya le hubiera dicho que había muchos que deseaban verla caer y hacían correr rumores maliciosos sobre ella. Dev podía imaginar la furia protectora que aquello desataría en un hombre tan estúpido como Fitz, que ya consideraba a Susanna como de su propiedad.
Y enfrentarse al marqués en un duelo no entraba dentro de sus planes.
Y no serviría de nada.
Dev observó a Susanna instalándose elegantemente en la silla. Aquella noche llevaba un vestido de color crema y oro. El escote era discreto. Seguramente, no quería ofender a los duques vistiéndose como la descarada que era, pero aun así, el diseño era suficientemente tramposo como para que, a pesar de su supuesta modestia, realzara su sinuosa figura. La delicada gasa resplandecía bajo la luz. Llevaba el pelo trenzado y coronado por una fina diadema de oro. Tenía un aspecto elegante, adinerado y tentador. Desde luego, Fitz parecía tentado e incluso Freddie Walters había abandonado a Emma con indecorosa precipitación para ayudar a Susanna a despojarse de su chal.
– Os ofrecería mi ayuda, lady Carew -se disculpó Dev cuando Fitz se apartó para ir a hablar con su tía-, pero puesto que Fitz es vuestro acompañante y Freddie ya os ha desnudado, queda poco trabajo para mí.
Susanna le fulminó con la mirada al oírle insinuar una relación íntima con Walters.
– No quiero obligaros a realizar ningún esfuerzo, Sir James -respondió con falsa dulzura-. He oído decir que últimamente vuestra especialidad consiste en no hacer nada -alzó la mirada y la posó durante unas décimas de segundo en Emma-. Al parecer, sois un explorador que habéis reducido vuestros viajes al trayecto entre St.James y Mayfair. Qué original por vuestra parte.