Se interrumpió bruscamente, consciente de que estaba proporcionando más información de la que pretendía. Dev, siempre tan astuto, había sido consciente de su desliz.
– Qué interesante -comenzó a decir lentamente-. Con la vida de la que disfrutáis, ¿por qué querríais escapar, lady Carew? ¿O de que querríais escapar? -preguntó Dev, recuperando también él el vos.
Se miraron a los ojos y, una vez más, Susanna sintió la afinidad que había entre ellos. Se obligó a desviar la mirada y se encogió despreocupadamente de hombros.
– Oh, solo pretendía decir que disfruto mucho del teatro.
– Sí, veo que os atrae -respondió Dev con cinismo. Se reclinó en su asiento-. ¿No preferís otro tipo de diversiones más activas? Como perseguir a jóvenes vástagos de la nobleza, por ejemplo.
– Nunca persigo a más de uno a la vez -respondió Susanna.
Experimentó un inmenso alivio al advertir que había conseguido distraer a Dev. Pero, al mismo tiempo, se apoderó de ella una sensación de vacío y pesar por no poder ser sincera con él.
– Fitz es mayor que yo. Sin embargo, habláis como si yo fuera una especie de asaltacunas.
– Es posible que sea mayor en años, pero es como si fuera un corderito al que estáis llevando al matadero.
Susanna ahogó una risa.
– Qué ridiculez. Fitz no es ningún joven ingenuo. Es un peligroso libertino.
– Lo que, evidentemente, no os asusta.
Susanna negó con la cabeza.
– Tengo demasiados años y experiencia como para que me asuste un libertino.
– ¿Quizá haya sido su mala reputación la que os atrae? Oh, lo olvidaba -dijo Dev, mirándola con estudiada insolencia-, vuestra propia falta de moralidad y principios debería ser suficiente para ambos.
El ambiente del teatro, sofocante en aquella húmeda y calurosa noche de verano, pareció congelarse de pronto.
– ¿Estáis intentando decirme algo, sir James? -preguntó Susanna con voz fría.
– Sí -respondió Dev-, y creo que tengo que ser sincero con vos -se interrumpió-. Estoy seguro de que sois consciente de que Fitz va a casarse con mi hermana Francesca, ¿no es cierto?
Su tono rotundo no entrañaba amenaza alguna, pero aun así, Susanna se estremeció. Sabía desde hacía tiempo que Dev no tardaría en lanzarle abiertamente su advertencia, y allí estaba, aquél era el momento que tantas veces había anticipado. Le miró por debajo de sus largas pestañas.
– Perdonadme, pero, ¿de verdad queréis que vuestra hermana se case con un marqués tan mujeriego?
Dev profundizó su sonrisa.
– Fitz no engañará a Chessie cuando estén casados -respondió con vehemencia-. Yo me encargaré de que lo entienda.
– Os estáis engañando a vosotros mismo -le advirtió Susanna. Esperó la respuesta de Dev, pero éste no dijo nada. Su rostro parecía esculpido en piedra-. Seguro que para vos representa una contradicción -no estaba segura de que debiera continuar con aquella conversación, pero no fue capaz de contenerse-. Queréis que Chessie se case con Fitz para que pueda disfrutar de todo aquello a lo que le dais valor. Queréis que tenga un título, dinero y estatus. Pero el precio a pagar es demasiado alto, ¿no es cierto? El precio de ver a vuestra hermana humillada por las infidelidades de su marido es excesivo como para…
Dev la interrumpió agarrándola por la muñeca.
– Vos también valoráis esas cosas, lady Carew -dijo entre dientes-. Queréis más dinero, y también un mejor título, de modo que no creo que estéis en condiciones de sermonearme.
Susanna se liberó de su mano y tomó aire para tranquilizarse y recuperar el control que había estado a punto de perder. Era peligroso hablar tan abiertamente. Sabía que estaba tocando un punto sensible para Devlin, pero al hacerlo, estaba cuestionando sus propias motivaciones. Dev pensaba que quería casarse con Fitz por su título y por su dinero. Y ella tenía que recordar que ésa era precisamente la idea que pretendía alimentar. Nadie podía sospechar cuál era su verdadera misión, o estaría perdida.
Acarició la gasa dorada del vestido.
– Es cierto. Adoro las telas caras -le dirigió una provocadora sonrisa-. La señorita Devlin y el marqués no están formalmente comprometidos, ¿no es cierto?
Dev la miró con el ceño fruncido.
– Digamos que hay cierto entendimiento entre ellos -Devlin endureció su tono.
– Un entendimiento -repitió Susanna. Suspiró-. Pero también los malentendidos son algo frecuente, ¿verdad, sir James? Una joven atractiva cree haber despertado el interés de un noble, pero de repente… -se encogió de hombros-, aparece una mujer más atractiva y capaz de distraer la atención de este último.
– Una persona peligrosa y manipuladora -dijo Dev. Había abandonado toda apariencia de cortesía. Una abierta antipatía teñía sus palabras-. Permitidme que sea sincero, lady Carew. Asumo que vuestra intención es apartar a Chessie y casaros con Fitz, ¿no es cierto?
– Eso no es asunto vuestro -replicó Susanna.
– Os equivocáis -le advirtió Dev-. Claro que es asunto mío. En tanto que vuestro exmarido…
– Tenía la impresión de la palabra exmarido, implicaba que el matrimonio había terminado. No creo que un exmarido juegue papel alguno en las decisiones de su exesposa. Repito, esto no es asunto vuestro.
Dev cambió de postura y se alejó de ella, lo que permitió que Susanna volviera a respirar. Presionó las manos en el regazo y deseó que Fitz regresara para que Dev se viera obligado a abandonar aquel interrogatorio. Cerró los ojos con fuerza. Pero sus ruegos no fueron escuchados porque cuando volvió a abrir los ojos, Fitz continuaba sin aparecer y Dev la observaba con expresión especulativa.
– Hay algo sospechoso en todo esto -comenzó a decir Dev lentamente.
A Susanna le latía con fuerza el corazón.
– ¿En qué exactamente?
– Fueron los duques de Alton los que os presentaron a Fitz -recordó Dev-. Los duques pertenecen a lo más granado de la alta sociedad y, seguramente, no les gustaría que su hijo se casara con la viuda de un barón de pasado desconocido, por rica que fuera -la miró con los ojos entrecerrados-. Fitz podría hacer un matrimonio deslumbrante con muchas damas de la alta sociedad. Vos sois una auténtica don nadie y, aun así, los duques parecen apoyaros. Me pregunto por qué.
Susanna sentía cómo se le erizaba el vello de la nuca, a modo de advertencia. No podía vacilar en aquel momento. Dev se abalanzaría sobre cualquier muestra de inseguridad.
– Supongo que los duques consideran que una viuda rica es preferible a permitir que se fugue con una irlandesa que no tiene un penique.
Dev negó con la cabeza.
– Los Alton dan mucha más importancia al linaje que al dinero. Jamás os aceptarían como esposa para su hijo. De modo que no puedo dejar de preguntarme a qué se debe el apoyo de los duques -sonrió-. Así que creo que empezaré a hacer algunas averiguaciones.
Susanna sintió el miedo atenazándole la garganta. No había absolutamente nada que pudiera relacionarla directamente con los duques. Dev jamás imaginaría que estaba trabajando para ellos. La había contratado el abogado de la familia Alton, el señor Churchward, y era él el que pagaba sus cuentas. Solo se había reunido con los duques en una ocasión. Aun así, Dev era muy astuto al deducir que su conducta era extraña. Tendría que tener mucho cuidado, sobre todo porque su supuesto matrimonio con un tal sir Edwin Carew no era más que el escaparate que le permitía hacerse pasar por una viuda rica y sofisticada. Bajo ningún concepto podía permitir que Dev descubriera la verdad, que se enterara de que, en realidad, le estaban pagando para que se interpusiera entre Fitz y Francesca.
– Podéis hacer todas las averiguaciones que queráis -contestó, fingiendo un bostezo-, si os apetece y podéis perder el tiempo. Pero no hay ningún misterio en todo esto. El duque y sir Edwin eran buenos amigos.