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Susanna corrió hacia ella y le tomó las manos. Las encontró frías como el hielo.

– Señorita Devlin… -comenzó a decir-. Chessie…

Chessie estalló en llanto. Susanna le pasó el brazo por los hombros y la condujo hacia el salón.

– Por favor, Margery, prepara un té -le pidió a la doncella por encima del hombro-. Fuerte. Y tan rápido como puedas.

Guío a Chessie hasta el sofá y se sentó a su lado. Chessie se movía con rigidez, como si todo el cuerpo le doliera.

– ¿Qué ocurre? -preguntó Susanna, sin soltarle las manos-. ¿En qué puedo ayudarte?

Chessie alzó la mirada. Tenía los ojos, azules como los de Devlin, anegados en lágrimas.

– No sé con quién podría hablar. No sé qué hacer. Estoy embarazada de Fitz y él… -un sollozo le quebró la voz-. Se lo he dicho y él ha dicho que no piensa hacer nada, que no le importa. Que circulan rumores sobre mi falta de castidad, de modo que no tiene la seguridad de que ese hijo sea suyo. Estoy destrozada… -sus palabras terminaron con una explosión de lágrimas.

Susanna la atrajo hacia ella y la abrazó hasta que cesaron las lágrimas. Chessie retrocedió, se sorbió la nariz y alargó la mano hacia su pañuelo. Estaba ya empapado y desgarrado por los inquietos dedos de Chessie. Susanna le ofreció un pañuelo limpio.

– Gracias -Chessie se sonó con fuerza la nariz, alzó la mirada y frunció ligeramente el ceño, como si estuviera empezando a recuperarse-. En realidad no sé por qué he venido aquí. Lo siento mucho…

Susanna posó la mano sobre la suya para evitar que se levantara.

– Has venido porque no podías hablar con nadie más y has pensado que yo podría entenderte. Y así es. Ahora… -esperó a que Margery, que acababa de llegar en ese momento, sirviera el té-, tómate esto. Olvídate del brandy… Cuando uno sufre una impresión como la tuya, el té es lo mejor.

Chessie obedeció. Sostuvo la taza con las dos manos, como si ansiara sentir el calor de aquel brebaje.

– No podía decírselo a lady Grant -le explicó al cabo de un momento-. Ni a Devlin -le tembló la voz-. Sufrirían un fuerte desengaño. Dev siempre se ha preocupado mucho por mí. Quería lo mejor para mí.

– Lo sé.

– Hizo todo lo que estuvo en su mano para protegerme. Pidió en las calles, robó para que yo pudiera ir al colegio. Hizo que Alex se responsabilizara de nosotros. Me enviaba dinero cuando estaba en la Marina. Y lord Grant y su esposa… -hipó con tristeza-. En realidad tienen muy poco dinero. Alex… lord Grant, lo invirtió todo en la propiedad que tiene en Escocia para intentar sacarla adelante. Pero aun así, se mostraron dispuestos a ofrecerme un hogar y una dote cuando… -arrugó el rostro en un puchero-. Bueno, eso ya no ocurrirá -cerró los ojos un instante-. Por eso no puedo decírselo. No me atrevo. Les he fallado.

– No ha sido culpa tuya -la defendió Susanna con fiereza. El dolor y la pena le atenazaban la garganta-. Fitz ha tenido un comportamiento inexcusable.

Se interrumpió al ver que Chessie negaba con la cabeza.

– No, la culpa ha sido mía. Es cierto que Fitz me sedujo, pero yo podría haberle rechazado. Él no me obligó. En absoluto -un ligero ceño oscureció su frente-. Empezó todo con una partida de cartas, hace dos meses, justo antes de vuestra llegada a Londres -sonrió débilmente-. Fitz me enseñó a jugar al faro, y me pareció apasionante. Me temo que llevo el juego en la sangre -sostenía la taza con fuerza, extendiendo los dedos para disfrutar de su calor-. De modo que empecé a perder. Le debía a Fitz un montón de dinero, así que él sugirió… -volvió a interrumpirse-. Pero la culpa no fue suya. Me gustaba lo que hacíamos.

Susanna tuvo que apretar los labios para no contradecir a Chessie. Si Fitz había obtenido favores sexuales de Chessie para saldar deudas de juego, era el ser más inmundo y despreciable de la tierra. La culpa solo podía recaer en él.

– Yo pensaba que me amaba -continuó Chessie con voz queda. Parecía derrotada-. Yo le quise desde el primer momento y quería complacerle -esbozó una sonrisa de pesar-. Incluso ahora le amo. Comprendo que todo esto es culpa suya, pero aun así… me casaría con él si me quisiera.

Susanna vio la determinación en su rostro, a pesar de la tristeza. No había muchas mujeres, pensó, que tuvieran la lucidez de reconocer los defectos del hombre al que amaban, que no se engañaran sobre sus virtudes, pero, aun así, tuvieran el valor, o la imprudencia, de amarlos.

– ¿Estás segura de que de verdad quieres a Fitz? Te mereces algo mucho mejor.

Chessie soltó una risa a la que siguió otro sollozo.

– No esperaba oír eso de vuestros labios, lady Carew.

Susanna vaciló un instante. Quizá aquél no fuera el mejor momento para confesarle a Chessie la verdad sobre su identidad y de sus propios planes con Fitz. Pero lo único importante era ayudarla.

– No puedo evitarlo. Le quiero. Ésa es la razón por la que me entregué a él. Le amaba y pensaba que él también me amaba. Además… -hizo un gesto de desesperación-. Ahora ya es demasiado tarde. Nadie será capaz de quererme, sabiendo que estoy embarazada de otro hombre.

– Si un hombre realmente quiere a una mujer… -comenzó a decir Susanna.

Pero se interrumpió. Ni siquiera estaba segura de creerse sus propias palabras. Había muchos hombres buenos en el mundo. A pesar de todo lo que había sufrido, todavía no era tan cínica como para creer lo contrario. Pero también había un buen número de canallas como Fitz, y otro buen número de pedantes y estúpidos que exigían la virginidad a sus esposas mientras iban presumiendo de sus salvajes hazañas.

Chessie sollozó.

– Sé que pretendéis ser amable conmigo, pero ambas sabemos que he arruinado mi vida.

– Tienes que decírselo a tu hermano. Él te ayudará.

– No -Chessie le agarró las manos con un gesto convulso-. Devlin -se le quebró la voz-. ¡No quiero decepcionarle! No me atrevo a decírselo. Me advirtió que no me convirtiera en la meretriz de Fitz, sabiendo cómo era -se frotó los ojos-. Si se enterara de lo que ha pasado, me odiaría.

Susanna oyó voces en el vestíbulo y sintió una punzada de ansiedad.

– Tu hermano está aquí -le explicó rápidamente, antes de darse cuenta de que Chessie ya había reconocido su voz.

– ¿Habéis enviado a buscarle? -exclamó Chessie con una mirada acusadora.

– En realidad, ya estaba aquí -le aclaró Susanna-. Ha estado aquí toda la noche. Debería habértelo dicho, pero pensaba que era más importante averiguar lo que te pasaba e intentar ayudarte.

Chessie abrió los ojos como platos.

– Devlin y vos… -dijo lentamente-. Pero hace varias semanas le pedí que os sedujera para alejaros de Fitz y se negó… -se interrumpió.

– Bueno, a lo mejor ha cambiado de opinión.

Se sentía ligeramente mareada y profundamente dolida. Las palabras de Chessie la habían herido, pero no podía decir que la hubieran sorprendido. Sabía que Dev se sentía fieramente atraído hacia ella, pero no esperaba de él sentimientos más profundos. Sencillamente, le dolía verlo confirmado de una forma tan inesperada y brutal.

– Lo siento -se disculpó Chessie de pronto-. Me temo que he sido terriblemente descortés.

– Por favor, no te preocupes -respondió Susanna, dejando de lado su propio sufrimiento y esbozando una sonrisa-. Devlin y yo sabemos exactamente el tipo de relación que tenemos.

– ¿Qué tipo de relación tenemos, Susanna?

Dev había oído sus palabras mientras entraba en el salón sonriendo con amabilidad. Pero se detuvo en seco al ver a su hermana.

– ¿Chessie?

Chessie rompió a llorar en cuanto le vio. Dev miró a Susanna horrorizado y se arrodilló a su lado. Chessie comenzó a hablar, enlazaba frases y palabras inconexas, pero el significado era suficientemente claro. Y devastador. Susanna observaba el rostro de Dev mientras escuchaba las palabras de su hermana. Estaba muy pálido, con la expresión endurecida y los ojos llameantes.