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Maura. La amargura de aquella pérdida le atenazaba la garganta. Era consciente de hasta qué punto se había desplegado la tragedia desde el instante en el que, haciendo gala de una gran irresponsabilidad, se había fugado con ella. Amelia, resentida contra él y deseando venganza, Susanna, joven, temerosa de lo que había hecho, e intentando cumplir con su deber. Sus tíos repudiándola y ella luchando para sobrevivir. Sentía enfado y resentimiento contra todo aquello que les había separado, pero sabía que ambas reacciones, aunque naturales, no tenían ningún sentido. Lo harían mejor en aquella ocasión, se prometió. Y nada se interpondría entre ellos.

Miró el semblante pálido de Susanna. Apenas estaba comenzando a comprender a aquella mujer tan complicada e independiente con la que se había casado nueve años atrás. Sabía por fin lo duramente que había tenido que luchar contra todo, cómo había sobrevivido a una tragedia que había estado a punto de acabar con ella, cómo había encontrado el amor y la responsabilidad para hacerse cargo de dos niños huérfanos, porque ella era todo lo que tenían. Se sentía orgulloso de ella. Era valiente, fuerte y la admiraba en lo más profundo. Por un breve instante, presionó los labios contra su pelo y la sintió moverse entre sus brazos. Susanna le miró a los ojos. Dev vio en ellos algo que hizo que el estómago le diera un vuelco. Un sentimiento completamente desconocido aguijoneó sus sentidos.

– Ya estamos en casa.

Acababan de llegar a la casa que Alex Grant poseía en Londres. Se aclaró la garganta, sintiéndose de pronto confundido, inseguro. Como si estuviera al borde del abismo.

Susanna le dirigió una mirada insondable.

– En ese caso, me gustaría bajar y entrar en la casa sin tu ayuda, Devlin. No tienes por qué llevarme en brazos. No voy a salir huyendo y prefería que lord Grant y lady Grant me vieran entrando por mi propio pie.

Dev disimuló una sonrisa.

– Por supuesto -contestó muy serio.

Le tendió la mano para ayudarla a bajar del coche y la condujo al interior de la casa, preguntándose cómo iba a abordar con Alex y Joanna el hecho de que Susanna y él necesitaban un techo sobre sus cabezas durante una temporada.

Afortunadamente, Joanna les puso las cosas muy fáciles, porque en cuanto salió a recibirles al vestíbulo, le tendió ambas manos a Susanna.

– ¡Lady Carew! -exclamó-. Chessie nos ha contado todo lo que habéis hecho para ayudarla -miró a Dev y después a Susanna con una expresión sospechosamente luminosa-. Pobrecilla. Me hubiera gustado que confiara en mí, pero me alegro de que haya recurrido a vos.

Un pequeño ceño oscurecía su frente. Dev sabía que se estaba preguntando por qué demonios había ido Chessie a pedir ayuda a Susanna, pero era demasiado educada como para preguntarlo.

Susanna también había recuperado su aplomo.

– Espero que el marqués de Alton haya presentado sus respetos.

– Hace una hora estuvo por aquí -contestó Joanna, perpleja-. Debo admitir que ha sido muy elegante. Chessie está muy contenta. Se casarán la semana que viene -volvió a interrumpirse y añadió con dureza-: Es una pena que sea un sinvergüenza. En realidad, me habría gustado que Alex le sacara de esta casa a latigazos, pero supongo que no habría sido lo más conveniente.

– No, por tentador que suene, no habría sido la mejor forma de comenzar un matrimonio -le aseguró Devlin.

– Supongo que a ti te entraron ganas de hacerle algo mucho peor.

– Sí, quería retarle a duelo, pero Susanna me lo impidió.

Miró sonriente a Susanna y vio que ésta se sonrojaba ligeramente.

Joanna arqueó las cejas.

– ¿De verdad? Lady Carew…

– En realidad, es lady Devlin. Susanna es mi esposa. Te pido disculpas por presentarnos aquí de esta manera, pero no teníamos ningún otro lugar a donde ir. ¿Alex está libre? Necesito hablar con él.

– Devlin… -dijo Susanna, y Dev sintió una extraña emoción al oírla pronunciar aquellas palabras en el tono en el que cualquier esposa le habría reprobado su conducta-. Lady Grant, os ruego que me disculpéis. Los hombres pueden ser muy bruscos. Van directos hacia su objetivo sin que medie ninguna explicación alguna.

– Bueno -contestó Joanna alegremente, y agarró a Susanna del brazo-, estoy segura de que podremos arreglárnoslas sin él -se volvió hacia Dev-. Alex está en la biblioteca, Devlin, pero me temo que lady Brooke está con él. De hecho, ha venido a buscarte. Al parecer, han perdido a lady Emma que, supuestamente -añadió con cierta aspereza-, era tu prometida.

Se volvió hacia Susanna.

– Perdonadme, lady… Devlin, ¿pero vuestro matrimonio ha sido algo reciente?

– Llevamos nueve años casados -contestó Devlin.

Vio que Susanna se ruborizaba con más fuerza. Comprendió entonces que estaba nerviosa y sintió la inmediata necesidad de protegerla. ¿Quién habría pensado que su aguerrida aventurera pudiera sentir la menor timidez? Aquella idea le hizo sonreír. Fue entonces consciente de que la estaba mirando como un joven ingenuo deslumbrado por la belleza de una mujer y rápidamente cambió de expresión.

– ¿Has dicho que han perdido a Emma?

– Por lo visto se ha fugado a Gretna Green -contestó Joanna, haciendo esfuerzos para no sonreír-, y con un hombre muy peligroso: Tom Bradshaw -sacudió la cabeza-. Lady Brooke no estaba muy contenta.

– ¿Emma se ha fugado? -preguntó Dev con incredulidad.

– Hace tres días -confirmó Susanna-. Pero lord y lady Brooke acaban de enterarse -sacudió de nuevo la cabeza-. Pensaban que estaba encerrada en su habitación porque le dolía la cabeza.

– Dios santo -musitó Dev.

En ese momento, se abrió la puerta de la biblioteca y apareció lady Brooke seguida de Alex Grant, patentemente agobiado.

– ¡Devlin!

La condesa de Brooke se dirigió a Devlin por su nombre por primera vez desde que éste podía recordar.

– Había enviado a buscarte -apretó los labios-. ¡Es increíble, Devlin, Emma se ha fugado con un hombre que trabaja para ganarse la vida!

– ¿Podría sugeriros que volvamos a la biblioteca? -intervino Alex-. Allí estaremos más cómodos que en el vestíbulo.

Joanna se volvió hacia Susanna.

– Lady… Ah -advirtió el riesgo antes de caer en él-. Susanna, ¿te gustaría tomar un té conmigo mientras los demás tratan este asunto?

Dev tomó la mano de Susanna.

– Joanna se ocupará de ti -dijo, y bajó la voz-. Pronto estaré de nuevo contigo.

Susanna asintió. Por un instante, cerró los dedos alrededor de los de Devlin y éste deseó abrazarla para aliviar sus miedos.

– Todo saldrá bien -le aseguró.

Susanna sonrió tímidamente y asintió.

Lady Brooke contempló aquel intercambio con el ceño fruncido.

– Emma me dijo que conocías a esta mujer -comentó en un tono muy desagradable. Se volvió hacia lord Grant-. No confiéis en ella. Es una aventurera.

– Vamos a la biblioteca -respondió Alex precipitadamente, al reparar en la expresión tormentosa de Devlin-. Lamento la ruptura de tu compromiso, Devlin -añadió con el semblante impasible-. ¿Joanna te ha puesto al tanto de la noticia? -miró a la condesa-. Al parecer, lady Emma y el señor Bradshaw se fugaron a Gretna hace varios días, pero lord Brooke y lady Brooke no han reparado en su ausencia hasta hoy.

– ¡Creía que Emma estaba enferma! -le espetó la condesa-. Obviamente, no quería molestarla. Pensaba que su doncella atendía sus necesidades.

– Al parecer, era Bradshaw el que estaba atendiendo sus necesidades -musitó Alex en voz baja, para que solo Dev pudiera oírle.

Lady Brooke se frotó la frente, ladeando involuntariamente su turbante.

– ¿Dónde ha podido conocer a una persona como Bradshaw? -preguntó en tono autoritario-. ¿Y por qué va a querer casarse con él? Es hijo ilegítimo y no tiene dinero. Es peor candidato que tú -le dirigió a Dev una mirada acusadora-. No puedo imaginarme cómo ha podido desarrollar el gusto por tan bajas compañías -abrió su bolso-. En cualquier caso, no tengo nada que añadir. No puedo decir que lamente haberte perdido como yerno, Devlin, aunque la alternativa es infinitamente peor.