Выбрать главу

Sonó con fuerza la campana de la puerta. Susanna alzó la mirada de los fardos de batista y muselina que caían en cascada sobre el mostrador y sintió que la tierra se abría bajo sus pies. Porque Devlin estaba en la puerta del establecimiento. Estaba increíblemente atractivo con el uniforme de la Marina. Susanna tuvo la sensación de que la tienda comenzaba a girar lentamente. Por un momento, pensó que iba a desmayarse. Vio a Devlin acceder al interior de la tienda y cerrar la puerta tras él. Para entonces, toda la clientela femenina estaba mirándole ya sin disimular su fascinación. La compañera más joven de Susanna se abstrajo de tal manera de su trabajo que toda una bobina de tela terminó en el suelo. Dev la recogió y se la devolvió con una sonrisa y una palabra amable, y Susanna pensó que su compañera iba a desmayarse de emoción.

Dev avanzó hasta colocarse delante de Susanna. Había una leve sonrisa en sus ojos azules mientras la miraba. Susanna sentía la garganta seca, como de serrín. El corazón comenzó a latirle con fuerza.

– Susanna.

Una sola palabra y Susanna se dijo que también ella iba a desvanecerse. Tomó aire y se aferró al borde del mostrador para no perder el equilibrio.

– ¿Puedo ayudaros en algo, señor? -preguntó muy educadamente-. ¿Estáis interesado en nuestra mercancía?

La sonrisa de Dev se tornó en una sonrisa abiertamente picara.

– No, estoy más interesado en vos. Me gustaría hacer una oferta.

La señorita Alisson, otra de las empleadas de la tienda, que estaba en aquel momento a la izquierda de Susanna, soltó una exclamación ahogada.

– Lo siento, señor -contestó Susanna muy fría-. Éste no es esa clase de establecimiento y yo no soy de esa clase de mujeres.

Dev profundizó su sonrisa.

– Oh, claro que lo eres -musitó. La tomó por la barbilla y se la alzó para poder mirarla a los ojos-. Y ahora mismo, vas a salir conmigo de la tienda y no vas a mirar atrás.

Susanna le sostuvo la mirada.

– Eso depende de los términos de vuestro ofrecimiento, señor -contestó, provocando otra exclamación de la estupefacta dependienta-. No me vendo barato.

Dev la miró a los ojos durante largo rato. Había en ellos desafío y diversión, pero también otro sentimiento que hizo que a Susanna le diera un vuelco el corazón.

– Te amo, Susanna Burney -se declaró entonces Devlin-. Te amaba cuando nos conocimos hace nueve años, te amaba en Londres y te amaré hasta que muera. ¿Esos términos son suficientes para ti?

Susanna oyó que la señorita Alison emitía un gemido a medias entre la pasión y la envidia. Sacudió la cabeza, intentando ignorar el errático latir de su corazón.

– Ese tipo de palabras son las que conducen a una chica inocente a la perdición, sobre todo cuando provienen de un caballero tan atractivo como vos.

– Pero como tú ya me conoces íntimamente -susurró Dev, con los labios a solo unos centímetros de los suyos-, sabes que soy un hombre sincero. Jamás en mi vida he querido casarme con nadie que no fueras tú.

Susanna retrocedió al instante.

– Eso no es cierto -le reprochó-. Querías casarte con Emma.

– Quería casarme con el dinero y el título de Emma -la corrigió-. Si hubiera querido casarme con ella, lo habría hecho hace tiempo.

– No tienes corazón -dijo Susanna, incapaz de disimular la sonrisa que comenzaba a asomar a sus labios.

– Mi corazón es tuyo, y lo sabes, Susanna -le tomó las manos.

Susanna le sintió temblar ligeramente y aquello le contagió la fuerza de su emoción.

– Nadie puede predecir el futuro -continuó diciendo Dev-, pero si confías en mí, me aseguraré de que no te arrepientas de volver a mi lado, Susanna. Mientras quede el mínimo aliento en mi cuerpo, seré tuyo y tú serás la estrella que guíe el camino a mi hogar.

Susanna parpadeó para contener las lágrimas de emoción.

– Lo comprendes… -susurró.

– Comprendo que has tenido mucho miedo, y me aseguraré de que no vuelvas a sentirte sola nunca más.

Se inclinó sobre el mostrador y la besó. Susanna sintió entonces que su corazón se expandía con una felicidad deslumbrante.

– Te quiero -susurró contra sus labios.

Le sintió sonreír antes de volver a besarla.

– ¡Señorita Burney! -La señora Green salió corriendo de la trastienda al ver a su nueva empleada abrazando con pasión a un capitán de la Marina-. ¿Qué significa todo esto? ¡Es posible que esta conducta se le consienta en Edimburgo, pero en Oban no la permitimos!

– Bueno, por lo menos esta vez has utilizado tu verdadero nombre, Susanna -comentó Dev mientras la soltaba. Saludó a la señora Green con una elegante reverencia-. ¿Cómo estáis, señora? Soy el marido de la señorita Burney, sir James Devlin. De modo que, en realidad -miró a Susanna y sonrió-, Susanna es lady Devlin.

– ¿Lady Devlin? -la señora Green le dirigió a Susanna una mirada de profundo recelo.

Susanna comprendía que se estaba debatiendo entre la desaprobación y el miedo a que Devlin estuviera diciendo la verdad y estuviera a punto de enemistarse con un miembro de la alta sociedad.

– ¿Lady Devlin está trabajando en mi tienda?

– Me temo que ya no -contestó Dev alegremente-, pero quiero agradeceros que le hayáis proporcionado un trabajo mucho más respetable que el negocio al que antes se dedicaba.

– Bueno, en ese caso, supongo que debo desearos felicidad -replicó la señora Green.

– Gracias -contestó Dev. Le tendió la mano a Susanna-. Ya no tendrás que volver a huir -le dijo suavemente.

Una vez en la calle, expuestos al azote del viento y a la sombra del malecón, Susanna se detuvo y posó una mano en su pecho.

– Devlin, ¿estás seguro? No he sabido confiar en dos ocasiones y… -se interrumpió.

Dev cubrió la mano que posaba en su pecho.

– No tendrás que hacerlo todo sola, Susanna -le dijo con voz queda. Su semblante se oscureció-. Rory me contó que habías perdido a tu padre en la guerra. Ahora entiendo por qué tenías tanto miedo a arriesgarlo todo años atrás, y también por qué huiste de Londres.

– ¿Te lo ha contado Rory? -preguntó Susanna estupefacta.

– Le vi ayer, cuando venía de camino hacia aquí -contestó Dev con obvia satisfacción-. Fue él el que me dijo dónde podía encontrarte. Es un buen muchacho -añadió-. Estuvimos jugando al cricket. Está deseando salir de aquella casa. Solo me dio permiso para casarme contigo cuando comprendió que, en cuanto acabáramos la luna de miel, iríamos a buscarlos tanto a él como a su hermana.

– ¿Casarnos? ¿Luna de miel? -preguntó Susanna desconcertada.

– Tu conversación parece haber perdido la chispa -musitó Dev, rozando sus labios-. No haces nada más que repetir lo que yo digo -le agarró la mano-. Vamos.

– ¿Pero adonde? -preguntó Susanna mientras Devlin le hacía acelerar el paso de tal manera que prácticamente corrían.

– Hoy es nuestro aniversario de boda. ¿Lo habías olvidado?

Caminaron hasta llegar a una capilla situada en lo alto de un promontorio. Lo alcanzaron justo en el momento en el que el sol comenzaba a esconderse tras las montañas distantes y sus rayos acariciaban un mar de plata líquida. Dev abrió la puerta y accedió al interior. Hacía frío y las motas de polvo danzaban en los haces de luz de las vidrieras.

– No hay nadie que sea testigo de nuestros votos -le explicó Dev mientras la conducía ante el altar-, pero sé que nuestras palabras serán escuchadas.

Sacó la alianza que llevaba en el bolsillo y se la deslizó a Susanna en el dedo.

– Un principio y un final -le dijo-. El eterno retorno.

Volvió a besarla y, aquella vez, fue un beso cargado de amor y promesas. Permanecieron allí durante largo rato, frente a las piedras de la iglesia bañadas por el sol, observando la puesta del astro solar.

Minutos después, Dev comenzó a moverse, le hizo a Susanna agarrarle del brazo, cruzaron la desvencijada puerta del jardín de la iglesia y comenzaron a subir un camino empedrado. Caminaban lentamente, con las cabezas inclinadas y muy juntos.