Выбрать главу

—¿Entonces con quién estás enojado?

—¡Con Padre! ¿Con quién crees? Una visión… No puedo creerlo. ¡Pensé que Drotik respondería que no se burlaba de Padre, sino de otra persona, que de dónde sacaba la idea de que el personaje era Wetchik, que sólo un tonto cometería la idiotez de pensar que el honorable Wetchik recibía visiones del Alma Suprema!

—Madre lo cree.

—Madre ha renovado su contrato todos los años desde el año en que fuiste concebido. Obviamente no es muy objetiva cuando se trata de juzgarlo a él. ¿Tú le crees? ¿Le cree alguien que no haya dormido con él?

—No lo sé. Ni siquiera sé quién se ha enterado.

—Te diré una cosa. Dentro de seis horas toda Basílica estará al corriente. ¡Mataría a ese viejo pedorro…!

—Cálmate, no hablas en serio…

—¿No? ¿Crees que no me gustaría asestarle este puño en la jeta? —Meb gritó su próxima frase a un peatón—. ¡Yo te haré ver visiones, charlatán, mercader de plantas!

La gente se detuvo en la calle.

—Ya. Conque Padre te avergüenza a ti.

Yo no te he pedido que me siguieras. Tú me viniste detrás, y si no te gusta estar conmigo puedes ahogarte en tu propio moco, no me opongo.

—Vamos a casa —dijo Nafai, pues no sabía qué otra cosa decir.

5. RUEDAS

Pero esa noche Nafai hubiera preferido no estar en casa. Tenía esperanzas de que Padre estuviera en otra parte y Meb pudiera calmarse antes de que hablaran. Pero no, claro que no. Padre quería hablar con Meb. Ya había pasado una hora hablando con Elemak —Nafai no lamentaba haberse perdido esa escena— y ahora parecía tener la ilusión de que quizá pudiera persuadir a Meb de creer en su visión.

Los gritos comenzaron en cuanto Mebbekew localizó a Padre en su estudio. Nafai conocía esas discusiones, así que se retiró sin demora a su habitación. Al pasar por el patio vio a Issib asomado en la puerta. Otro refugiado, pensó Nafai.

Durante una hora sólo se oyó el murmullo de la voz de Padre, quizá tratando de explicar su visión, interrumpido en ocasiones por el penetrante alarido de Mebbekew, con comentarios que oscilaban entre la acusación y la burla. Luego estallaron los reproches: Mebbekew quejándose de que Padre humillaba a la familia, Padre alegando que Meb deshonraba a la familia trabajando de enmascarado. Padre empezó a gritar y Mebbekew a explicarse, lo cual prolongó la riña una hora más, hasta que Meb se marchó de la casa hecho una furia y Padre fue a los establos a cuidar los animales hasta que consiguió calmarse.

Sólo entonces Nafai se atrevió a ir a la cocina para comer su primera comida del día, pues desfallecía de hambre. Para su asombro, encontró allí a Elemak e Issib.

—Elya, no sabía que estabas aquí —afirmó Nafai. Elemak lo miró sin entender; luego recordó.

—Olvídalo —dijo—. Esta mañana estaba enfadado, pero no es nada. Olvídalo.

Nafai se había olvidado, con todo lo que había ocurrido, que Elemak le había advertido que no regresara a casa.

—Supongo que ya lo olvidé —dijo.

Elemak lo miró de mal talante y siguió comiendo.

—¿Qué he dicho?

—No importa —dijo Issib—. Estamos pensando qué hacer.

Nafai fue hasta la nevera y revisó la comida que Truzhnisha guardaba allí para estas ocasiones. Desfallecía de hambre pero nada le apetecía.

—¿No hay nada más?

—No, tengo el resto escondido en los pantalones —contestó Issib.

Nafai escogió algo que en un tiempo le gustaba, aunque esta noche no le atraía. Mientras lo calentaba, se volvió hacia los otros dos.

—¿Y qué hemos decidido? Elemak no lo miró.

—No hemos decidido nada —respondió Issib.

—¿Qué? ¿De pronto soy el único chiquillo de la casa, mientras los hombres toman las decisiones?

—En efecto, sí —dijo Issib.

—¿Y qué decisiones tomaréis? ¿Quién puede tomar decisiones, aparte de Padre? Es su casa, su negocio y su dinero, y es su nombre el que provoca risas en toda Basílica.

Elemak sacudió la cabeza.

—No en toda Basílica.

—¿Quieres decir que hay alguien que no se ha enterado?

—Quiero decir que no todos se ríen.

—Pues se reirán si esa sátira dura mucho tiempo. Vi un ensayo, Meb actuaba bastante bien. Claro que se marchó porque hablaba de Padre, pero creo que tiene talento. ¿Sabías que cantaba?

Elemak lo miró con desprecio.

—¿De veras eras tan frívolo, Nyef?

—Sí —dijo Nafai—, soy tan frívolo que no le doy importancia a nuestro bochorno, si Padre tuvo una visión.

—Sabemos que Padre tuvo una visión. El problema es lo que piensa hacer.

—Bien, el Alma Suprema le envía una visión advirtiéndole acerca de la destrucción del mundo. ¿Esperas que la mantenga en secreto?

—Come y calla —contestó Elemak.

—Anda diciendo a la gente que el Alma Suprema quiere que regresemos a las leyes tradicionales —comentó Issib.

—¿Cuáles?

—Todas ellas.

—Pregunto cuáles son las que ya no respetamos. Elemak decidió ir al grano.

—Fue al consejo del clan y habló contra nuestra decisión de colaborar con Potokgavan en su guerra con los cabeza mojada.

—¿Quiénes?

—Los gorayni. Los cabeza mojada.

Les habían dado ese apodo por su costumbre de llevar el cabello largo, en bucles que goteaban aceite perfumado. También eran famosos como guerreros crueles que despachaban a los prisioneros que no demostraban su valor sufriendo graves heridas antes de rendirse.

—Pero están cientos de kilómetros al norte de aquí —dijo Nafai—, y los potoku están al sureste. ¿Por qué han de pelear?

—¿Qué te enseñan en tu escuelita? —dijo Elemak—. Los potoku han extendido su protección sobre toda la planicie costera, hasta el río Mochai.

—Claro. ¿Protección de qué?

—De los gorayni, Nafai. Nosotros estamos en el medio. Eso se llama geografía.

—Conozco la geografía. Pero no entiendo por qué debería haber guerra entre los gorayni y los potoku, y si la hubiera, no sé cómo la librarían. Potokgavan tiene una flota, esa gente vive en barcos, pero Goraynivat no tiene litoral marítimo…

—No tenía. Han conquistado Usluvat.

—Supongo que sabía eso.

—Oh, sin duda —dijo Elemak—. Tienen carros con caballos. ¿Los has oído nombrar?

—Ruedas —dijo Nafai—. Caballos que arrastran cajas con hombres armados para la batalla.

—Y transportan vituallas para alimentar un ejército en una larga marcha. Una muy larga marcha. Los carros lo están cambiando todo. —De pronto Elemak hablaba con entusiasmo. Hacía años que Nafai no lo veía tan excitado—. Imagino que un día ensancharemos el Camino del Risco y el Camino de la Planicie y la Calle del Mercado para que los granjeros puedan llevar sus productos en carros. La misma cantidad de caballos puede llevar diez veces más carga. Un hombre, dos caballos y un carro pueden llevar lo que cargan doce hombres y veinte caballos. El precio de la comida baja. El coste de transportar nuestros productos baja aún más… eso representa dinero. Imagino caminos de cientos de kilómetros, cruzando el desierto… menos animales en las caravanas, menos vituallas para cargar, y no es necesario hallar tanta agua en el viaje. El mundo se está haciendo pequeño y Padre intenta detenerlo.

—¿Todo esto tiene algo que ver con la visión?

—Las viejas leyes del Alma Suprema. Están prohibidas las ruedas, excepto para engranajes o juguetes. Sacrilegio. Abominación. ¿Comprendes que hace miles de años que se conoce el carro y nadie construyó ninguno jamás?

—Hasta ahora —dijo Issib.

—Tal vez había una buena razón —observó Nafai.