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Por un instante pensó en ver a Luet para hacerle preguntas. Ella sabía muchas cosas del Alma Suprema, ¿o no? Veía visiones continuamente, no una sola vez, como Padre. Sin duda podría despejar sus dudas.

Pero Luet era mujer y en ese momento Nafai sabía que no obtendría ayuda de las mujeres. Al contrario. Las mujeres de Basílica aprendían desde niñas a oprimir a los hombres y hacerlos sentir indignos. Luet se reiría de él e iría a contarle sus preguntas a Madre.

Si podía confiar en alguien, debía ser hombre. Y en pocos hombres, pues el peligro que corría su padre estaba encarnado en la facción de Gaballufix. Quizá pudiera obtener la ayuda de ese Roptat de quien Elya había hablado. O averiguar qué se proponía el Alma Suprema.

Issib no se alegró de verlo.

—Estoy ocupado y no necesito interrupciones.

—Ésta es la biblioteca de la casa —dijo Nafai—. Aquí venimos siempre a investigar.

—¿Ves? Ya estás interrumpiendo.

—Oye, no he dicho nada. Sólo he entrado aquí y tú has comenzado a provocarme en cuanto me has visto aparecer por la puerta.

—Esperaba que la cruzaras de nuevo. Para irte.

—No puedo. Madre me ha enviado aquí.

Nafai se puso a espaldas de Issib, quien flotaba cómodamente en el aire frente a su ordenador. La proyección presentaba un cúmulo de treinta páginas, pero cada página tenía pocas palabras, así que podía verlo todo de un vistazo. Como un juego de solitario, en el cual Issib sólo movía fragmentos de un sitio al otro.

Los fragmentos eran palabras en idiomas extraños. Los que Nafai reconoció eran muy antiguos.

—¿Qué idioma es ése? —preguntó, señalando. Issib suspiró.

—¡Cómo me alegro de que no me interrumpas!

—¿Qué es? ¿Una forma antigua del vijati?

—Muy bien. Es slucajan, que proviene del obilazati, la forma original del vijati. Ahora es una lengua muerta.

—Yo leo vijati.

—Pues yo no.

—¿Conque te especializas en lenguas antiguas y oscuras que nadie habla, incluyéndote a ti?

—No estoy aprendiendo estos idiomas, sólo investigo palabras perdidas.

—Si es una lengua muerta, todas las palabras se han perdido.

—Palabras que antes tenían significado, pero que murieron o sólo sobrevivieron en giros idiomáticos. Como «oso bailarín». ¿Sabes qué es un oso?

—No sé. Siempre creí que era una especie de ave.

—Te equivocas. Es un antiguo mamífero. Conocido sólo en la Tierra, creo. No lo trajeron aquí, o se extinguió pronto. Era más grande que un hombre, muy fuerte. Un depredador.

—¿Y bailaba?

—La expresión aludía a alguien muy torpe. Como un perro caminando sobre las patas traseras.

—Y ahora significa lo contrario. Qué raro. ¿Cómo pudo cambiar?

—Porque no existen osos. El significado era obvio porque todos sabían qué era un oso y lo torpe que era para bailar. Pero cuando desaparecieron los osos, el significado pudo tomar cualquier rumbo. Ahora lo usamos para aludir a una persona muy hábil para salir de una situación social conflictiva. Es el único caso en que usamos la palabra oso. Y muchos se equivocan al escribirla.

—Vaya. ¿Estás haciendo un proyecto en lingüística?

—No.

—¿Y para qué es esto?

—Para mí.

—Sólo juntas giros antiguos.

—Palabras perdidas.

—¿Como oso? La palabra no se ha perdido, Issya. Son los osos los que desaparecieron.

—Muy bien, Nyef. Felicidades. Ya puedes irte.

—No estás buscando palabras perdidas. Estás buscando palabras que han perdido el significado porque la cosa a que se refieren ya no existe.

Issya se volvió lentamente hacia Nafai.

—Vaya, no me digas que ahora tienes cerebro. Nafai señaló la pantalla.

Kolesnisha. Es una palabra kunic. Ahí tienes el significado: «carro de guerra». Hace diez millones de años que no se habla kunic. Ahora es sólo un idioma escrito. Sin embargo, tenían la palabra para carro de guerra. Algo que acaba de inventarse. Lo cual significa que hubo carros de guerra hace mucho tiempo.

Issib se echó a reír.

—¿Qué? ¿Me equivoco?

—Es para morirse de risa, nada más. Todo muy evidente. Hasta tú puedes acercarte a un ordenador y verlo al instante. ¿Entonces por qué nadie lo ha notado? ¿Por qué nadie notó que ya existía la palabra «carro», y que todos conocíamos el significado, y sin embargo es como si nunca hubiera habido carros en el mundo?

—Es raro, ¿verdad?

—No sólo raro, es escalofriante. Mira lo que están haciendo los cabeza mojada con sus carros de guerra, sus kolesnishety. Les da una ventaja vital en la guerra. Están construyendo un imperio, no sólo un sistema de alianzas, sino que ejercen control sobre naciones que están a seis días de viaje de su ciudad. Pues bien, si los carros de guerra pueden lograr eso y la gente los tenía hace millones de años, ¿cómo hemos olvidado lo que eran?

Nafai reflexionó un instante.

—Habría que ser muy estúpido —dijo—. La gente no se olvida así de las cosas. Aunque tuvieras paz durante mil años, aún conservarías imágenes en la biblioteca.

—No hay imágenes de carros de guerra —dijo Issib.

—Eso es lo estúpido.

—Y esta palabra.

Zrakoplov —dijo Nafai—. Esa palabra es obilizati.

—Correcto.

—¿Qué significa? «Aire» y algo más.

—Dividida y traducida por aproximación, sí, significa «nadador del aire».

Nafai pensó un instante. Vio una imagen con la mente; un pez brincando por el aire.

—¿Un pez volador?

—Es una máquina —explicó Issib.

—¿Un barco muy veloz?

—Escúchate, Nafai. Debería ser evidente. Y sin embargo te resistes a aceptar el significado llano de la palabra.

—¿Un barco submarino?

—¿Entonces por qué lo llamarían «nadador del aire», Nyef?

—No sé. —Nafai se sintió ridículo—. Me olvidé de lo del aire.

—Lo olvidaste… y sin embargo reconociste que decía «aire» de inmediato, sin ayuda. Sabías que zraky era la raíz obilazati que significa «aire», y sin embargo te olvidaste «de lo del aire».

—Entonces soy realmente obtuso.

—Pero no lo eres, Nyef. Eres realmente listo, y sin embargo te quedas mirando esa palabra mientras te explico todo esto y aún no deduces el significado.

—¿Y qué es esta palabra? —dijo Nafai, señalando puscani prah—. No reconozco el idioma. Issib movió la cabeza.

—Si no lo viera con mis propios ojos, no lo creería.

—¿Qué?

—¿Ni siquiera sientes curiosidad por saber qué es un zrakoplov?

Me lo has dicho. Nadador del aire.

—Una máquina que se llama nadador del aire.

—Claro. Muy bien. ¿Y qué es unpitscaniprah? Issib se volvió lentamente hacia Nafai.

—Siéntate, mi querido, amado, inteligente y estúpido hermano, verdadero servidor del Alma Suprema. Quiero decirte una cosa acerca de las máquinas que nadan por el aire.

—Creo que te estoy molestando —dijo Nafai.

—Quiero hablar contigo. No es una interrupción. Sólo quiero explicarte la idea del vuelo…

—Será mejor que me vaya.

—¿Por qué? ¿Por qué tienes tantas ganas de irte?

—No sé. —Nafai caminó hacia la puerta—. Necesito aire. Me estoy sofocando.