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—Conque hemos estado aquí largo tiempo.

—Si tomo literalmente las cuentas de ese autor, significaría que la historia humana en la Tierra duró sólo ocho mil años. Hasta que el planeta… ardió.

Nafai comprendió. El Alma Suprema había impedido que los seres humanos aumentaran la magnitud de la destrucción, y así la humanidad había durado cinco mil veces más en el planeta Armonía que en la Tierra.

—¿Y por qué el Alma Suprema no impidió que la Tierra fuera destruida?

—No lo sé —dijo Issib—. Pero tengo una sospecha.

—¿Y cuál es?

—No sé si te permitirá pensar en el o.

—Probemos.

—El Alma Suprema se fabricó después de que la gente llegara a Armonía. El nombre del planeta significa lo mismo en todos los idiomas. Sklad. Endrakt. Soglassye. Tal vez cuando llegaron aquí, tras dejar las cenizas de la Tierra, decidieron no permitir que sucediera de nuevo. Tal vez fue entonces cuando se activó el Alma Suprema… para impedir que alguna vez tuviéramos un poder tan tremendo.

—Entonces el Alma Suprema sería… un artefacto.

—Sí —convino Issib—. ¿Te cuesta pensar en esto?

—No. Es fácil. No es un pensamiento tan inusitado. La gente ya ha dicho otras veces que el Alma Suprema es una máquina.

—A mí me resultó difícil, quizá porque llegué a esta idea por otro camino. A través de un par de sendas impensables. Alteración genética del cerebro humano para que pudiera recibir y transmitir pensamientos de satélites de comunicaciones en órbita planetaria.

Nafai oyó las palabras, pero no significaban nada para él.

—No has entendido eso, ¿verdad? —preguntó Issib.

—No.

—Lo imaginaba.

—Issya, ¿qué nos hace el Alma Suprema?

—He estado trabajando en eso. Tratando de examinar las palabras perdidas, hallar el patrón, averiguar por qué Padre recibió esa visión de un mundo en llamas. Y Madre. Y el suelo de sangre y cenizas de Luet.

—Significa que somos títeres.

—No, Nafai. No te dejes llevar por el odio al Alma Suprema. Eso no servirá de nada… ahora lo sé. Tenemos que comprender lo que está haciendo. Porque el mundo corre mucho peligro si el Alma Suprema está perdiendo el control. Y lo está perdiendo. Ha permitido descubrir los carros de guerra… ¿Qué vendrá a continuación? ¿Qué imperio será el siguiente en írsele de las manos ? ¿ Cuál descubrirá el puscani prah, la palabra que viste antes? Es un polvo que estalla cuando lo enciendes. Explota como un globo, pero con muchísima más fuerza. Suficiente para matar gente.

—Basta, por favor —susurró Nafai. No soportaba el pánico que sentía al oír esas palabras.

—El Alma Suprema no es nuestro enemigo. En realidad, creo que recurrió a Padre porque necesita ayuda.

—¿Por qué nunca has dicho nada acerca de esto?

—Intenté hablar con Padre, con Madre, con algunas maestras, con otros estudiantes, con otros sabios. Incluso escribí un artículo, pero nadie recuerda haberlo recibido, nunca lo encuentran. Llegué a enviarlo cuatro veces a la misma persona. Al final desistí.

—Pero me lo has contado a mí.

—Entraste en la biblioteca —dijo Issib—. Pensé… ¿por qué no?

Zrakoplov —dijo Nafai.

—No puedo creer que recuerdes las palabras.

—Una máquina. La gente no sólo… vuela. Usa una máquina.

—No insistas. Te marearás. Ya te duele la cabeza, ¿verdad?

—Pero tengo razón, ¿no?

—Sospecho que era una máquina hueca, como una casa, y la gente se metía dentro para volar. Como un barco, pero surcaba el aire. Con alas. Y creo que las tuvimos aquí. ¿Conoces el barrio de los Campos Negros?

—Claro, al oeste del mercado.

—El nombre antiguo era Puerto del Cielo. El nombre duró hasta hace veinte millones de años. Puerto del Cielo. Cuando lo alteraron, nadie recordaba qué significaba.

—No puedo pensar más en esto —suspiró Nafai.

—¿Pero quieres recordarlo? —preguntó Issib.

—¿Cómo podría olvidarlo?

—Pues lo olvidarás. Si yo no te lo recuerdo. Todos los días. ¿Quieres que te lo recuerde? Sentirás este malestar en cada oportunidad. ¿Quieres olvidar o quieres que te lo recuerde?

—¿Quién te lo recordó a ti?

—Me dejaba notas. En los ordenadores de la biblioteca. Recordatorios. ¿Por qué crees que tardé un año en llegar hasta aquí?

—Quiero recordar —decidió Nafai.

—Te enfurecerás conmigo.

—Recuérdame que no me enfurezca.

—Sentirás mareos.

—Pues me desmayaré. —Nafai se deslizó por la columna y se sentó en el porche, mirando hacia la calle—. ¿Por qué nadie se ha fijado en nosotros? No estábamos susurrando.

Issib rió.

—Oh, se han fijado. Madre salió una vez y también un par de maestras. Nos oyeron hablar un instante y olvidaron a qué habían salido.

—Esto es sensacional. Si queremos que nos dejen en paz, sólo tenemos que hablar de los zrakoplovs.

Bien, eso sólo funciona con gente que está estrechamente ligada al Alma Suprema.

—¿Quién no lo está?

—Pues quien haya pensado en los carros de guerra, por ejemplo.

—Me dijiste que el Alma Suprema había desistido de vigilarlos.

—Claro, recientemente. Pero había gente en Basílica que planeaba construir carros de guerra, gente que negoció el asunto con los potoku durante mucho tiempo. Más de un año. Ellos no tuvieron problemas con el Alma Suprema. Es como si fueran sordos. Pero la mayoría no lo es… Por eso Gaballufix y sus hombres pudieron guardar el secreto tanto tiempo. Casi todos los que oían hablar de carros de guerra lo olvidaban. Más aún, es posible que el Alma Suprema haya dejado de prohibir esa idea en los últimos tiempos, precisamente porque tenía que haber un debate abierto sobre los carros de guerra para detener su construcción.

—De forma que hay gente sorda al Alma Suprema… y el Alma Suprema tiene que dejar de controlarnos a los demás para poder detenerla.

—Es un vínculo doble —asintió Issib—. Para vencer, el Alma Suprema tiene que ceder. Yo diría que el Alma Suprema está en un verdadero aprieto.

Todo tenía sentido para Nafai, excepto por un detalle.

—¿Pero por qué comenzó hablando con Padre?

—Eso es lo que debemos averiguar. Eso y qué hará Padre a continuación.

—Oye, dejemos que el Alma Suprema nos reserve algunas sorpresas —rió Nafai, aunque no lo encontraba gracioso. Tampoco Issib.

—Aunque creamos en la causa del Alma Suprema, Nafai, quizá descubramos que el Alma Suprema causa más perjuicios que beneficios. ¿Qué haremos entonces?

—Oye, Issya, últimamente no trabaja muy bien, pero eso no significa que estaríamos mejor sin su presencia.

—Supongo que nunca lo sabremos, ¿verdad?

7. PLEGARIA

Durante una semana Nafai trabajó con Issib todos los días. Dormían en casa de Madre. No pidieron permiso, pero Madre no los echó. Fueron momentos agobiantes, no sólo por las dificultades del trabajo sino porque la interferencia del Alma Suprema era muy dolorosa. Sin embargo, Issib tenía razón. Podía superarse; y aunque el rechazo de Nafai era más intenso que el de Issib, logró superarlo más pronto, quizá porque Issib estaba allí para ayudarlo, para asegurarle que valía la pena, para recordarle de qué se trataba.