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Sí. Déjame llevarte.

¿Adonde?

A la otra orilla del río, a la extensión de nieve de un blanco impoluto, al borde del campo hay tres árboles y, una vez pasados éstos, se llega frente a la montaña, al pie de las casas que se han hundido bajo las pesadas capas de nieve. Sólo este muro en ruinas emerge. Detrás de él pueden recogerse aún tejas rotas y fragmentos de cuencos de cerámica negra. No puedes aguantar tus ganas de empujarlos con el pie, un ave nocturna te hace sobresaltarte emprendiendo el vuelo pesadamente, no ves ya el cielo, únicamente la nieve que sigue cayendo y acumulándose en el seto. Detrás de este seto hay un huerto de hortalizas. Sabes que allí, bajo la nieve, hay plantados la mostaza que resiste al frío y calavaceras de piel rizada como viejas mujeres. Conoces perfectamente este huerto, sabes dónde está el pasadizo que conduce al umbral de la puerta del fondo; sentado allí, has comido pequeñas castañas asadas, no sabes ya si es un sueño de infancia o la infancia con la que sueñas, has comprendido que eso exige mucha energía, tu respiración es ahora débil, tienes que ir con cuidado, no pisarle la cola al gato cuyos ojos relucen en la oscuridad, sabes que te mira, finges no verle, debes sin decir una palabra atravesar el patio interior, allí se alza una vara sobre la cual descansa en equilibrio un harnero hecho a base de tiras de cuero trenzadas, ella y tú os escondíais detrás de la puerta, con una cuerda de lino en la mano, acechando a los gorriones, las personas mayores estaban jugando a las cartas en la casa, llevaban todos unas gafas redondas de montura de cobre, los ojos hinchados y desorbitados como los de los peces rojos, pero no veían nada, se pasaban las cartas una a una por delante de sus gafas, os introdujisteis entonces debajo de la mesa: alrededor de vosotros, piernas, un casco de caballo, y también una gran cola peluda tendida, sabes que se trata de un zorro, él no deja de removerse y termina por transformarse en una tigresa de rayado pelaje, está sentada en un gran sillón y puede abalanzarse sobre ti en cualquier momento, tú no puedes alejarte, sabes que la lucha será feroz, ¡y se abalanza sobre ti!

¿Qué te pasa?

Nada, debes de haberlo soñado, en mi sueño nevaba en una aldea, el cielo nocturno estaba iluminado por la nieve, esta noche era irreal, el aire estaba frío, mi cabeza vacía, sueño siempre con la nieve, con el invierno y con las huellas de pisadas en la nieve en invierno, pienso en ti,

no me hables de eso, no quiero hacerme mayor, pienso en mi padre, el único que me quería, no piensas más que en acostarte conmigo, no puedo hacer el amor sin amor,

te amo,

eso es mentira, no son más que unas ganas pasajeras,

pero ¿qué dices? ¡Yo te amo!

sí, rodar por la nieve, como unos perros, vete por tu lado, yo no me quiero más que a mí misma,

¡el lobo te atrapará en sus fauces, te devorará toda y el oso negro te llevará a su cueva para hacerte su mujer!

no piensas más que en esto. Preocúpate de mí, si mis sentimientos te importan,

¿qué sentimientos?

adivina, qué idiota, pienso robar…

¿el qué?

he visto una flor en la oscuridad,

¿qué flor?

una flor de camelia,

voy a ir a cogerla para ti,

no la estropees, no tienes por qué morir por mí,

¿por qué morir?

tranquilízate, no pretendo en absoluto que mueras por mí, yo estoy demasiado sola, ningún eco responde a mis gritos, todo permanece en calma alrededor, ningún ruido de fuente, el aire es tan pesado, ¿dónde se encuentra el río donde ellos buscaban oro?

bajo la nieve, bajo tus pies,

eso es mentira,

es un río subterráneo, ellos entraban en el río, inclinados hacia delante,

¿hay un matorral?

¿qué?

no hay nada,

eres malvado,

¿quién te ha dicho que hagas ninguna pregunta? ¡Eh!, se diría que hay un eco, ahí delante, llévame,

si eso es lo que quieres

os he visto a ti y a ella, en la nieve, en la negra noche, además he visto tus pies, en la nieve, descalzos.

¿No tienes frío?

No sé lo que es el frío.

Y andabas así en la nieve con ella, rodeados de bosques, de árboles verde oscuro.

¿Ninguna estrella?

No, ni tampoco luna.

¿Ninguna casa?

No.

¿Ni luces?

No, nada, tú y ella, solamente, caminando juntos, caminando por la nieve, ella llevaba un pañuelo, tú ibas descalzo. Tenías un poco de frío, sólo un poco. No te veías a ti mismo, sólo sentías que ibas descalzo por la nieve, ella estaba a tu lado, cogida de tu mano. Tú apretaste tu mano, la llevabas.

¿Hay que andar mucho?

Sí, está muy lejos, ¿no tienes miedo?

Esta noche es extraña, de un negro azulado, brillante, no tengo miedo contigo.

¿Te sientes segura?

Sí.

¿No estás entre mis brazos?

Sí, me apoyo en ti, me aprietas suavemente.

¿Te he besado?

No.

¿Tenías ganas?

Sí, pero no lo he dicho a las claras, estaba bien así, bajábamos y he visto un perro.

¿Dónde?

Delante de mí, estaba sentado allí, he reconocido que era un perro, y te he visto estornudar, echando un gran chorro de vapor.

¿Has notado el calor?

No, pero sabía que expulsabas aire caliente, te has limitado a estornudar, no has hablado.

¿Tenías los ojos abiertos?

No, los cerraba. Pero lo he visto todo, no podía abrir los ojos, sabía que desaparecías si los abría y he continuado así y tú has seguido abrazándome, no tan fuerte, no puedo ya respirar, he querido seguir mirando, retenerte, ah, ahora se han separado y continúan avanzando.

¿Siempre en la nieve?

Sí, la nieve frena un poco tu paso, pero es muy confortable, tengo un poco de frío en los pies, pero precisamente tengo necesidad de seguir caminando así.

¿Ves cómo eres?

No tengo necesidad de ver, únicamente quiero sentir que tengo un poco de frío, que mis pies se ven un poco frenados quiero sentir la nieve, sentir que estás cerca de mí, entonces estaré tranquila y avanzaré, querido mío, ¿has oído que te llamaba?

Sí.

Bésame, besa la palma de mi mano, ¿dónde estás?, ¡no te vayas!

Estoy cerca de ti.

No, invoco a tu alma, te llamo, ven, no me abandones.

Niña estúpida, no pienso hacerlo.

Tengo miedo, miedo de que me abandones, no me dejes, no soporto la soledad.

¿Acaso no estás entre mis brazos, ahora?

Sí, lo sé, te estoy muy agradecida, querido mío.

Duerme, duerme tranquila.

No tengo sueño, tengo la mente perfectamente despejada, veo la noche transparente, el bosque azul, la nieve acumulada, ninguna estrella, ni tampoco luna, todo eso lo veo claramente, qué noche más extraña, querría permanecer eternamente contigo en esta noche nevada, ¡no me dejes, no me abandones, tengo ganas de llorar, no sé por qué, no me abandones, no te quedes tan lejos de mí, no beses a otras mujeres!

79

Ha venido un amigo a hablarme de su reeducación por el trabajo. Era invierno y nevaba. Por la ventana contempla el paisaje nevado frunciendo los ojos, como si la reverberación fuese demasiado fuerte, como si se abandonara a sus recuerdos.

Cuenta que en la granja de reeducación por el trabajo había un punto geodésico, que debía de hacer -levanta la cabeza y por la ventana calibra la altura de un edificio muy próximo-, que debía de hacer por lo menos cincuenta o sesenta metros, en cualquier caso, no era menos alto que ese edificio. Una bandada de cuervos revoloteaba alrededor, ya alejándose, ya acercándose, dando vueltas sin cesar mientras lanzaban graznidos. El jefe de la granja encargado de la vigilancia de los condenados a la reeducación era un viejo soldado que había participado en la guerra de Corea y se había distinguido por sus hazañas. Inválido de guerra, tenía una pierna más corta que la otra y caminaba renqueando. No sé qué problemas había tenido, pero no había podido pasar del grado de capitán y no paraba de echar pestes por haber sido destinado allí para vigilar a esos criminales.