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André D'Estrael, testigo casual de la escena, se acercó a la barandilla con lógica curiosidad. En un primer momento pensó correr en busca de auxilio, parar el barco, lanzar un salvavidas, pero un pensamiento le retuvo: ¿Acaso no era providencial lo que acababa de suceder? Providencial y mucho más razonable, claro.

El té se le había enfriado, y André pidió otro con tres pastelillos de chocolate. El resto de sus recuerdos eran todos agradables, casi divertidos. Madame Rotin, una respetable señora de provincias, desaparece en alta mar. ¡Cuántas conjeturas, cuántos chismes! La señora Albianchi, por supuesto, fue el alma de todos los corrillos contando lo que había oído la noche del crimen. Sí, porque rápidamente empezó a circular la hipótesis de que se trataba de un abominable asesinato tras una discusión conyugal; la señora Albianchi era testigo, lo había oído todo: golpes, bofetadas… y además existía un seguro de vida a favor de Albert; todo estaba muy claro. El señor Rotin fue inmediatamente desembarcado en Capri, mientras el resto de los pasajeros continuaba viaje rumbo a El Pireo con una apasionante historia que contar a su regreso.

Ya no quedaba nadie en La Marquise de Sévigné. André pagó, recogió del perchero su sombrero gris y la gabardina, y salió a la calle silbando una vieja canción. Estaba de muy buen humor. Miró su reloj; lo esperaban a cenar en la embajada de Turquía a las siete y media, y aún debía pasar por su peluquería para hacerse la manicura. Silbando C’est si bon, André pensó cuánto le molestaba arreglarse las uñas.

– ¡Marcel, Marcel Bidet! -chilló una voz.

Es curioso cómo ocurren las cosas. Habían transcurrido años sin que su pasado le molestara; y ahora, cuando al fin creía conjurado el peligro, en el mínimo lapso de unos meses, topaba nuevamente con un incómodo obstáculo. Se detuvo y miró con amplia sonrisa a un viejo desdentado y provinciano que se acercaba a saludarlo.

– Querido primo Marcel, en tu tienda me dijeron que te encontraría aquí. ¡Cuánto tiempo! Nunca sabrás cómo he dado contigo, pero bueno, eso qué importa. He tomado una habitación en la pensión Giletier…, sí, la que está enfrente de tu tienda de antigüedades. ¿No ha sido una suerte?

«Sólo el primer crimen resulta doloroso -pensó D'Estrael-; a partir de ahí es fácil.» Y volvió a mirar su reloj: eran las cinco. Ahora tendría que dividir su tiempo entre dos penosas obligaciones. Sonrió al anciano, pues ya sabía lo que tenía que hacer.

– Caminemos un rato -dijo, tomándolo por el brazo-, yo siempre vuelvo a casa bordeando el Sena.

Y mientras charlaban y reían de los viejos tiempos, André D'Estrael se congratuló de que Blanquette fuera un pueblo de tierra adentro, donde nadie sabía nadar, pues de ese modo, con un poco de suerte, aún tendría tiempo de hacerse la manicura antes de acudir a la cena en la embajada. «Pequeños sacrificios para ser socialmente aceptable -se repitió convencido-. Ineludibles, totalmente ineludibles.»

Carmen Posadas

Carmen Posadas nació en Montevideo en 1953, reside en Madrid desde 1965, aunque pasó largas temporadas en Moscú, Buenos Aires y Londres, ciudad en la que su padre desempeñó cargos diplomáticos.

La colección de relatos titulada “Nada es lo que parece” (1997) la consagró como autora de éxito entre los lectores y críticos, distinción que ya había alcanzado con la publicación, un año antes, de su primera novela, “Cinco moscas azules” (1996).

Ha escrito, además, cerca de 20 libros de literatura infantil, entre ellos “El señor viento Norte”, que obtuvo el Premio del Ministerio de Cultura al mejor libro infantil editado en 1984, y es autora de una decena de ensayos y además de guiones para el cine y la televisión.

En el año 1998 gano el premio planeta con la novela “Pequeñas Infamias”. Su obra que ha sido traducida a 21 idiomas y se vende en más de 40 países con gran éxito de público y ventas en muchos de ellos.

De “Pequeñas Infamias” el New York Times comento que era: “una delicia que se derrite en la boca sostenida sobre una ácida y sorprendentemente trama de misterio”. Mientras que el Washington Post opinó que era “una novela que lo tiene todo, un decorado elegante, una construcción espacio temporal perfecto, unos personajes intrigantes y una escritura maravillosamente trabajada”.

En el año 2002 la revista Newsweek destaco a Carmen Posadas como una de las autoras latinoamericanas más destacadas de su generación

En el año 2001 publicó “La Bella Otero” que pronto será llevada al cine y en el año 2003 “El Buen Sirviente”

En el año 2004 publicó “A la sombra de Lilith”.

En abril del 2006 publica su novela “Juego de niños” y en el año 2007 publica “Literatura, Adulterio y una Visa Platino”

En febrero de 2008 publica, junto a su hermano Gervasio Posadas, "Hoy caviar, mañana sardinas".

En Mayo de 2008 publica "Deseos de mujer" junto a Maríangeles Fernández, Clara Obligado y Pilar Rodríguez.

En Septiembre de 2008 publica "La cinta roja"

Todas ellas han sido recibidas con igual éxito de critica y público que las anteriores.

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