El inspector negó con la cabeza.
– Lo que ninguno de ustedes parece capaz de entender -dijo con irritación- es que si no acusamos al señor Blakeney, hacemos que el proceso de Hughes resulte todavía más difícil. Su defensa tendrá su día de éxito en los tribunales señalando el contraste entre la indulgencia de la policía ante la violencia reconocida de un intelectual de la clase media, y la dureza ante la violencia supuesta de un obrero de carreteras sin trabajo. Recuerde que Hughes se hallaba fuera de la furgoneta cuando estaba teniendo lugar la violación, y ahora está ahí sentado afirmando que no tenía ni idea de lo que sucedía entonces. El chico que estaba violando a la muchacha cuando su cliente irrumpió en la furgoneta, tiene sólo quince años, un menor, en otras palabras, y sólo puede sentenciárselo a arresto menor pero no a prisión en una cárcel de adultos. El chico mayor de todos, si excluimos a Hughes, tiene dieciocho años y su edad será tomada en cuenta durante el juicio. De momento están todos conmocionados y señalan a Hughes como instigador y principal organizador, pero para cuando lleguen al juicio la cosa se habrá convertido en un poco de diversión inofensiva que fue idea de la muchacha, y de la que Hughes nada sabía porque se había alejado para caminar por la playa. Lo peor de todo es que el señor Blakeney tendrá que atestiguar eso porque lo vio hacerlo. -Se frotó los ojos cansados-. Es un desastre, con franqueza. Sabe Dios si conseguiremos siquiera una condena. Sin pruebas claras, puedo ver a Hughes saliendo en libertad total. Su forma de trabajar es manipular a los más jóvenes para que le hagan el trabajo sucio mientras él permanece apartado y recoge el dinero, y una vez que estos muchachos se den cuenta de lo cortas que serán sus sentencias porque la ley es relativamente impotente contra los delincuentes juveniles, dejarán de acusarlo. Estoy tan seguro que apostaría hasta el último centavo por ello.
Se produjo un largo silencio. Sarah se aclaró la garganta.
– Está olvidando a las chicas -dijo-. ¿La declaración de ellas no tendrá ningún peso?
La sonrisa del inspector era torcida.
– Si no están demasiado aterrorizadas como para declarar, si no se derrumban bajo un interrogatorio cruzado, si sus robos no son usados por la defensa para oscurecer sus caracteres, si la prontitud con la que estuvieron dispuestas a abrirse de piernas para Hughes no hace que pierdan la compasión del jurado. -Se encogió ostensiblemente de hombros-. La justicia es tan inconstante como el destino, doctora Blakeney.
– Entonces, suéltelo ahora y acabe de una vez -dijo ella con frialdad-. Quiero decir, seamos realistas; le va a resultar muchísimo más fácil cumplir con su cuota de productividad si procesa a Jack, que si dedica sus esfuerzos de asesoramiento a poner en buenas condiciones a unas golfillas ladronas. Tal vez debería de preguntarse usted por qué ninguna de esas muchachas sintió la confianza suficiente como para acudir a la policía, en primer lugar. -Sus ojos se entrecerraron con enojo mientras respondía a su propia pregunta-. Porque creyeron todo lo que les dijo Hughes, a saber, que él siempre sería exculpado, y que ellas siempre se quedarían solas para arreglárselas como pudieran. Y tenía razón, aunque yo nunca lo habría adivinado de no habérselo oído decir a usted.
– Será acusado, y abrigo la esperanza de que lo encarcelen, doctora Blakeney, pero lo que pase en el juicio está fuera de mis manos. Podemos hacer todo lo mejor posible para preparar el terreno. No podemos, por desgracia, predecir los resultados. -Un largo suspiro-. De momento he decidido poner en libertad a su esposo sin cargos. Pediré asesoramiento profesional, sin embargo, lo que significa que podríamos decidir actuar contra él en una fecha futura. Entre tanto, se le exigirá que permanezca en Mill House, en Long Upton y, en caso de que deseara viajar a cualquier parte, tendrá que advertir al sargento detective Cooper de sus intenciones. ¿Está claro?
Ella asintió con la cabeza.
– Además, por favor, tome nota de que si alguna vez vuelve a involucrarse en actividades similares a las de esta noche, será acusado de inmediato. ¿Queda claro también eso?
Ella asintió.
El cansado rostro del inspector se dividió con una sonrisa de circunstancias.
– De forma extraoficial, estoy muy de acuerdo con el señor Smollett. Su esposo es un hombre valiente, doctora, pero estoy seguro de que eso ya lo sabía usted.
– Oh, sí -replicó Sarah, leal, con la esperanza de que su expresión fuera menos cohibida de lo que ella sentía. Porque desde que lo conocía, Jack había siempre sostenido lo mismo. Todos los hombres eran cobardes, pero eran unos pocos, como él mismo, los que tenían el valor de reconocerlo. Estaba comenzando a preguntarse si había otros aspectos del carácter de él que ella había juzgado de una forma tan completamente errónea.
Mi padre llamó hoy para contarme el veredicto de las diligencias por la muerte de Gerald. «Optaron por el accidente, pero tuve que tirar de todos los hilos conocidos para conseguirlo. El maldito juez de primera instancia iba a declarar suicidio si podía.» ¡Pobre padre! Nunca habría podido presentarse en el Parlamento si su hermano se hubiera suicidado. ¡El cielo no lo quiera! ¡Qué estigma continúa ligado al suicidio, especialmente entre las clases altas! Nada es tan malo como la debilidad final de quitarse la propia vida.
Como es natural, estoy encantada con el veredicto, si bien algo molesta porque se pase por alto mi brillantez. Existe una extraordinaria urgencia de confesar, por lo que veo, aunque sólo sea para atraer la atención sobre lo que uno ha conseguido… Yo no lo haré, por supuesto.
Gerald fue como masilla en mis manos cuando se trató de escribir el codicilo, porque le dije que iría a la prisión por violar a su sobrina si no lo hacía. «¡Señor, qué necios son estos mortales!» El único propósito del codicilo era el de convencer al idiota del abogado de que Gerald se había suicidado cuando descubrió de quién era hija Joanna. Una vez persuadido, alertó a mi padre del hecho de que existía un documento que detallaba el incesto de Gerald, y los dos actuaron a la perfección. Hicieron tal alboroto con eso de tirar de las diferentes cuerdas con el fin de suprimir cualquier pista de que Gerald pudiera haberse quitado la vida, que todo el mundo, incluido el juez de primera instancia, quedaron convencidos de que lo había hecho. Es todo tan divertido… Lo único que lamento es haber tenido que involucrar a Jane, pero eso no me preocupa demasiado. Incluso en el caso de que ella tenga alguna sospecha, no lo dirá. No puede permitírselo, pero en ningún caso nadie ha cuestionado si Gerald adquirió los barbitúricos o, si lo han hecho, sospecho que mi padre ha afirmado que eran suyos. Está tan borracho durante la mayor parte del tiempo, que es probable que creyese que lo eran.
El alivio de mi padre duró poco. Le dije que tenía una copia de carbón del codicilo, firmada, en mi poder, y se puso apopléjico al otro lado de la línea. Él lo llama chantaje. Yo lo llamo autoconservación…