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– ‌Veamos si lo he comprendido bien -‌dijo cuando Darcy dio por concluido el relato-‌. El señor George Wickham, su esposa y el capitán Denny viajaban en un coche alquilado hacia Pemberley, donde la señora Wickham iba a pasar la noche antes de asistir al baile de lady Anne. El capitán Denny, en determinado momento, abandonó el cabriolé mientras se encontraba en el bosque de Pemberley, supuestamente a causa de alguna desavenencia, y Wickham lo siguió pidiéndole que regresara. Al ver que ninguno de los dos lo hacía, se desató el nerviosismo. La señora Wickham y Pratt, el cochero, explicaron que oyeron disparos unos quince minutos después y, naturalmente, temiendo un desenlace violento, la señora Wickham, cada vez más alterada, pidió al cochero que se dirigiera a toda prisa hacia Pemberley. Tras su llegada, y después de constatar que se encontraba visiblemente disgustada, iniciaron una búsqueda por el bosque usted mismo, el coronel vizconde Hartlep y el honorable Henry Alveston, y los tres descubrieron el cuerpo del capitán Denny y a Wickham arrodillado junto a él, al parecer ebrio y sollozando, con las manos y el rostro ensangrentados. -‌Se detuvo tras su proeza memorística, y dio unos sorbos al oporto antes de proseguir-‌. ¿Había sido invitada al baile la señora Wickham?

El cambio en la línea del interrogatorio resultaba inesperado, pero Darcy se lo tomó con calma.

– ‌No. La habríamos recibido en Pemberley, claro está, de haber llegado sin previo aviso, a cualquier hora.

– ‌No invitada, pero recibida, a diferencia de su esposo. Es del dominio público que George Wickham no es recibido nunca en Pemberley.

– ‌No nos tratamos -‌se limitó a responder Darcy.

Sir Selwyn dejó el libro sobre la mesa con algo de parsimonia.

– ‌Su carácter es bien conocido en la zona. Un buen inicio en la infancia, pero después un descenso a lo salvaje y disoluto, resultado natural de exponer a un joven a una vida a la que jamás podría aspirar por sus propios medios, y a compañías de una clase a la que nunca llegaría a pertenecer. Se rumorea que podría ser otra la causa del antagonismo entre ustedes algo relacionado con su matrimonio con la hermana de su esposa.

– ‌Siempre existen rumores -‌observó Darcy-‌. Su ingratitud y falta de respeto por la memoria de mi padre, y nuestras diferencias de posición e intereses bastan para explicar nuestra falta de amistad. Pero ¿no estamos olvidando el motivo de mi visita? No puede existir ningún vínculo entre mi relación con George Wickham y la muerte del capitán Denny.

– ‌Discúlpeme, Darcy, pero no estoy de acuerdo. Sí existen vínculos. El asesinato del capitán Denny, si es que lo es, tuvo lugar en una finca de su propiedad, y el responsable del mismo podría ser un hombre que es su cuñado y del que se conocen las discrepancias que tiene con usted. Cuando a mi mente acuden asuntos relevantes, tiendo a expresarlos. Su posición es algo delicada. Comprenderá que usted no puede participar en la investigación.

– ‌Por eso he venido.

– ‌Habrá que informar al alto comisario, por supuesto. Supongo que es algo que no se ha hecho todavía.

– ‌He considerado más importante notificárselo a usted de inmediato.

– ‌Ha hecho bien. Yo mismo se lo comunicaré a sir Miles Culpepper y, por supuesto, le informaré del curso de las investigaciones a medida que estas se desarrollen. Con todo, dudo que ponga mucho interés personal. Desde que contrajo matrimonio con su nueva esposa parece pasar más tiempo gozando de las variadas diversiones de Londres que ocupándose de los asuntos locales. No lo critico. En ciertos aspectos, su cargo es poco agradable. Sus deberes, como bien sabe, pasan por hacer cumplir los estatutos y por ejecutar las decisiones de la justicia, así como por supervisar y dirigir a los comisarios de rango inferior que trabajan en su jurisdicción. Dado que carece de autoridad formal sobre ellos, cuesta imaginar que sea capaz de lograrlo de un modo eficaz, pero, como sucede con tantas otras cosas en nuestro país, el sistema funciona satisfactoriamente siempre y cuando se deje en manos de personas del lugar. Usted se acuerda de sir Miles, por supuesto. Usted y yo fuimos los magistrados que asistimos a su jura del cargo hace dos años. También me pondré en contacto con el doctor Clitheroe. Tal vez no pueda participar activamente, pero suele ser de gran ayuda en cuestiones legales, y me resisto a asumir yo solo toda la responsabilidad. Sí, creo que entre los dos lo haremos bien. Ahora le acompañaré de regreso a Pemberley en mi coche. Habrá que ir a buscar al doctor Belcher antes de que el cadáver sea levantado, y yo mandaré el furgón mortuorio y a dos agentes rasos. A ambos los conoce: son Thomas Brownrigg, que prefiere ser considerado jefe de distrito en honor a su antigüedad, y el joven William Mason.

Sin esperar a que Darcy dijera nada, se puso en pie, se acercó al cordón y, tirando de él vigorosamente, llamó al mayordomo.

Buckle llegó con tal premura que Darcy supuso que llevaba todo ese tiempo aguardando fuera.

– ‌El abrigo y el sombrero, Buckle -‌le ordenó su señor-‌. Y despierte a Postgate si está acostado, cosa que dudo. Quiero que disponga mi carruaje. Han de llevarme a Pemberley, pero en ruta nos detendremos a recoger a dos policías y al doctor Belcher. El señor Darcy nos acompañará a caballo.

Buckle desapareció en la penumbra del corredor, cerrando la puerta tras de sí con lo que pareció una fuerza innecesaria.

– ‌Lamento que mi esposa no vaya a poder recibirlo -‌dijo Darcy-‌. Espero que la señora Bingley y ella se hayan retirado a descansar, pero los responsables del servicio estarán despiertos y en sus puestos, y el doctor McFee se encuentra en casa. La señora Wickham se hallaba en un estado de angustia considerable a su llegada a Pemberley, y a la señora Darcy y a mí nos ha parecido adecuado que recibiera atención médica inmediata.

– ‌Y a mí me parece adecuado -‌comentó sir Selwyn-‌ que el doctor Belcher, en tanto que encargado de asesorar a la policía en cuestiones médicas, participe desde el primer momento. Él ya está acostumbrado a que lo despierten en plena noche. ¿Ha examinado al prisionero el doctor McFee? Doy por sentado que mantienen ustedes encerrado al señor Wickham.

– ‌Encerrado no, pero sí sometido a vigilancia constante. Cuando me disponía a venir hacia aquí, mi mayordomo, Stoughton, y el señor Alveston se encontraban con él. También ha sido atendido por el doctor McFee, y tal vez ahora esté dormido y tarde unas horas en despertar. Quizá fuera más conveniente que llegara usted cuando ya haya amanecido.

– ‌¿Conveniente para quién? -‌dijo sir Selwyn-‌. La inconveniencia será sobre todo mía, pero eso no importa cuando es cuestión de deber. ¿Y ha interferido de algún modo el doctor McFee con el cadáver del capitán Denny? Supongo que se habrá asegurado de que sea inaccesible para todos hasta mi llegada.

– ‌El cuerpo del capitán Denny se encuentra tendido sobre la mesa de la armería, que, en este caso sí, está cerrada bajo llave. He considerado que no debía hacerse nada para discernir la causa de la muerte hasta su llegada.

– ‌Ha hecho bien. Sería desgraciado que alguien pudiera sugerir que el cadáver ha sido manipulado de uno u otro modo. Es evidente que lo ideal habría sido dejarlo en el bosque hasta que la policía hubiera podido verlo, pero entiendo que, en el momento, haya parecido una opción poco práctica.

Darcy estuvo tentado de añadir que ni se le ocurrió dejar el cadáver donde estaba, pero consideró más prudente decir lo menos posible.

Buckle acababa de regresar. Sir Selwyn se puso la peluca, que llevaba siempre que se ocupaba de algún asunto oficial en calidad de juez de paz, y el mayordomo le ayudó a enfundarse el abrigo y le alargó el sombrero. Así ataviado, y claramente investido de autoridad para enfrentarse a las posibles misiones que se esperaban de él, pareció al momento más alto y más respetable, la encarnación misma de la ley.