Cuando llegan a la casa, Zoe se emociona. No dice nada, sólo camina y observa, se deja invadir por la quietud del lugar, se eriza recordando los momentos felices e imaginando los que vendrán, y puede ver con nitidez a su bebé riendo en esa casa, gateando, dejándose querer por ellos, que eligieron ser sus padres.
– No me iré más de acá -dice-. Puedo sentir toda la felicidad que mi bebé traerá a esta casa.
– Nuestro bebé -la corrige él.
Luego se desnudan, se meten en la cama y, abrazados, se miran intensamente a los ojos y lloran en silencio y sienten que ésa es también una manera de hacer el amor.
Nueve meses más tarde, Ignacio registra en una cámara de vídeo el momento exacto en que su hijo, el hijo que rechazó su hermano y él hizo suyo, es retirado con dificultad del vientre de Zoe y, tras ser golpeado con una leve palmadita en la espalda, rompe en llanto por primera vez, anunciando su esperada llegada al mundo.
– ¡Es hombre! -anuncia el ginecólogo.
Sin dejar de grabar, Ignacio se estremece detrás de la cámara al ver que Zoe besa a su bebé, lo acomoda en su pecho y le da leche. Luego deja la cámara y besa en la frente al bebé.
– Es un ángel -dice, mirándolo con ternura.
– Es igualito a ti -le dice Zoe, conmovida, mientras da de lactar a su hijo.
Ojalá no se parezca mucho a Gonzalo, piensa él, con una sonrisa. Ojalá se parezca más a ti, papá. Porque se llamará como tú, Juan Ignacio.
Unos días después, Ignacio le envía un correo electrónico a Gonzalo. No se han visto ni hablado en largo tiempo. La última vez que lo vio fue aquella mañana en el hotel, cuando su hermano se dirigía presuroso a ver a Zoe. Desde entonces, no ha vuelto a verlo y tampoco ha tenido ganas de propiciar un encuentro con él, ni siquiera de llamarlo por teléfono. Pero ahora quiere compartir la alegría de sentirse padre y por eso le escribe:
Querido Gonzalo:
Zoe y yo queremos contarte que finalmente hemos sido bendecidos con la alegría de ser padres. Hace unos días nació nuestro hijo Juan Ignacio, que, como podrás imaginar, se llama así en recuerdo de papá. Aquí te enviamos una foto de nuestro hijo: ¿no está precioso? Zoe y yo estamos felices y orgullosos de ser padres de Juan Ignacio y queremos compartir contigo esa alegría. Como siempre, te recordamos con cariño y te deseamos todo lo mejor.
Cuando Gonzalo lee ese correo electrónico en la ciudad lejana a la que se ha mudado, suelta una risotada y dice para sí mismo:
– El tonto de Ignacio creyó que es su hijo.
Luego oprime una tecla y borra el mensaje sin contestarlo.
Jaime Bayly