– ¿Y ahora qué pasa, eh?
El estéreo funcionaba, y uno se hacía la idea de que la golosa del cantante volaba de una punta a la otra del bar, remontaba hasta el techo y volvía a caer y zumbaba de pared a pared. Era Berti Laski aullando una antigualla realmente starria que se llamaba Me levantas la pintura. Una de las tres ptitsas del mostrador, la de la peluca verde, entraba y sacaba la barriga al compás de lo que llamaban música. Sentí que los cuchillos del viejo moloco empezaban a punzar, y que ya estaba preparado para un poco de la una-menos-veinte. Entonces grité: -iFuera fuera fuera fuera! -y al veco que estaba sentado junto a mí, en su propio mundo, le largué un alarido joroschó en el uco o la oreja, pero él no lo oyó y siguió con su «Quincalla telefónica y la faralipa se pone rataplanplanplan». Se sentiría perfecto cuando volviera, bajando de las alturas.
– ¿Adónde vamos? -dijo Georgie.
– A caminar un poco -le contesté- y a videar qué pasa, oh hermanitos míos.
Así que nos largamos a la gran noche invernal y descendimos por el bulevar Marghanita, y luego doblamos entrando en la avenida Boothby, y allí encontramos justo lo que buscábamos, una broma malenca para empezar la noche. Era un veco tipo maestro de escuela, starrio y tembleque, con anteojos y la rota abierta al frío aire de la naito . Llevaba unos libros bajo el brazo y un paraguas raído y daba vuelta a la esquina viniendo de la biblio pública, frecuentada por no muchos liudos en esos tiempos. Después del anochecer no se veían demasiados tipos del viejo estilo burgués, por la escasez de policía y por nosotros los magníficos y jóvenes málchicos que rondábamos, y este cheloveco de tipo profesoral era el único que caminaba en toda la calle. Así que gulamos hacia él y le dijimos muy corteses: -Disculpe, hermano.
Parecía un malenco puglio cuando nos videó a los cuatro, que nos acercábamos tan serenos, corteses y sonrientes, pero dijo: -¿Sí? ¿Qué pasa? -con una golosa muy alta, de maestro de escuela, como si intentara demostramos que no era un puglio . Le dije:
– Veo que llevas unos libros bajo el brazo, hermano. Realmente, es un placer raro en estos tiempos tropezar con alguien que todavía lee, hermano.
– Oh -dijo, todo agitado-. ¿De veras? Ah, comprendo. -Y siguió mirándonos, y se encontraba en medio de un grupo muy sonriente y cortés.
– Sí -añadí-. Me interesaría mucho, hermano, que tuvieras la amabilidad de dejarme ver qué son esos libros que llevas bajo el brazo. Un libro bueno y limpio, hermano, es la cosa más linda del mundo.
– Limpio -repitió-. Limpio, ¿eh? -Y entonces Pete le scvateó los tres libros y verdaderamente scorro los distribuyó entre nosotros. Como eran tres, todos menos el Lerdo teníamos uno para videar . El mío se llamaba Cristalografía elemental, así que lo abrí y dije:- Excelente, realmente de primera -mientras volvía las páginas. Entonces exclamé, con la golosa muy escandalizada-: Pero, ¿qué es esto? ¿Qué significa este sucio slovo ? Me ruborizo de ver esta palabra. Me decepcionas, hermano, de veras te lo digo.
– Pero -quiso replicar-, pero, pero…
– Aquí -dijo Georgie- hay algo que me parece una verdadera porquería. Aquí veo un slovo que empieza con p y otro con c. -Tenía un libro llamado El milagro del copo de nieve.
– Oh -dijo el pobre Lerdo, smotando sobre el hombro de Pete, y como siempre se le fue la mano- y aquí y aquí dice lo que él le hizo a ella, con foto y todo. Pero si no eres más que un carcamal repulsivo de mente podrida.
– Un viejo como tú, hermano -dije, y empecé a destrozar el libro que me había tocado, y los otros hicieron lo propio con los suyos, el Lerdo y Pete a los tirones con El sistema romboédrico. El starrio de tipo profesoral comenzó a crichar -: Pero si no son míos, son del municipio, esto es abusivo y vandálico -y otros slovos por el estilo. Y trataba de arrebatarnos los libros, y resultaba una escena bastante patética-. Mereces una lección, hermano -dije-, te la has ganado. -El libro sobre cristales que yo tenía estaba sólidamente encuadernado, y era difícil rasrecearlo en pedazos, era lo que se dice starrio , como que era del tiempo en que las cosas se hacían para durar, pero me las arreglé para arrancar las páginas y echarlas al aire como copos de nieve, aunque grandes, sobre el viejo veco que crichaba ; y entonces los otros hicieron lo mismo con los suyos, y el viejo Lerdo, iqué payaso!, comenzó a bailar alrededor.- Ahí tienes los restos -dijo Pete-, asqueroso lector de basura y porquerías.
– Viejo veco perverso -dije, y comenzamos a jugar con él. Pete le sostuvo las rucas y Georgie consiguió abrirle la rota , y el Lerdo le arrancó los subos postizos, arriba y abajo. Los tiró al suelo, y yo se los machaqué con las botas, aunque eran más duros que una piedra, como que estaban hechos con un nuevo y joroschó material plástico. El viejo veco empezó a refunfuñar no sé qué chumchum- uuf aaf uuf -de modo que Georgie le soltó las gubas y le descargó una buena en la rota desdentada con el puño anillado, y entonces el viejo veco comenzó a quejarse de lo lindo y le brotó la sangre, hermanos míos, y qué hermosa era. Así que nos limitamos a sacarle los platis , y lo dejamos en chaqueta y calzoncillos largos (muy starrio ; el Lerdo casi se enferma de tanto reír), y finalmente Pete le encajó una cariñosa patada en el culo y lo soltamos. Se alejó tambaleándose, a pesar de que no había sido un tolchoco tan impresionante, pero él gimoteaba oh oh oh, sin saber dónde estaba o qué pasaba, y nosotros nos reímos con ganas; después le vaciamos los bolsillos, mientras el Lerdo bailaba una danza con el paraguas raído; pero no encontramos gran cosa. Había unas pocas cartas starrias , algunas de 1960 que empezaban «Mi muy querido», y todas esas chepucas , además de un llavero y una lapicera starria que perdía. El Lerdo acabó su danza del paraguas, y naturalmente no se le ocurrió nada mejor que empezar a leer en voz alta una de las cartas, como para demostrar a la calle desierta que sabía leer. «Querido mío», recitó con golosa muy aguda, «pensaré en ti mientras estás lejos, y espero que recuerdes abrigarte bien cuando salgas de noche». Aquí largó una smeca muy chumchum -. Jo, jo, jo -haciendo como que se limpiaba el yama con la carta-. Bueno -dije-. Basta, hermanos míos. -En los pantalones del veco starrio sólo encontramos malenco dinero, apenas tres golis , así que tiramos esa porquería de moneditas, comida para pájaros comparadas con lo que teníamos encima. Después rompimos el paraguas y le rasreceamos los platis, y tiramos los pedazos al aire, hermanos míos, y así acabamos con el asunto del veco starrio de aire profesoral. No era gran cosa, ya lo sé, pero no por eso voy a pedir disculpas a nadie, y además la noche apenas comenzaba. Los cuchillos de la leche-plus ya estaban descargando pinchazos fuertes y joroschós .