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«La educación del nuevo ser humano es un trabajo delicado que requiere un análisis individual y un gran cuidado al abordarlo. Han pasado ya, para no volver, los tiempos en que la sociedad no era exigente y se contentaba con gentes educadas de cualquier manera, de un modo casual, y cuyos defectos se atribuían a la herencia, a la naturaleza innata del hombre. Ahora, toda persona mal educada es un reproche para la sociedad entera, un penoso error de una gran colectividad.

«Pero vosotros, que no estáis liberados aún del egocentrismo juvenil ni de la sobreestimación del «yo», debéis imaginaros con claridad cuánto depende de vosotros mismos, hasta qué punto sois los artífices de vuestra propia libertad y del interés de vuestra vida. Tenéis ancho campo para elegir, pero ese libre albedrío entraña también una plena responsabilidad con respecto a la elección del camino. Hace mucho que se desvanecieron los sueños del hombre inculto acerca del retorno a la naturaleza salvaje, de la libertad de las sociedades y relaciones primitivas. Ante la humanidad, que agrupa masas colosales de individuos, se ha planteado un dilema reaclass="underline" someterse a la disciplina social, a una larga educación e instrucción, o perecer. Otros caminos para subsistir en nuestro planeta, a pesar de que su naturaleza es bastante pródiga, ¡no los hay! Los malhadados filósofos que soñaban con la vuelta atrás, a la naturaleza primitiva, no comprendían ni amaban de verdad a la naturaleza; de lo contrario, habrían conocido su crueldad implacable y el inevitable perecimiento de todo lo que no se somete a sus leyes.

«El hombre de la nueva sociedad se encuentra en la necesidad indeclinable de disciplinar sus deseos, anhelos y pensamientos. Esta educación de la inteligencia y de la voluntad es ahora tan obligatoria para cada uno de nosotros como la educación física. El estudio de las leyes de la naturaleza y de la sociedad, así como de su economía, ha reemplazado el deseo personal por el saber consciente. Cuando decimos: «quiero», ello significa: «sé que eso es posible».

«Hace milenios, los antiguos griegos hablaban ya del metron aristas, o sea: la medida es el summun. Y nosotros, desarrollando el aforismo, decimos hoy: el sentido de la medida en todo es el fundamento de la civilización.

«Conforme se elevaba el nivel de la cultura, se iba debilitando la tendencia a la grosera dicha de la propiedad, a la ávida acumulación cuantitativa de bienes que se desvanecen pronto, dejando un sentimiento de insatisfacción.

«Nosotros os enseñamos una dicha mucho mayor: la renunciación personal, la dicha de ayudar a los demás, la verdadera alegría del trabajo que enardece el alma. Os hemos ayudado a liberaros del poder de los mezquinos afanes y de las mezquinas cosas y a elevar vuestras alegrías y vuestras penas a una esfera superior: la de la creación.

«La solicitud por la educación física, la vida limpia y regular de decenas de generaciones os han liberado del tercer enemigo terrible de la psique humana: la indiferencia, el alma vacía e indolente. Llegáis al mundo del trabajo llenos de energías, con una psique equilibrada y sana en la que la correlación natural de las emociones hace que el bien predomine sobre el mal. Cuanto mejores seáis, tanto mejor y más elevada será toda la sociedad, pues en esto existe una estrecha interdependencia. Crearéis un elevado medio espiritual, como partes integrantes de la sociedad, y ella os elevará a vosotros mismos. El medio social es el más importante factor para la educación e instrucción del ser humano. El hombre actual se educa e instruye durante toda su vida, y el ascenso de la sociedad es rápido.

Evda Nal hizo una pausa y se alisó los cabellos con el mismo ademán que Rea, la cual permanecía sentada sin apartar los ojos de la madre; luego prosiguió:

— Hubo un tiempo en que las gentes denominaban sueños a los anhelos de conocer la realidad del mundo. Vosotros soñaréis así toda la vida y tendréis el gozo del conocer constante, del movimiento, la lucha y el trabajo. No os preocupéis de esos descensos que siguen a los altos vuelos del alma, son las curvas naturales de la espiral del movimiento, como ocurre en toda la materia restante. La realidad de la libertad es dura, pero vosotros estáis preparados para ella merced a la disciplina de vuestra educación e instrucción. Por eso, a vosotros, jóvenes conscientes de la responsabilidad, os están permitidos todos los cambios de actividades, que es lo que constituye precisamente la felicidad personal. Los viejos sueños de la plácida inacción del paraíso han sido desmentidos por la historia, pues son contrarios a la naturaleza del ser humano combatiente. Cada época ha tenido y seguirá teniendo sus dificultades, pero la dicha de toda la humanidad es el ascenso, continuo y rápido, hacia las cimas, cada vez más altas, del saber y de los sentimientos, de la ciencia y del arte.

Terminada su conferencia, Evda Nal bajó del estrado y se dirigió hacia las primeras filas, donde Veda Kong la saludaba igual que ella había saludado a Chara en la fiesta.

Todos los presentes, en pie, repetían aquel mismo ademán, como si quisieran expresar su entusiasta admiración a un arte sin precedente.

Capítulo X. LA EXPERIENCIA DEL TÍBET

La instalación de Kor Yull se encontraba en la cumbre de una montaña lisa, solamente a un kilómetro del Observatorio del Tíbet del Consejo de Astronáutica. La altura, de cuatro mil metros, no permitía allí la existencia de ninguna clase de vegetación leñosa, a excepción de unos árboles negro-verdosos, traídos de Marte, carentes de follaje y con ramas retorcidas hacia arriba. La hierba, amarilla clara, se inclinaba en el valle al embate del viento, mientras que aquellos representantes de otro mundo, macizos como el hierro, permanecían completamente inmóviles. Por las laderas de las montañas descendían trozos de rocas desmoronadas, semejantes a ríos de piedra. Mantos, capas y franjas de nieve brillaban con singular e impoluta blancura bajo el cielo resplandeciente.

Tras los restos de los muros de agrietada diorita — ruinas de un monasterio erigido en aquella altura con sorprendente audacia —, se alzaba una torre tubular de acero que sostenía dos arcos con calados. Sobre ellos, como una parábola tendida hacia el cielo, refulgía una enorme espiral de bronce de berilio, constelado de los centelleantes puntos blancos de unos contactos de renio. Adosada a la primera espiral, había otra dirigida hacia el terreno y que cubría ocho grandes conos de borazón verdusco. Hacia allí partían las ramificaciones de unos tubos, de seis metros de sección, conductores de la energía.

Cruzaban el valle unos postes con anillos de guía, derivación de la línea principal del Observatorio, la cual recibía durante su funcionamiento la corriente de todas las estaciones del planeta. Ren Boz, hundiendo los dedos en los revueltos cabellos, contemplaba satisfecho los cambios efectuados en la instalación. El nuevo equipamiento de la misma lo habían realizado los voluntarios en un plazo increíble. Lo más difícil había sido abrir profundas trincheras en la roca dura sin tener grandes máquinas perforadoras, pero aquello quedaba atrás. Los voluntarios, que esperaban, naturalmente, presenciar como recompensa el espectáculo del grandioso experimento, se habían alejado de la instalación lo más posible y elegido para sus tiendas un suave declive de montaña al Norte del Observatorio.

Mven Mas, en cuyas manos se encontraban todas las comunicaciones del Cosmos, estaba sentado en una fría piedra frente al físico y, un poco estremecido por el frescor, contaba las novedades del Circuito. El sputnik 57 se utilizaba últimamente para mantener el enlace con las astronaves y las planetonaves, y no trabajaba para el Circuito. Cuando Mven Mas dio la noticia del perecimiento de Vlijj oz Ddiz, cerca de la estrella E, el cansado físico se reanimó.