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– Jerez, ¿no? A estas horas…

El Teniente de Navío Cortázar ocupó a horcajadas una de las sillas arrimadas a la mesa de caoba que centraba la camareta: la mesa para todo, para estudiar, para comer, para dejar caer la cabeza sobre los brazos cruzados y echar un sueñecito.

– ¿Qué pasa por el pueblo? -preguntó Menéndez-. Hace días que no voy por allá. Hice las guardias de todos y hoy mismo estoy de guardia.

– Ya lo veo -le respondió Cortázar-. Yo, ya ves, he venido a bordo a traerle al Comandante unos papeles. Me formó la guardia y todo.

– Es que no estaba yo.

El cho se acercaba con la bandeja y en ella la copa servida. Lo dejó todo en la mesa. El Teniente de Navío Cortázar echó la copa al coleto de un solo trago y luego carraspeó.

– Pues no sé qué decirte. De lo que se habla es del tío ese que va a escribir una novela. Yo estaba en el teatro cuando lo anunció.

– ¡Una novela! ¿Y de qué va a tratar?

– Pues no lo sé. Dicen que de viejas historias referidas nosotros, esas mismas que nosotros hemos olvidado. Pero, ¡vaya usted a saber! A lo mejor es de todo lo contrario,

– Me trae sin cuidado. ¡Para el tiempo que voy a estar aquí…!

– ¿Te vas?

– Me llevan. Me cambian de Departamento. En el norte me entiendo mejor y hasta bajo a tierra. Si es a Ferrol, me echaré una novia. Ya sabes de allí…

– Sí. Yo también estoy deseando que me destinen.

CAPITULO IV

Pepe Ansúrez recibió el recado del Presidente en forma de papelito que alguien había dejado encima de su mesa, que, si bien inclinada, no lo era tanto que no sostuviese un papel liviano, con sólo estas palabras: «Que se pase usted por el despacho del Presidente en cuanto llegue», y a Pepe Ansúrez le dio remordimiento de no ser más madrugador, de no haber estado presente cuando llegó el recado, y poderle decir al mensajero: «Ahora mismo subo» y no obligarle a dejar un papel escrito con la orden, y que todo el mundo pudiera verlo y leerlo, y ver eso, que era una orden a la que Ansúrez no tenía más remedio que obedecer.

De todas maneras, sacó tiempo para pasar por la mesa de Elisa, cargada de expedientes y de otros papeles profesionales, y le dijo al oído que subía a ver al Presidente, que lo había llamado con orden tajante. «Y todos esos mastuerzos lo comprenderán en cuanto me vean coger el ascensor y no subir las escaleras, que es lo que ellos hacen cuando tienen que subir al primero, al servicio de caballeros.»

Pepe Ansúrez, en efecto, fue directamente a la puerta del ascensor y se demoró unos instantes, como si esperase la llegada del aparato, en realidad para que todo el mundo viese que cogía el ascensor, privilegio reservado a los que iban a ver al señor Presidente.

Ansúrez no sabía para qué se le llamaba, si para recibir plácemes o un severo rapapolvo por su actuación el día anterior, leyendo un soneto a la hija recién nacida del Director y anunciando que iba a escribir una novela. Se tranquilizó al contemplar la sonrisa del Presidente, que se había levantado para recibirle y que le invitaba a sentarse. «Señor Presidente, ¿no es demasiado honor el que me hace al mandarme sentar en su presencia?» «Señor Ansúrez, todo honor es poco para quien como usted honra y prestigia esta Casa. Quería felicitarle por sus versos de ayer, pero antes quería demostrarle que entre usted y yo no hay diferencias… En realidad, el hecho de que usted sea funcionario y yo Presidente de esta Casa se debe a un puro azar, que tiene algún valor de esa puerta para fuera, pero que de esa puerta para dentro carece de todo significado. Por eso le ruego que se siente. Por eso le pido que deje de pensar en nuestras diferencias aparentes… ¿No ha pensado usted alguna vez en que el mundo está lleno de injusticias y que con mucha frecuencia está arriba el que debía estar abajo? Aquí no hay diferencias y en el secreto de este despacho puedo proclamarlo… El talento igual a la fortuna… Vamos a demostrarlo fumando un cigarrillo juntos… No, del mío, que será mejor que el de usted, sólo por ser más caro. ¿Qué fuma usted? ¿Ducados? Yo fumaba mataquintos cuando tenía su edad. ¡Ay!, aún no había llegado la fortuna.»