Al ver que ninguno de los dos se movía, Faron dijo:
– Ahora tienes que besar a tu esposa, Adam.
Adam quería negarse. Todo aquello era una farsa. Pero cuando Tate volvió el rostro hacia él parecía tan desconcertada que sintió la necesidad de tomarla en sus brazos y protegerla.
Garth se aclaró la garganta ante el retraso.
La mandíbula de Adam se tensó. Tate ya tenía tres guardianes muy eficientes. A él no lo necesitaba para nada. Pero fue incapaz de resistir la tentación de sus labios, aún ligeramente hinchados por los recientes besos. Se inclinó hacia ella y la besó con gran suavidad.
Si aquello hubiera sido una auténtica boda, le habría gustado conservar aquel recuerdo para siempre. Pero los sonidos del otro lado de la mesa le recordaron que la boda era muy real, de manera que tomó lo que quiso de Tate, apoderándose por completo de su boca, dejándole sentir su furia y frustración por lo que sus hermanos les habían robado insistiendo en celebrar aquel matrimonio forzoso.
En cuanto alzó la cabeza, Adam vio que Garth rodeaba la mesa hacia ellos. En lugar del puñetazo que esperaba recibir en la nariz, Adam vio que alargaba la mano hacia él para que se la estrechara. Y además, sonreía.
– Bienvenido a la familia -dijo Garth. Abrazó tiernamente a Tate y susurró junto a su oído-: ¡Sé feliz!
Faron fue el siguiente en estrechar la mano de Adam.
– ¿Qué os parece si bebemos algo para celebrarlo? -preguntó-. Tengo champán en una cubitera en la camioneta.
– Supongo que no es mala idea -dijo Adam, aún aturdido por el repentino cambio de actitud de los hermanos de Tate.
Faron salió mientras Jesse se dirigía a Adam. Los dos hombres se miraron con cautela.
Finalmente, Jesse alargó una mano hacia él.
– ¿Hacemos una tregua? -al ver que Adam dudaba, añadió-: Honey me matará si no hacemos las paces. Por ella y por Tate.
Finalmente, Adam estrechó la mano del hermano de Tate. Nunca serían buenos amigos. Pero eran vecinos, y ahora cuñados. Debían tolerarse por sus respectivas esposas.
La celebración de la boda fue muy animada. Ahora que Adam había hecho lo correcto con Tate, sus hermanos estaban más que dispuestos a tratarlo como a uno más de la familia.
Según transcurrió la mañana, y tras varias copas de champán y algunos whiskys, Adam empezó a pensar que, a fin de cuentas, las cosas no habían salido tan mal.
Ahora que Tate y él estaban casados, no había motivo para que no trataran de que las cosas fueran lo mejor posible. No podía lamentar lo del bebé, aunque ello significara que Tate le hubiera mentido diciendo que no se había acostado con Buck. El siempre había querido tener hijos, y sabía que querría a aquél como si fuera suyo.
Después de hacer el amor con su esposa, Adam le diría que la amaba. Podrían olvidar lo sucedido en el pasado. Sus vidas empezarían de cero.
Los hermanos de Tate podrían haberse quedado más rato, pero Honey llamó para asegurarse de que todo había ido bien. Cuando Jesse colgó, dijo:
– Sé que no os apetecerá que os lo recuerde, pero tengo bastante trabajo aguardándome en el rancho.
Faron rió y dijo:
– Di la verdad. Lo que de verdad quieres es volver a casa con tu esposa.
Los tres hermanos se golpearon en broma mientras se dirigían a la puerta. Una vez que se hubieron ido junto con el reverendo, Tate cerró la puerta y apoyó la frente contra el fresco marco de madera.
– Lo siento, Adam.
El se acercó y la rodeó con los brazos por la cintura desde detrás.
– No importa, Tate. No ha sido culpa tuya.
– Son mis hermanos.
– Sólo han hecho lo que piensan que es mejor para ti -a pesar de que él también había sido víctima de aquella manipulación, Adam comprendía a los hermanos de Tate. Si Melanie no hubiera sido asesinada… si la hubiera encontrado en las mismas circunstancias… tal vez él habría hecho lo mismo, esperando que fuera lo mejor para ella.
Besó a Tate en la nuca y sintió que se estremecía entre sus brazos.
– Ven a la cama, Tate. Es nuestro día de bodas.
Tate mantuvo el rostro contra la puerta. Estaba demasiado decidida a devolverle a Adam su libertad como para percibir el mensaje de amor que había en sus palabras y caricias.
– No puedo soportar saber que te has visto obligado a casarte conmigo -al sentir que Adam se ponía rígido, añadió-: Prometo concederte el divorcio. En cuanto nazca el bebé, yo…
Adam la tomó por el brazo y le hizo darse la vuelta.
– ¿Es ese el motivo por el que has aceptado casarte conmigo? ¿Para poder darle un apellido a tu bastardo?
– Por favor, Adam…
– No ruegues, Tate. No es tu estilo.
Tate lo abofeteó antes de darse cuenta de que había alzado la mano. Al ver la marca que había dejado en el rostro de Adam, se quedó sin aliento.
Adam la agarró por la muñeca. Tate sintió cómo temblaba de rabia. Esperó a ver cómo reaccionaba.
– De acuerdo -dijo Adam con aspereza-. Te daré lo que quieres. Tu bebé tendrá mi apellido y me concederás el divorcio. Pero quiero algo a cambio, Tate.
– ¿Qué?
– A ti. Te quiero en mi cama cada noche. Cariñosa y dispuesta. ¿Queda claro?
Estaba muy claro. Tate le había ofrecido el divorcio esperando que se negara. Pero el ultimátum de Adam dejaba en evidencia lo que había querido de ella desde el principio. ¡Pues muy bien! ¡Ella se encargaría de hacerle ver con toda claridad a qué estaba renunciando!
– Créeme, Adam; vas a obtener lo que quieres -dijo con voz sedosa.
¡Y mucho más!
Adam la condujo hasta su habitación sin soltarle la muñeca. Una vez dentro, la soltó y dijo:
– Desvístete -se cruzó de brazos y permaneció de pie frente a ella, mirándola.
Tate se irguió orgullosamente. Antes o después, Adam iba a darse cuenta de la verdad. El hijo que llevaba dentro era suyo. Entretanto, obtendría todo lo que le había exigido… y tal vez más.
Tate nunca se había desnudado para tentar a un hombre. Pero ahora lo hizo.
Lo primero que se quitó fue la camiseta. Lentamente. La sostuvo colgada de un dedo un momento antes de dejarla caer. Miró sus senos y vio que las aureolas estaban rosadas y llenas. Se acarició los pezones con las puntas de los dedos hasta lograr que sus rosados capullos se pusieran erectos.
Adam respiró pesadamente.
Tate no se atrevió a mirarlo, temiendo perder el valor para continuar. En lugar de ello, deslizó las manos por su vientre hasta llevarlas al cruce de sus muslos, separando las piernas para apoyar la mano en el calor que había entre ellas. Luego volvió a deslizar la mano hacia arriba, sintiendo las texturas de su piel, notando como su carne respondía a la conciencia de que Adam observaba cada uno de sus movimientos.
Llevó las manos hasta su nuca, entrelazando los dedos en su cabello, sabiendo que el movimiento de sus brazos haría que sus senos se alzaran. Arqueó la espalda en una sensual curva que empujó sus senos y vientre hacia Adam.
Le oyó tragar. Luego cometió la equivocación de mirarlo… y vio su pecho desnudo. Sus pezones estaban tan erectos como los de ella. Mientras relajaba su cuerpo a una postura más natural, vio sus azules ojos oscurecidos por una intensa pasión.
El cuerpo de Adam parecía tenso como un arco a punto de disparar una flecha. Tenía los puños apretados a ambos lados del cuerpo. Su hombría resaltaba de forma totalmente evidente contra su pantalón. Cuando sacó la lengua para lamer el sudor de su labio superior, Tate sintió que su entrepierna se tensaba en placentera respuesta.
Se sentía exultante. Poderosa. Y tan femenina… Animada por su éxito, bajó las manos hasta el botón de sus vaqueros. Todo el cuerpo de Adam se estremeció al ver cómo lo soltaba. El sonido de la cremallera al bajar acompañó el de la respiración de Adam, cada vez más acelerada.
Tate volvió lentamente cada lado del pantalón, creando una V a través de la que se veían sus braguitas. Entonces abrió las piernas, metió los pulgares en ellas y deslizó los dedos en el interior de los vaqueros, tirando de su ropa interior hacia abajo y exponiendo la piel de su vientre.