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Dos horas más tarde apoyó su cabeza contra las crines deJúpiter completamente desesperado. Mary no estaba por parte ninguna y no había modo de encontrarla. Ahora tendría que ir a informar a Fitz y decirle que había rescatado a Mary, pero que la había vuelto a perder y que probablemente se encontraba en nuevos y desconocidos peligros. Se la habían arrebatado mientras estaba tumbada junto a un camino; ninguna otra cosa tenía sentido, pues era imposible que ella pudiera haber huido por sí misma.

– No es culpa tuya, Ned -dijo Fitz cuando éste se presentó ante el amo de Pemberley a la hora del desayuno, el lunes-. La culpa es mía y sólo mía. Te encargué que te ocuparas de Lydia y de Mary. ¡He sido muy injusto contigo!

– No fuiste tú quien la perdió.

– No, pero ¿cómo ibas a imaginarte que tendrías… ese dolor de barriga? ¿Y por qué ibas a pensar que Mary correría algún peligro en un camino desierto más allá de Chesterfield? Eres un hombre muy especial, Ned. Eres capaz de prever las cosas, y aprovechas la oportunidad en el momento justo. Puedo confiarte estos asuntos extraordinariamente delicados, y como recompensa sólo se me ocurre sobrecargarte de trabajo. Un dolor de barriga nos lo ha desbaratado todo, pero… ¿quién puede predecir un dolor de barriga? No te culpes de nada. Y, créeme, lo siento…

– No me culpo… Como tú dices, ¿quién puede predecir un dolor de barriga?

Titubeó y luego decidió que tendría que contarle a Fitz el destino que corrieron el capitán Thunder y Nellie… una versión blanqueada que no ofendiera los principios de Fitz.

– El capitán Thunder y su ramera están muertos. Cuando descubrí su casa, tuvimos un encuentro… violento. En fin, se demostró que yo estaba mejor preparado… y que tengo más puntería. -Hizo una mueca de fastidio-. De hecho, empiezo a pensar que sólo el elemento sorpresa y la pistola siempre amartillada y dispuesta han conseguido que el capitán Thunder sea el terror de esa parte del país durante los últimos quince años. La pobre muchacha se puso delante para salvarle la vida a su amante. La bala le voló la cabeza. Me las arreglé para preparar y disparar mi segunda pistola mientras el capitán estaba todavía cargando su arma con el cuerno de pólvora. Le di en el corazón. No creo que viva nadie por los alrededores… Habían ocultado el camino con una enorme barrera de zarzas. Si te parece bien, sería mejor no divulgar estos acontecimientos. Especialmente porque tengo que ocuparme de Lydia en los próximos días. Podríamos dejar simplemente que ese par de villanos se pudran…

No había disculpas ni excusas en las palabras de Ned; Fitz pensó en su relato detenidamente y decidió que no desaprobaba el modo en que Ned había manejado el asunto. Evidentemente, había sido una cuestión de vida o muerte, y el único hombre, aparte de Ned, que tenía una habilidad tan prodigiosa como él para cargar y preparar una pistola era Charlie. Aunque hubiera cogido al salteador de caminos sin violencia, Fitz comprendía que poner a aquellos dos villanos a disposición del verdugo y la horca podría atraerle una incómoda publicidad. Mary también estaba implicada y ahora volvía a estar en paradero desconocido, lo cual exigía una nueva batida en su busca.

Fitz se encogió de hombros.

– De acuerdo, Ned. Dejemos que se pudran. -Le puso a Ned una taza de café recién hecho-. Hoy debes descansar. Ocúpate de tu barriga, sí, pero sobre todo, descansa y duerme. Charlie, Angus y Owen Griffiths salieron esta mañana a las siete para buscar a Mary. No conocen tu historia, pero puede que descubran algo interesante. Sospecho que no regresarán hasta mañana por la noche, así que dispondrás de tiempo suficiente para recuperarte. Y… sí, podría enviar a alguien para que volvieran de inmediato, pero no lo haré. Tratarán el asunto de un modo muy distinto a ti, y aún no sabemos quién te robó a Mary.

– Como desees, Fitz.

Fitz se puso de pie, rodeó la mesa y le dio a Ned un cálido abrazo.

– Gracias por tu espléndido trabajo, Ned. Si no fuera por ti, Mary habría muerto en el bosque. Tal y como están las cosas, creo que podemos tener cierta seguridad de que aún continúa viva. Estoy profundamente en deuda contigo.

– ¿Cuándo quieres que acompañe a la señora Wickham a Hemmings?

– El jueves. Espero. Spottiswoode ha recibido una carta de la propietaria de la agencia que tiene contratada en York, y le dice que ha seleccionado ya a una señora, pero primero debe comprobar minuciosamente las recomendaciones de esa mujer. Ahora, ve a casa y descansa.

Ned apoyó su mejilla contra la mano de Fitz que estaba en su hombro, y se levantó con gesto cansado. Se despidió contento, a pesar de su sentimiento de fracaso. Fitz lo había abrazado; el cariño aún estaba allí. ¿Quién podría destruirlo? Aquel asunto había sido la prueba más amarga para aquel aprecio, pero, aun así, había sobrevivido. «Oh, Fitz, ¡qué no haría yo por ti!».

Elizabeth había dedicado todo su tiempo a cuidar a Lydia, cuya salud parecía bastante quebrantada. Desde luego, ella no comprendía por qué tenían que llevársela de Pemberley, donde había siempre alguien que se podía ocupar de las tareas más fastidiosas, como atenderla y lavarle la ropa. ¿Quién sabe qué futuro se le tendría reservado?

– Lydia, en lo más hondo de tu corazón sabes que Pemberley es la residencia solariega de Fitz, y que es lo suficientemente famosa como para que sea considerada el súmmum del éxito social -le dijo Elizabeth, compartiendo en secreto con su hermana los sentimientos que albergaba a propósito del traslado-. Una invitación para pasar unos días aquí es un regalo por el que suspiran muchas personas. Fitz necesita Pemberley para prosperar en su carrera política. Provocaste un daño irreparable cuando irrumpiste en el salón y proferiste todas aquellas horrorosas obscenidades y acusaste a Fitz de ser un asesino. Entre las personas que te vieron y escucharon estaban algunas de las personalidades más importantes de Inglaterra… y Caroline Bingley, que, además, sigue estando aquí, en la residencia. Esa mujer utilizará tu conducta para menospreciar y denigrar a Fitz. No puedes culparlo si desea apartarte de aquí…

– Perfecto -dijo Lydia con gesto de mal humor. Se estaba mirando en un espejo-. ¡Qué vestidos más espantosos tienes, Lizzie! Necesito dinero para comprarme cosas nuevas… modernas. ¡Y me niego a vestir de negro!

– Tendrás el dinero y la ropa, pero no aquí. Fitz te ha encontrado una bonita casa llamada Hemmings, en las afueras de Leek. Allí podrás vivir con la misma comodidad que mamá en Shelby Manor. Puedes comprarte la ropa en Stoke-on-Trent, o en Stafford… Fitz te ha abierto cuentas en algunas modistas en esas dos ciudades. Tu dama de compañía, la señorita Mirabelle Maplethorpe, tiene una lista de las tiendas…

Lydia se puso en pie muy rígida.

– ¿Dama de compañía? ¿Qué quieres decir, Lizzie, con eso de «dama de compañía»? ¡No necesito ninguna dama de…!

– Yo creo que sí, cariño… -¡Oh, qué situación tan desagradable! A Fitz le habría encantado poderle explicar las cosas a Lydia él mismo, ¡pero eso habría provocado un altercado tremendo! Así que Elizabeth había suplicado que se le permitiera a ella darle a Lydia la noticia del traslado, pensando que sería mejor que ella quedara como la mala de la historia. Lo intentó de nuevo-. Querida, ya no tienes la misma salud de antes… Eso significa que debes tener compañía, aunque sólo sea hasta que te recuperes del todo. Hemos contratado a una dama respetable para que cuide de ti… en parte será enfermera, y en parte, dama de compañía. Como ya te he dicho, se trata de la señorita Mirabelle Maplethorpe. Es de Devonshire.

Bien limpio de todos los afeites y pinturas, el rostro de Lydia parecía curiosamente depilado, pues su blancura era tan acusada que se extendía a las cejas y a las pestañas, descoloridas por completo. La hinchazón de su cara había desaparecido; no había tenido acceso al vino ni a ninguna otra sustancia tóxica desde que Hoskins le había dado el oporto, y eso había ocurrido hacía ya seis días. Lo cual significaba que Lydia tenía ansiedad y estaba a punto de estallar.