– Quiero dos botellas de vino para comer -dijo Lydia-, y ya te advierto, Lizzie, que si no me las traes, montaré tal escena que la última te parecerá una insignificancia… Así que Fitz está preocupado por lo que pueda decir Caroline Bingley, entonces… Bueno, ¡pues no estará tan preocupado como lo estará por mí!
– No habrá vino -dijo Elizabeth, con un tono férreo en su voz-. Las damas no se exceden con la bebida, y tú naciste dama.
– ¡Esta dama sí que bebe! ¡Más que un pez! ¡Y no soy la única! ¿Por qué crees que Caroline Bingley y Louisa Hurst son tan remilgadas y tan formales? ¡Porque beben… en secreto!
– Tú no conoces de nada a esas señoras, Lydia.
– Los borrachos nos conocemos entre nosotros. ¿De verdad Fitz teme lo que pueda decir Caroline? ¡Se le quitará el miedo cuando yo se lo cuente todo a esa mujer!
– Lydia, ¡compórtate! ¡Pues dame vino en la comida! ¡Y si te crees que me voy a marchar dócilmente a Leek o a cualquier otro lugar con un dragón por compañía, estás muy equivocada!
– Te irás mañana, Lydia. Fitz insiste…
– Puede insistir hasta que se vaya a la tumba, ¡no iré!
Elizabeth cayó de rodillas ante su hermana y trató de coger las manos húmedas e inquietas de Lydia, que intentaba apartarlas.
– ¡Lydia, por favor, te lo ruego! Ve a Hemmings por las buenas… Si no lo haces, acabarás allí de todos modos. Ese hombre horrible, Ned Skinner, te va a acompañar, y no te tolerará nada. Pórtate mal y te tratará como te trató cuando murió mamá. ¡Hazlo por mí, Lydia, por favor! ¡Ve por tu propia voluntad! Una vez que estés instalada en Hemmings, lo que hagas sólo será de tu incumbencia, siempre que no des escándalos y seas discreta. Por lo que sé, creo que tendrás todo el vino que quieras, aunque no se te permitirán visitas de hombres.
– ¡Qué rata estás hecha, Lizzie! ¿Es que las joyas, Pemberley y un monedero con dinero suficiente como para comprar el Royal Pavillion te han arrebatado cualquier atisbo de dignidad? Fitz chasquea los dedos y tú acudes corriendo a su llamada, dando grititos como una rata. Hubo un tiempo en el que te defendías sola, e incluso defendías a los demás. Ahora eres una vendida. En fin, ¡prefiero ser la viuda de un soldado antes que el ama de llaves de Pemberley! ¡Ay, George, George! -Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro, y empezó a acunarse con el cuerpo encogido-. ¡Soy una viuda con sólo treinta y cinco años…! ¡Viuda! ¡Condenada a esos vestidos negros de crepé y a los sombreros con velo! ¡Muy bien, pues no quiero! ¿Y cómo voy a encontrar otro marido si estoy sometida a los dictados de Fitzwilliam Darcy? ¿Realmente quieres librarte de mí? ¡Entonces… envíame a Bath!
– ¿Para ser la comidilla de la ciudad? No -dijo Elizabeth, con una fortaleza férrea por encima de sus sentimientos de lástima y temor. ¡Una mujer vendida! ¿Así era como la veían sus amigas de los tiempos de Longbourn? ¿Sus ideas habían cambiado por las cosas materiales que Fitz le había podido dar?-. Irás a Leek y vivirás en Hemmings con la señorita Maplethorpe, ¡y allí puedes beber hasta enloquecer si ése es tu deseo! Acéptalo, Lydia. La alternativa, eso es lo que me han dicho, es abandonarte en Cornualles sin nada más que las ropas que llevas puestas.
Los párpados ocultaron el pálido color azul de los ojos de Lydia, escondiendo a su vez los pensamientos a su hermana.
– Que me lo diga Fitz.
– Lydia insiste en oír de tus propios labios lo que le tienes reservado -le dijo Elizabeth a su marido en la biblioteca pequeña.
– ¿Debo entender que no le gusta lo que he dispuesto para ella?
– «Gustar» es una palabra demasiado suave. No hace más que lanzar terribles amenazas y quiere irse a vivir a Bath. -Sus ojos violeta se volvieron hacia los de su esposo, con una mirada de agónica súplica-. ¿No puedes concederle eso, Fitz? En unos días será el hazmerreír de todo el mundo y nadie la tendrá en cuenta.
– Un hazmerreír que es conocido por ser mi cuñada. No, Elizabeth, no puede ir de ningún modo a Bath, y eso es todo. Va a Hemmings.
– Me temo que no será fácil retenerla allí.
– ¿Qué quieres decir?
– Se escapará para buscar hombres. Hay una parte de Lydia que no entiendo, y es eso de los amantes… La bebida es sólo una parte de su problema… Es… está siempre en celo.
– Un poco vulgar, viniendo de ti, querida esposa, pero una buena descripción. Yo preferiría llamarla… ramera.
– No creo que ese asunto pueda despacharse tan a la ligera.
– Oh, vamos, Elizabeth, ¡sé sensata! Tú familia siempre ha mostrado una lamentable falta de educación. Que a Kitty le fuera tan bien no fue más que un milagro menor, pero nadie puede tener la menor esperanza con Lydia. Siempre fue terca como una muía, e iría a cualquier parte con tal de conseguir lo que desea. Yo conocía a George Wickham muy bien y puedo decirte que no fue idea suya fugarse con Lydia. Ella estaba loca por él, y sólo se le ocurrió un medio para conservar a su hombre… ¡fugarse! George consintió casarse con ella sólo porque yo accedí a pagar todas sus deudas. Y he estado pagando sus deudas desde entonces, gracias a que su esposa era quien era.
– Sí, Fitz, lo comprendo -dijo Elizabeth con firmeza-, pero todo eso pertenece al pasado. No podrás retener a Lydia en Hemmings.
– La señorita Maplethorpe viene muy bien recomendada. La mayoría de sus trabajos han estado relacionados con personas mentalmente perjudicadas, y así es como yo veo a Lydia.
Un sudor frío comenzó a romper en la frente de Elizabeth.
– No te permito que encarceles a mi hermana.
– Eso no será necesario, señora mía. La señorita Maplethorpe no intentará siquiera limitar la bebida de Lydia, lo cual le encantará, creo. Estará siempre demasiado borracha como para ir a buscar amantes. -Sus ojos se habían tornado obsidianas, con un brillo negro y duro-. Ha pasado ya un año desde que el primer ministro fue asesinado en los mismísimos salones de los Comunes, y las cosas han estado cambiando constantemente desde entonces, y Wellesley vigila los movimientos de todo el mundo para intentar ser primer ministro. Pertenezco a un grupo de personas en el que cada uno pretende convertirse en el verdadero sucesor del señor Perceval, ¡y no me va a arruinar el cargo una puta como tu hermana! -Aquel fuego gélido murió en sus ojos-. Te sugiero que vuelvas con Lydia y le expliques los hechos de un modo más claro de lo que, al parecer, se los has explicado.
– ¡Oh, Fitz…! ¿Qué significa esa obsesión por ser primer ministro? ¿No puedes abandonar tu vida pública por tu familia? ¿Por mí?
Darcy la miró asombrado.
– La familia y la esposa son maravillosas hasta cierto punto, pero no pueden satisfacer las aspiraciones y las ambiciones de un hombre. Estoy decidido a ser primer ministro y a dirigir a mi patria hasta una situación de poder y respeto que jamás se ha conocido. La reputación británica resultó severamente dañada cuando cedimos en la guerra de América, frente a los rebeldes de las trece colonias, y parece completamente improbable que venzamos en el nuevo conflicto que se ha desatado allí. De todos modos, hemos aplastado a Bonaparte, y eso debería tener más importancia que cualquier otra cosa. Nuestra Armada gobierna los océanos, pero debe llevarse a cabo una acción decidida para convertir nuestro ejército en un cuerpo de soldados tan feroz que incluso los franceses tiemblen al vernos… -Hinchó el pecho, parecía invencible-. Quiero que Bretaña sea realmenteGran Bretaña.