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– Pero… ¿por qué tenía que viajar en coche de postas? ¿Por qué se quedaba en posadas baratas?

– No estoy seguro, pero sospecho que pudo tener la intención de aparentar ser un ama de llaves pobre. La gente normal no habla sinceramente con quienes considera superiores, Elizabeth, así que Mary decidiría no parecer una dama.

– ¡Cuánto conoces aesta Mary! Intentaste decirme que yo no la conocía en absoluto, y me enojé contigo… Pero, efectivamente, yo no la conozco, y tú sí -dijo Elizabeth, suspirando.

Angus puso mala cara.

– Hay una cosa en la que me equivoqué gravemente y que no tuve en cuenta -dijo-, y es su natural atracción hacia el desastre. Para eso no encuentro una explicación lógica. La institutriz o la ama de llaves más pobre viaja en coche de postas y se queda en las posadas más baratas, cierto, pero a ellas no las asaltan ni las secuestran. Incluso lo poquito que sabemos de su viaje de Grantham a Nottingham confirma esa tendencia al desastre: la molestaron cinco sinvergüenzas, que la tiraron al suelo, en mitad de un patio de diligencias, y se rieron de ella. ¡Todas sus aventuras son horrorosas! ¿Por qué le ocurre todo eso? ¿Es porque es bonita? ¿Son las guineas que llevaba en el bolso? ¿Es esa espinosa misantropía? ¿O es más bien una combinación de todo?

Elizabeth frunció el ceño.

– Nunca se metió en problemas cuando era niña, aunque mi padre la menospreciaba. Insistía en meterla en el mismo saco que a Lydia y Kitty, y las consideraba como las tres muchachas más tontas de Inglaterra. Lo cual no era de ningún modo justo. Ella, por su parte, insistía en cantar horrorosamente en todas las reuniones, pero como todo el mundo, incluido papá, lo lamentaba a sus espaldas, nadie se lo dijo jamás a la cara. Eso sólo indica que ella escuchaba las notas correctamente en su cabeza, y no significa en absoluto que fuera completamente idiota. Mary no era la clase de niña que causara admiración, pero no era tonta. Era formal, aplicada y estudiosa. Cualidades que la hicieron un poco sombría o, como diría Lydia, aburrida.

Elizabeth se levantó y comenzó a caminar, como si de repente se sintiera muy incómoda.

– En realidad… -continuó-, en realidad, lo peor que una podía decir de Mary en aquel entonces era que tenía una pasión inapropiada y no correspondida por nuestro primo, el reverendo señor Collins. Es el hombre más espantoso que he conocido jamás, pero Mary lo miraba con arrobamiento y andaba con la cara mustia en su presencia, y era tan evidente que yo, por mi parte, llegué a la conclusión de que nuestro primo quería una esposa bonita y no a Mary. La cara de Mary por aquel entonces estaba llena de granos purulentos y tenía los dientes torcidos -se rio-. Desde luego, ella no era la esposa maravillosa que pretendía mi primo. Se casó con Charlotte Lucas… una mujer muy sencilla, pero extraordinariamente sentimental. Y cuando se casó, Mary lo olvidó de inmediato.

– Oh, supongo que lo que le atraía a Mary de vuestro primo era su profesión. Ella me dijo que por aquellos días era muy religiosa… -Con la intención de no torturarse hasta el punto de llorar, Angus regresó al asunto de la propia Elizabeth-. Bueno; no podemos hacer nada por Mary de momento, más allá de las medidas que ha tomado Fitz, así que cambiemos de asunto… Estoy preocupado por ti, querida. Aprecio tu amistad enormemente, como aprecio la de Fitz. Pero sólo un idiota que no se percatara de nada ignoraría que eres muy desgraciada…

– Sólo es preocupación por Lydia y Mary… -dijo eludiendo el tema.

– ¡Tonterías! ¡Has enfadado a Fitz!

– Siempre estoy enfadando a Fitz -respondió con amargura.

– ¿Tiene esto alguna relación con Caroline Bingley? Me han contado lo que le dijiste.

– Ella sólo es un asunto menor.

– Creo que la insultaste muy gravemente.

– Y me encantaría volverlo a hacer. Mi amistad contigo no va a más allá de hace diez años, Angus, pero he tenido que soportar a Caroline Bingley desde hace veintiuno. La amistad de Fitz con Charles Bingley es de tal naturaleza que mi esposo está dispuesto a aguantar a Caroline. Así que he estado soportando sus ofensas sus insultos durante tanto tiempo que supongo que finalmente cayó la gota que colmó el vaso. Repartí bofetadas para todo el mundo. Sin embargo, nuestra sociedad inglesa es tan hipócrita que tolera perfectamente los insultos velados, mientras que no soporta la franqueza. Fui franca.

– ¿Y tiene esto algo que ver con Charlie…? -preguntó Angus pensando que sería estupendo que Elizabeth fuera… franca.

– En gran medida. Esa mujer sembró las semillas de la discordia entre él y su padre, dando a entender por ahí que los gustos amorosos de mi hijo eran socráticos. ¡Y lo fue difundiendo por todo Londres! En vez de culpar a Caroline, Fitz culpó a Charlie. Es por su cara, desde luego, y por el estúpido efecto que causa en algunos hombres que realmente sí son socráticos. Pero ya madurará y dejará atrás esa belleza juvenil… ya está empezando a ocurrir, de hecho. Si este asunto de Mary tiene alguna cosa buena es que Fitz y Charlie se están empezando a conocer finalmente. Fitz está empezando a ver que la fama que Caroline le ha dado a Charlie es absolutamente falsa.

– Sí, os iría mejor si Caroline no fuera parte de vuestras vidas -dijo Angus-. De todos modos, es la cuñada de Jane.

Con un gesto, Elizabeth enderezó los hombros y avanzó sin mirar a su alrededor.

– Tal vez haya ofendido a Fitz de un modo imperdonable, pero al menos he conseguido que Caroline jamás vuelva a estar donde esté yo. Por eso es por lo que Fitz está enfadado.

– Bueno, Lizzie, en Londres muchísima gente soporta a Caroline sólo porque Fitz y tú la soportáis… Sois vosotros quienes verdaderamente ordenáis la sociedad inglesa, incluso más que la gente de Westminster. Cuando todas esas personas sepan que Caroline ya no tiene acceso a las fiestas de Darcy, tengo la premonición de que las invitaciones procedentes de las mejores casas disminuirán notablemente. En el plazo de un año, Caroline y la pobre Louisa tendrán que retirarse a Kensington, con todas las demás señoras que se ocupan de cuidar gatos.

Elizabeth no pudo reprimir la risa.

– Angus, ¡no!

– Angus, sí.

– ¡Gracias por hacerme reír y animarme de este modo…! La visión de Caroline y Louisa retirándose a Kensington es maravillosa…

– Sin embargo, ella no es la razón de la discusión entre Fitz y tú.

– Es fácil descubrir que eres periodista… buscas, revuelves, fisgoneas, desempolvas, insistes, hurgas…

– Eso no es una respuesta, Elizabeth.

– Creo que Fitz tiene una amante -dijo casi sin querer.

Ante semejante declaración, la respuesta de su hermana Jane había sido instintiva y espantosa; la de Angus fue tranquila y meditada.

– En absoluto.

– ¿Por qué…?

– Por el orgullo de los Darcy. Y también porque Fitz se halla en la vanguardia de lo que él llama «progreso moral»… ¡Tu marido es un terrible mojigato, querida! Si estuviera en su mano, legislaría para que los hombres no pudieran tener amantes. Pero como no puede hacer eso (incluso los arzobispos tienen amantes), intenta que las penas por prostitución sean cada vez más importantes y cada vez más severas. Su primera preocupación habrá sido siempre estar seguro de que su propia vida está por encima de cualquier sospecha. ¡Fitzwilliam Darcy nunca tendrá los establos como Augias [30]! Tomaría medidas enérgicas contra las amantes del mismo modo que contra las prostitutas. -Angus le cogió la mano y la obligó amablemente a que lo cogiera del brazo-. Como propietario del periódico político más importante del reino, querida, estoy en disposición de saberlo todo en relación con todos los hombres importantes del país. Lo que ocurre entre tú y Fitz sólo os atañe a vosotros y puedo asegurarte que no hay una tercera persona implicada.

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[30] Se trata de un personaje mitológico vinculado a los trabajos de Hércules; al parecer, los establos de Augias nunca se habían limpiado y sus tierras tenían tanto estiércol que no se podía sembrar ni cultivar nada.