– ¿Estás diciendo que… la mató la señorita Maplethorpe?
– Sí, con la ayuda de cinco hombres que tenía consigo, como ayudantes. Yo pensé que era extraño que ella fuera la única mujer, junto con su criada, pero ella tenía cierta autoridad sobre todos ellos así que no quise hacer más indagaciones. Después de todo, vino recomendada como una dama con experiencia con… bueno… pacientesdifíciles. Todos ellos estaban compinchados al parecer.
– ¿Compinchados? ¿Cómo sabes tú que tenían un plan o…?
– La señora Darcy, al parecer, tuvo el presentimiento de que no iba del todo bien en Hemmings, Fitz. Esta mañana me pidió que fuera y comprobara que todoestaba bien. Para cuando llegué, el médico del pueblo y la policía ya se habían ocupado de todo. Me pidieron que les contara aquellos detalles que no conocían. ¿Qué ocurrió en realidad? Probablemente nunca lo sabremos pero pensamos que el plan original consistía únicamente en robar. Los mejores muebles han desaparecido, y las alfombras, y la cubertería de plata, y la calesa con los caballos, y el poni y la carretela, y pensamos que también algunas joyas. Respecto a cómo ocurrió… el médico dice que un hombre la asfixió con una almohada mientras que otro la sujetaba sentado en su pecho.
Fitz se hundió en su asiento; hizo un ruido como si intentara reprimir el vómito. Ned sirvió una gran copa de oporto y se la acercó. Después, llenó también su propia copa, y se sentó.
– Bébetelo, Fitz, por favor, o tendré que ponerte coñac. -Observó cómo bebía su señor, vio cómo el color retornaba a su rostro y se recostó en el sillón, aliviado. Fitz se recobró-. ¿Tenía joyas la señora Wickham? -preguntó Ned.
– Sí, creo que sí… Un juego de zafiros con diamantes que Elizabeth nunca se ponía y que se lo dio cuando se trasladó a Hemmings. ¡Pobre mujer…! ¡Oh, pobre, pobre mujer…! Y creo que Jane le dio un collar de perlas. Como no creo que Lydia hubiera tenido aún oportunidad de empeñarlas, si no estaban allí, seguro que la señorita Maplethorpe las cogió… -Se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro con indecible inquietud-. ¡Qué año más horroroso estoy teniendo…! Dos hermanas de mi esposa… muertas. Al menos una de ellas está muerta. ¿Y la otra…? Me temo que también estará muerta.
– No se sabe todavía, Fitz. Creo haber entendido que eran muy distintas. La señora Wickham vivía encerrada en una botella; la señorita Mary iba alocada por el mundo. -Sonrió abiertamente-. Nunca vi a la señorita Mary consciente, pero luchaba por vivir incluso inconsciente. -Se estiró con una mueca de dolor.
– ¡Soy un bruto egoísta, Ned! Anda, marcha, come algo y ve a tu casa a dormir.
– Trasladarán a la señora Wickham mañana; vendrá con ella el médico de Leek. Será tarde, pero el doctor se ocupará de que la traigan.
– Gracias. Debes de andar falto de dinero.
– Eso no tiene importancia.
– Sí la tiene para mí. Hazme llegar las facturas, por favor, Ned.
En cuanto Ned abandonó la biblioteca, Fitzwilliam Darcy se levantó y acudió a los aposentos de Elizabeth. Cuando golpeó levemente la puerta, su esposa la abrió y se apartó para que Fitz entrara, mirándolo con ansiedad.
– Sabía que eras tú. Ned ha traído malas noticias, ¿verdad?
– Sí. -Se acercó con paso cansado a uno de los dos sillones se sentó, dando unas palmadas en el asiento del otro, para que se sentara allí su esposa-. Siéntate, Elizabeth.
– ¿Tan malo es…?
– Lo peor. Lydia ha muerto.
¡Qué extraño…! Aquella noticia le había afectado a él como si le hubiera caído un rayo, mientras que su esposa parecía casi indiferente, excepto por sus ojos, profundamente abiertos.
– ¡Oh…! Debí imaginarlo, porque esas noticias vienen como cuando se trata de viejos amigos, los viejos amigos que no has visto durante años. Lo esperaba, pero también lo sabía. Simplemente… sabía que algo no iba bien. Ned me lo notó esta mañana.
– Generalmente no se cumplen tus premoniciones.
– Sí, ya lo sé. ¡Cada vez que imaginaba que Charlie estaba enfermo, me equivocaba…! -Elizabeth sonrió y su sonrisa se quedó congelada en su boca, sintió como si se le convirtiera en piedra-. Tendía a enterrarlo habitualmente. Pero al final siempre se ponía bueno. Solía imaginar que a él no le preocupaba mucho morir, pero sabía que si él moría, yo también me moriría, y al saberlo, se recuperaba.
– Una explicación bastante confusa, querida.
– Seguro que sí. La desesperación y Charlie estaban unidos en aquel tiempo, y sin embargo… míralo ahora. Se ha deshecho de infancia como si fuera un montón de ropa vieja. Me siento muy feliz por él… y por ti, Fitz.
Sólo cuatro velas ardían, formando un halo de luz cegadora en torno a su cabeza y dejando en contraluz el rostro de Elizabeth, en la penumbra. Fitz entrecerró los ojos en un esfuerzo por verle la cara con claridad y pensó: «Estoy perdiendo vista».
– No he sido muy agradable con Charlie -dijo, con la voz no tan firme como hubiera deseado-. Y también he sido desagradable contigo, Elizabeth.
– No has sido agradable contigo mismo, Fitz. Cuéntame todo lo que ha ocurrido… y, por favor, te lo ruego, no me ahorres los detalles. Con George Wickham muerto, era cuestión de tiempo que Lydia también muriera. ¡Cómo lo amaba! De las cinco, ella la que más y mejor amó. Sin él, Lydia ya no tenía una razón para vivir.
– No ha sido un suicidio, ni por lo más remoto. Fue víctima de una banda de ladrones, aunque creo que son algo peor que eso. Basta decir que la señorita Maplethorpe era una impostora que sus criados eran sus compinches y que todos ellos planearon robar en Hemmings… los muebles, la plata, los carruajes, los caballos y las joyas. Las cosas que tú y Jane le disteis a vuestra hermana cuando se fue a vivir a Hemmings. Lydia debió de sorprenderlos cuando estaban robando y la mataron. Al parecer, ella estaba borracha… El doctor dijo que apestaba a vino y licores. La asfixiaron con una almohada; seguro que esperaban que su crimen pasara por ser una muerte natural. En todo caso, eso está fuera de toda duda.
– Jane se encaró con la señorita Maplethorpe -dijo Elizabeth-. ¡Jane, que nunca se encara con nadie! El día que fuimos a verla, Lydia no estaba borracha, aunque lo fingía delante de la señorita Maplethorpe. Estaba empeñada en una historia sobre ciertos barrotes que según ella había en la ventana, pero no había barrotes en absoluto, ni los había habido nunca. Yo lo miré bien. En casos como el suyo, sé que mantener la sobriedad es difícil, así que tal vez, al no poder convencernos ni a Jane ni a mí de la existencia de esos barrotes, volvió a sus antiguas costumbres. No se. Salvo eso, pienso como tú, y esto me parece que esconde algo peor…
– Elizabeth…había barrotes en las ventanas -dijo Fitz con el rostro contraído de horror-. Se supone que los iban a quitar antes de que Lydia se trasladara a Hemmings. Había sido la residencia de un perturbado. ¿Por qué no os lo explicó la señorita Maplethorpe? -Darcy cogió las manos de su esposa mientras ella permanecía absorta pensando-. Lo único que no me explico es… ¿por qué Hemmings? ¿Cómo es posible que una banda de ladrones planeara una cosa semejante cuando Lydia fue trasladada a tan breve tiempo? ¡Transcurrió menos de una semana entre aquella espantosa escena en nuestro comedor y su traslado a Hemmings! Sin embargo, ellos ya lo tenían todo preparado, con su dama de compañía, y su plan… ¿Cómo es posible?
– ¿Y Lydia fue… asesinada? ¡Fitz, eso no tiene ningún sentido!
– Quizá la señorita Maplethorpe se apuntó a la lista de la agencia de la señorita Scrimpton dispuesta a aprovechar la primera oportunidad que se le presentara… En este momento, me inclino a pensar eso, porque al menos eso tienealgún sentido. Las joyas valdrían unas tres mil libras, si las perlas de Jane son las que yo creo que le dio. Los muebles y la plata no valdrán más de mil libras, aunque las alfombras eran bastante buenas… las compré nuevas por dos mil libras. La calesa y el par de caballos son lo más valioso y lo que pueden vender por más dinero… por unas cuatro mil libras. El poni y la carretela no valen nada.