Выбрать главу

– Lo haré, tío Ned. Lo haré.

Fitz estaba llorando desconsoladamente.

– Lydia tenía que morir, Fitz -dijo Ned con voz poderosa, sin jadear-. Era una ramera malhablada sin nada en la cabeza, salvo gastar, beber y follar. Así que tendí una trampa y la maté. Mirry y sus hombres eran marionetas mías… huyeron como ratas. Así que Mirry cargó con la culpa de lo que yo hice. Mismo burdel, nueva dirección. Se llama Miriam Matcham. Ha matado a decenas de putas… le gusta mirar cómo algunos desalmados pervertidos las matan. Exactamente como nuestro padre… Sí, tendrían que haber colgado a Mirry Matcham mil veces antes, así que deja que la cuelguen por lo de Lydia. Eso le encantará a la señora Bingley. -Cerró los ojos-. ¡Oh, estoy cansado…! ¿Por qué estoy tan cansado?

– Serás enterrado en Pemberley como un Darcy -dijo Fitz.

Ned abrió los ojos.

– No puede ser… No puedes hacer eso.

– ¡Sí! -exclamó Charlie.

– ¿Ves, Ned? Tu sobrino dice lo mismo que yo.

– No es apropiado…

– ¡Sí es apropiado! Tú lápida dirá: «Edward Skinner Darcy» para que todo el mundo lo vea. «Amado hermano de Fitzwilliam y tío de Charles, Georgiana, Susannah, Anne y Catherine». Quiero que sea así.

– No puede ser… Charlie, por favor…

– No. Es lo justo y lo apropiado.

– Júpiter… -exclamó Ned repentinamente, intentando levantar la cabeza-. Lo dejé junto a la cueva… ordena que…

– Vino a casa delante de ti, Ned.

– Cuida de él. Es el mejor caballo del mundo…

– Cuidaremos deJúpiter.

El dolor, que parecía haberse contenido mediante un hercúleo esfuerzo de la voluntad, regresó violentamente, y Ned gritó entonces hasta que le dieron el jarabe de opio más fuerte que había en la casa. Un poco más tarde murió, aparentemente dormido y sin sufrir.

Charlie deshizo el nudo en que habían quedado enlazadas las manos de su padre y de Ned, y lo sacó de la habitación.

– Ven a mi biblioteca -dijo Fitzwilliam Darcy a su hijo-. Tenemos que hablar antes de que veamos a tu madre.

– ¿De verdad quieres que se sepa lo de Ned? -preguntó Charlie-. No, no… no me parece mal. Simplemente quería estar seguro de que no era una idea que surgió para consolar al pobre Ned.

– ¡Debo reconocerlo! Ha cometido un asesinato por mí, aunque juro por mi vida que jamás le pedí que lo hiciera, ni siquiera se lo insinué. A decir verdad… estaba demasiado malherido para contarlo todo, pero sospecho que Ned asesinó a otras personas por mí. Para que yo pudiera ser primer ministro de Gran Bretaña… -Rodeó los hombros de su hijo con un brazo, en parte como una declaración de afecto, en parte para esconder su debilidad-. Bueno, eso ya no va a suceder. Me quedaré en el Parlamento, pero en los bancos traseros. Desde la bancada trasera puedo ejercer tanta influencia como precise. Tu madre lo llamará orgullo, pero yo preferiría llamarlo soberbia… un orgullo henchido de arrogancia. Estaba obsesionado con ser primer ministro, pero quizá un día puedas serlo tú. De todos modos, lo comprenderé si no escoges la carrera política. Es verdad, la política es sucia y desagradable. Debo pedirte perdón, querido Charlie, por hacerte la vida tan desgraciada cuando eras niño. En muchos sentidos, fui tan tirano como el padre Dominus. Pero todo eso ya pasó. Ned Skinner no ha muerto en vano.

– ¿Qué le vas a contar a mamá? -preguntó Charlie, soportando todo el peso de su padre con el corazón henchido. «He cruzado el foso lleno de estacas afiladas que se abre entre la infancia y la madurez: de ahora en adelante, seré el hijo de mi padre».

– Cumpliré con los deseos de Ned. Miriam Matcham y sus hombres cargarán con el asesinato de Lydia. Obtendremos pruebas de que saquearon Hemmings y que huyeron la noche que murió Lydia, y tendremos el testimonio de la señorita Scrimpton para demostrar sus falsas credenciales. Aunque, como bien sabes, el testimonio de un Darcy de Pemberley es perfectamente suficiente para enviar a Miriam Matcham y sus secuaces a la horca.

– Haremos lo que creas que es mejor, papá. Aquí, siéntate.

– Enterraremos a Ned como le correspondería a un hermano mío. No tuve hermanos, Charlie, y ojalá pudiera haberte dado uno a ti, aunque fuera bastardo. Pero siempre fui muy orgulloso para andar con rameras, y tuve ante mí los horribles actos de mi padre para advertirme de lo que le ocurre a los hombres de nombre y posición cuando se ven acometidos por el hastío. Yo tengo mi Parlamento, tú tienes tus estudios de griego y latín, así que no tenemos ninguna necesidad de seguir los pasos de Harold Darcy. -Sonrió con una mueca irónica-. Además… ¡estoy casado con una mujer de la familia Bennet… y eso es suficiente para mantener a un hombre alejado de cualquier atisbo de aburrimiento!

– Empiezo a comprender por qué te oponías a la cruzada de la tía Mary -dijo Charlie-. Temías que pudiera descubrir la historia de Harold Darcy si comenzaba a husmear en los suburbios de Sheffield, que no está muy lejos de Manchester. ¿Qué hiciste con la carta del abuelo Harold?

– La quemé, y nunca lo he lamentado. Cuando era niño, lo detestaba, lo cual podría explicar por qué mi padre quería tanto a George Wickham, que lo adulaba vergonzosamente. Creo que George esperaba un enorme legado en su testamento, pero mi padre disfrutó alimentando las esperanzas de George y defraudándolas después, ¡sobre todo al concederle el salario de un párroco de pueblo! Si alguien sabía qué se escondía en el corazón de George, ése era mi padre. Se regodeaba en esa clase de crueldad. Aunque George nunca supo de sus actividades criminales… si lo hubiera sabido, jamás me habría librado de él. Cuando George fracasó al intentar casarse con tu tía Georgiana, creo que adivinó de algún modo mi amor por tu madre… ¿De qué otro modo, si no, iba a pagar yo sus deudas y a obligarlo a casarse con Lydia? Le convenía estar casado con Lydia: así lo tendría siempre delante de mis narices y se aseguraría de que yo continuara pagando sus deudas… y las de Lydia.

– Mucho de lo que me has contado, papá, deberías decírselo también a mamá, incluido lo de Lydia. Pero no le digas quién la mató realmente.

– ¡Eres sabio…! Ese será nuestro secreto.

– ¿Y sobre Harold Darcy…?

– Quizá una versión expurgada…

– Sí, papá. Explícale quién era Ned, y cuéntale algunas maldades del abuelo Harold, pero no las peores. Sin embargo, creo que debes contarle el juramento que le hiciste al abuelo a propósito de tu relación con Ned. Mamá temía a Ned, y le desagradaba, tal vez porque pensaba que tenía algún poder sobre ti, y creía que tú luchabas secretamente contra ese dominio. Debes mostrarle que lo querías con un verdadero amor fraternal. Mamá siempre comprende las relaciones basadas en la familia.

Fitz comenzó a llorar de nuevo; Charlie puso un brazo en torno a su padre encorvado y lo abrazó. ¡Qué sorpresa y qué asombro…! ¡Saber que el semidiós era humano al fin y al cabo!

– Se lo contaré yo a mamá. Aunque las cosas más personales debes decírselas tú cuando estés preparado. -Animado por aquel nuevo padre, frágil y accesible, Charlie decidió atreverse con todo-. Tus hijos sufren mucho cuando tú y mamá discutís, pero sufrimos incluso más porque podríamos patinar en el hielo que hay entre vosotros. ¿Puede solucionarse este estado de cosas?

– No abuses de tu suerte, Charlie. Buenas noches.

Capítulo 12

Agotado, Fitz no se levantó hasta media mañana del día siguiente, y encontró a Elizabeth sentada junto a su cama, muy ocupada, escribiendo frente a una mesita. Pero el rostro que veía era el de Ned, y volvió a la realidad con un grito desesperado: