Dirk y Summer se retiraron a sus apartamentos separados en el vagón Pullman. Pitt y Loren subieron al apartamento, donde Pitt se duchó y afeitó mientras ella preparaba un almuerzo ligero para los cuatro. Pitt salió del baño al cabo de media hora, vestido con pantalón y camisa deportiva. Se sentó a la mesa de la cocina y cogió la copa de Ramos Fizz que le ofreció Loren.
– ¿Has escuchado hablar alguna vez de una gran corporación llamada Odyssey? -le preguntó a Loren, sin que viniera a cuento.
La congresista lo miró un tanto sorprendida.
– Sí, formo parte de un comité que está investigando sus actividades. No es un tema que haya aparecido en los periódicos. ¿Cómo te has enterado de la investigación?
Pitt se encogió de hombros con la mayor despreocupación.
– No sé nada. Ni siquiera sabía que estuvierais interesados en Specter.
– ¿El misterioso fundador de la corporación? Entonces, ¿a qué viene la pregunta?
– Pura curiosidad, nada más. Specter es el propietario del hotel que Al y yo evitamos que acabara estrellado contra las rocas, por culpa del huracán Lizzie.
– Se sabe muy poco del hombre, más allá de que posee un gran centro de investigación científica en Nicaragua y está involucrado en gigantescos proyectos de construcción y explotaciones mineras en todo el mundo. Algunas de sus actividades internacionales son legales; otras en cambio son bastante oscuras.
– ¿Cuáles son los proyectos en el país?
– Canales de riego a través de los desiertos en el sudoeste y algunos diques. Nada más.
– ¿Qué investigan en Odyssey?
– No sabemos gran cosa, y dado que el centro está en Nicaragua, no hay ninguna ley que los obligue a informar de sus experimentos. -Loren se encogió de hombros-. Los rumores dicen que están con celdas de combustible, pero nadie sabe nada concreto. Nuestros servicios de inteligencia no consideran a Odyssey como un objtivo prioritario.
– ¿Qué hay de las construcciones?
– En su mayor parte son cámaras y depósitos subterráneos. La CIA ha escuchado rumores de que ha excavado cavernas para almacenar armas químicas y nucleares fabricadas en países como Corea del Norte, pero no tienen pruebas. Otros tantos trabajos son por cuenta de los chinos, que quieren mantener en secreto los programas de investigación militar y los arsenales. Odyssey parece haberse especializado en la construcción de almacenes subterráneos, que ocultan de los satélites espías las actividades militares y las fábricas de armamento.
– Sin embargo Specter mandó construir y explota un hotel flotante.
– Un juguete que utiliza para agasajar a sus clientes -explicó Loren-. Está en el negocio de la hostelería sólo como diversión.
– ¿Quién es Specter? El director del Ocean Wanderer no le tiene el menor aprecio.
– No le gustará su trabajo.
– No es eso. Me dijo que no piensa seguir trabajando para Specter, porque abandonó el hotel y se marchó en su avión antes de que llegara el huracán. Abandonó a los huéspedes y al personal, sin preocuparse en lo más mínimo de que pudieran morir.
– Specter es una persona muy misteriosa. Probablemente sea el único presidente ejecutivo de una gran corporación que no tiene un agente de relaciones públicas personal. Nunca concede entrevistas y apenas si se lo ve en público. No hay ningún registro de su historial, de su familia o de dónde estudió.
– ¿Ni siquiera la inscripción de su nacimiento?
– No se ha encontrado ningún registro de su nacimiento en Estados Unidos ni en ningún otro país investigado. Su verdadera identidad continúa siendo un misterio, a pesar de los esfuerzos de nuestros servicios de inteligencia. El FBI lo intentó por todos los medios posibles, sin conseguirlo. No hay fotos porque siempre lleva el rostro cubierto con un pañuelo y gafas de sol. Tampoco consiguieron hacerse con sus huellas digitales, porque usa guantes. Ni siquiera sus colaboradores más cercanos han visto su rostro. Lo único que se sabe es que es obeso, que pesa más de ciento ochenta kilos.
– No es posible que nadie pueda mantener en secreto su identidad hasta ese extremo.
La congresista levantó las manos en un gesto de impotencia. Pitt se sirvió otra taza de café.
– ¿Dónde están las oficinas centrales de la corporación?
– En Brasil. También tiene oficinas en Panamá. Dado que ha hecho grandes inversiones en el país, el presidente de la república lo ha hecho ciudadano panameño, y lo ha nombrado director de la Autoridad del Canal.
– ¿Cuál es entonces la justificación para que tu comité lo investigue? -preguntó Pitt.
– Sus tratos con los chinos. Las relaciones de Specter con la República Popular se remontan a quince años atrás. Como director de la Autoridad del Canal, fue una pieza clave a la hora de ayudar a la compañía Whampoa Limited, una empresa radicada en Hong Kong y vinculada al Ejército Popular de Liberación, a conseguir un contrato de explotación de los puertos de Balboa y Cristóbal en los dos extremos del canal, el primero en el Pacífico y el segundo en el Atlántico. Whampoa también se ocupará de la carga y la descarga de los barcos, y del ferrocarril que transporta las cargas entre los puertos, y muy pronto comenzará la construcción de un nuevo puente colgante que utilizarán los camiones de gran tonelaje para cruzar la zona del canal de norte a sur.
– ¿Qué está haciendo nuestro gobierno al respecto?
– Nada, que yo sepa. El presidente Clinton ha dado carta blanca a los chinos para poner a América central dentro de su área de influencia. -Loren sacudió la cabeza y añadió-: Otra cosa sorprendente de la Odyssey es que casi todos los cargos directivos los ocupan mujeres.
– Specter debe de ser un ídolo del movimiento feminista -comentó Pitt con una sonrisa.
Dirk y Summer se reunieron con ellos para almorzar antes de ir al despacho de Sandecker. Esta vez, Pitt condujo uno de los Navigator turquesa que pertenecían a la flota de vehículos de la NUMA. Primero dejó a Loren en su casa.
– ¿Cenarás conmigo esta noche? -le preguntó.
– ¿Vendrán Dirk y Summer?
– Quizá consiga convencer a los chicos -respondió Pitt-, pero solo si tú insistes.
– Insisto.
Loren le apretó la mano y descendió del Navigator con mucha elegancia, cruzó la acera con paso ágil y subió los escalones que conducían hasta la puerta.
El edificio de treinta pisos que albergaba el cuartel general de la NUMA se elevaba en una colina junto al río Potomac, y disfrutaba de una impresionante vista de la ciudad. Sandecker en persona había escogido el solar cuando el Congreso le había dado los fondos para construirlo. Era mucho más lujoso de lo que estaba previsto y se había excedido en varios millones de dólares del presupuesto original. Debido a que estaba en el lado este del río, fuera del distrito de Columbia, el proyecto no se vio afectado por las leyes urbanísticas referentes a la altura y el almirante había podido levantar una imponente estructura tubular de cristal verde que se veía desde kilómetros a la redonda.
Pitt entró en el atestado aparcamiento subterráneo y estacionó el coche en su plaza privada. Subieron en el ascensor hasta el último piso, donde estaba el despacho de Sandecker. Entraron en una antesala con las paredes revestidas con listones de teca que habían pertenecido a la cubierta de viejos barcos naufragados. La secretaria del almirante les preguntó si no les importaría esperar unos minutos, dado que Sandecker se encontraba en una reunión.
No había acabado de decirlo, cuando se abrió la puerta del despacho del almirante y salieron dos de sus viejos amigos: Kurt Austin, con los cabellos prematuramente blancos -que era la contraparte de Pitt como director de proyectos especiales-, y Joe Zavala, el atlético ingeniero que colaboraba a menudo con Giordino en el diseño y construcción de vehículos sumergibles. Ambos se adelantaron para estrecharles la mano.