– Soy geóloga estructural -puntualizó Micky-. Mi especialidad es hacer análisis para los ingenieros que preparan excavaciones. Investigo las filtraciones de agua y los canales subterráneos en lugares profundos y los acuíferos, para que puedan prevenir las inundaciones que podrían producirse mientras perforan los túneles.
– No parece un trabajo divertido -comentó Loren, sin el menor ánimo de crítica-. Asistí a un curso de geología para completar el programa de la licenciatura de economía social. Me pareció que sería interesante… Menudo error; la geología es tan aburrida como la contabilidad.
Micky se echó a reír.
– Afortunadamente, el trabajo de campo no tiene nada de banal.
– ¿Papá dijo algo del restaurante donde vamos a cenar? -preguntó Summer.
– A mí no me ha dicho ni una palabra -contestó Loren.
Veinticinco minutos más tarde, Pitt cruzó la verja de entrada de L'Auberge Chez Frangois en Great Falls, Virginia. La arquitectura alsaciana y la decoración interior creaban una atmósfera muy acogedora. Aparcó el coche y entraron por la puerta principal. En la recepción, uno de los miembros de la familia propietaria del restaurante buscó el nombre de Pitt en la lista de reservas y los acompañó a una mesa para seis en un reservado.
Pitt vio a unos viejos amigos -Clyde Smith y su encantadora esposa, Paula- y se detuvo a saludarlos. Smith llevaba en la NUMA casi tanto tiempo como Pitt, pero en la sección financiera de la agencia. Cuando todos estuvieron sentados, se presentó el camarero y les informó de las especialidades del día. Pitt descartó los cócteles y pasó directamente al vino. Pidió un Sparr Pinot Noir, y como entrada un surtido de carnes de caza donde había ciervo, antílope, pechuga de faisán, conejo y codornices, con un acompañamiento de setas y nueces.
Mientras saboreaban el vino y la magnífica variedad de carnes, Loren les habló de los últimos rumores políticos. Todos la escuchaban como embobados, por tener la oportunidad de enterarse de los cotilleos de boca de un miembro del Congreso. Luego Dirk y Summer relataron el descubrimiento del antiguo templo y los objetos que contenía, y acabaron con la terrible experiencia que casi les había costado la vida en el banco de la Natividad. Pitt les dijo que había llamado a Julien Perlmutter para avisarle que sus hijos irían a hacerle una visita porque necesitaban de sus vastos conocimientos de la historia de la navegación y el mar.
Los segundos platos eran de lo mejor de la cocina francesa. Pitt pidió riñones y setas, con una salsa de jerez y mostaza. En el menú también había sesos de ternera y un exótico plato de lengua, pero a las mujeres no les apeteció. Giordino y Micky compartieron una corona de costillas de cordero mientras que Dirk y Summer probaron la choucroute garnie, consistente en col fermentada en salmuera, salchichas, faisán, gelatina de pato, pichón y foie gras, que era la especialidad de la casa. Loren se decidió por la petite choucroute, que llevaba col, trucha ahumada, salmón, rape y camarones.
Las tres parejas compartieron los postres seguidos por una copa de oporto. A continuación, votaron por unanimidad que al día siguiente se pondrían a dieta. Mientras se relajaban después de la opípara comida, Summer le preguntó a Micky a qué lugares del mundo la habían llevado sus expediciones geológicas. La joven les describió inmensas cavernas de Brasil y México y lo difícil que resultaba en ocasiones llegar hasta la parte más profunda.
– ¿Alguna vez encontraste oro? -preguntó Summer, en son de broma.
– Sólo una vez. Descubrí un rastro en un río subterráneo que hay en el desierto de baja California y desemboca en el golfo.
En cuanto mencionó el río, Pitt, Giordino y Loren se echaron a reír. Micky se sorprendió mucho cuando le explicaron que Pitt y Giordino habían descubierto el río cuando habían rescatado a Loren de manos de unos saqueadores de yacimientos arqueológicos durante el proyecto “Oro de los Incas”.
– El río Pitt -exclamó Micky, impresionada-. Tendría que haberme dado cuenta. -Continuó describiendo sus viajes alrededor del mundo-. Uno de los proyectos más fascinantes fue investigar los niveles del agua en las cavernas de piedra caliza en Nicaragua.
– Tenía noticias de las cuevas de murciélagos en Nicaragua -dijo Summer-, pero no de que hubiera cavernas de piedra caliza.
– Las descubrieron hará cosa de unos diez años; son muy grandes. Algunas se extienden varios kilómetros. La compañía que me contrató estaba considerando el proyecto de construir un canal seco entre los océanos.
– ¿Un canal seco a través de Nicaragua? -repitió Loren-. Esa sí que es nueva.
– En realidad, los ingenieros lo llaman “puente subterráneo”.
– ¿Un canal subterráneo? -dijo la congresista, con tono escéptico-. No me lo imagino.
– Los puertos y las zonas de libre comercio en el mar de las Antillas y el Pacífico, que están por construirse, estarían unidos por un ferrocarril de alta velocidad y levitación magnética que pasaría por los túneles excavados debajo de las montañas y el lago de Nicaragua, con trenes capaces de alcanzar una velocidad de quinientos sesenta kilómetros por hora.
– La idea no está mal -opinó Pitt-. Si se puede llevar a la práctica, reduciría los costes marítimos casi a la mitad.
– Estás hablando de una inversión descomunal -señaló Giordino.
– El presupuesto estimado era de siete mil millones de dólares -dijo Micky.
Loren seguía mostrándose escéptica.
– Encuentro extraño que el Departamento de Transporte no enviara ningún informe referente a un proyecto de tal envergadura.
– O que no lo mencionara la prensa -añadió Dirk.
– Eso es porque nunca se puso en marcha -explicó Micky-. Me dijeron que la empresa constructora había decidido abandonar el proyecto. Nunca descubrí el motivo. Me hicieron firmar un documento de confidencialidad que me prohibía hablar de mi trabajo o revelar cualquier información del proyecto, pero desde entonces han pasado cuatro años. A la vista de que aparentemente está muerto y enterrado, no me importa saltarme el compromiso y comentarlo con mis amigos en la sobremesa.
– Un relato fascinante -admitió Loren-. Me pregunto quién estaría dispuesto a financiar el proyecto.
– Según tengo entendido, una parte de la financiación la aportaba la República Popular China. -Micky bebió un sorbo de oporto-. Están invirtiendo mucho dinero en América Central. Si hubiesen seguido adelante con el proyecto de un sistema de transporte subterráneo, ahora tendrían un gran poder económico en Norte y Sudamérica.
Pitt y Loren intercambiaron una mirada llena de significado. Después Loren le preguntó a Micky:
– ¿Cómo se llama la empresa constructora que te contrató?
– Es una corporación multinacional llamada Odyssey.
– Sí -dijo Pitt en voz baja, al tiempo que apretaba la rodilla de Loren por debajo de la mesa-. Sí, creo que la he oído mencionar…
– Para que después hablen de coincidencias -comentó Loren-. Dirk y yo estuvimos hablando de Odyssey esta misma mañana.
– Un nombre curioso para una empresa constructora -señaló Summer.
Loren esbozó una sonrisa y parafraseó a Winston Churchilclass="underline"
– “Un rompecabezas envuelto en un laberinto de negociaciones secretas dentro de un enigma”. El fundador y presidente, que se llama a sí mismo Specter, es tan desconocido como la fórmula para viajar en el tiempo.
– ¿Por qué crees que descartó el proyecto? -intervino Dirk con una expresión pensativa-. ¿Falta de dinero?
– Todo menos eso -respondió Loren-. Los periodistas económicos británicos calculan que su fortuna personal ronda los cincuenta mil millones de dólares.
– Uno no puede dejar de preguntarse porqué no siguió adelante con la construcción de los túneles, cuando había tanto en juego -murmuró Pitt.