Выбрать главу

La caída en picado se había interrumpido. Ante la mirada de Drake, el cilindro gris de la envoltura se movió rápidamente a la derecha, lejos del grueso de la montaña. En menos de un minuto se perdió de vista.

Drake se quedó mirando hacia abajo. Melissa había desaparecido, pero el paisaje rocoso al pie del acantilado parecía arrastrarse y convulsionarse a sus pies como un mar de aceite. Sentía las piernas demasiado débiles como para tenerse en pie. Profirió un alarido y se desplomó en la tosca superficie de piedra y grava. La rastrilló con los dedos, intentando apartarse del precipicio.

Seguía sentado todavía, con la mirada perdida en la feroz luz del sol de invierno, cuando un artefacto sin alas aterrizó flotando junto a él.

—Está bien, Drake. —Par Leon era uno de los ocupantes de la aeronave. El tono de su voz era de disculpa. A su lado había una mujer de semblante pétreo—. No pasa nada. Vamos a llevarte a casa.

8

La supermujer incompleta

La mujer se llamaba Rozi Tegger. Par Leon dejó bien claro, más por su lenguaje corporal que por ninguno de sus comentarios, que no se trataba de una íntima amiga. Tegger y él se ocupaban de Drake con sumo cuidado, respondiendo a sus desconcertadas preguntas mientras la aeronave los transportaba de vuelta a casa.

Para Drake, solo había dos preguntas verdaderamente relevantes: ¿Está viva? ¿Está bien?

—Melissa Bierly está viva, sin duda —repuso Tegger. Leon le había cedido la primera fase de las explicaciones—. Sin embargo, dista de estar bien.

—¿Está herida?

—En absoluto. Ninguno de los dos corríais verdadero peligro, aunque no queríamos que lo supierais. Os controlábamos desde que salisteis de la cabaña.

—¿El aerodeslizador?

—Eso, y más que eso. Más pequeño. El servicio de seguridad automatizada genera sus propias unidades de observación y protección, y hoy había varios miles de millones de ellas en activo a vuestro alrededor. El conjunto que ha salvado a Melissa, después de que ella se tirara por el acantilado, es bastante corriente. La masa de cada unidad es tan solo una fracción de un gramo. Cada una de ellas cuenta con sensores, capacidad de vuelo y comunicación en tiempo real que permite a todas las unidades actuar al unísono. Melissa intentó alejarse de ellas y lanzarse de cabeza sobre las rocas; pero en realidad no tenía ninguna oportunidad.

—Lo he visto, pero no lo entiendo. Melissa tenía todos los motivos del mundo para vivir. ¿Por qué querría suicidarse?

Par Leon y Rozi Tegger se miraron fijamente. La tensión que imperaba en el vehículo era imposible de pasar por alto.

—Tienes que contárselo, ¿sabes? —dijo Leon—. De lo contrario, lo haré yo. Si no estabas preparada para esto, no tendrías que haberlo empezado.

—Nunca pensé que las cosas darían este giro.

—Tampoco yo; pero lo han dado.

—Lo sé, lo sé. —Rozi Tegger suspiró—. Está bien, lo haré. —Se volvió hacia Drake—. ¿Qué has averiguado del historial de Melissa Bierly?

—Sé que nació un año antes de que yo entrara en las criomatrices. Sé que vivió veinticuatro años más antes de morir y entrar en las criomatrices a su vez.

—¿Eso es todo?

—Es todo lo que recuerdo.

—Muy bien. —Rozi Tegger, al igual que Par Leon, era de edad indeterminada. Tenía una poblada melena de color castaño oscuro, por la que ahora se pasó los dedos—. Permíteme empezar por el principio, quince años antes del nacimiento de Melissa Bierly.

»La estructura del ADN se conocía desde hacía cincuenta años, y el primer mapa del genoma humano acababa de completarse. Los biólogos moleculares estaban en la cresta de la ola. A algunas personas empezaba a preocuparles los problemas éticos que implicaba el jugar con la estructura genética humana, pero todavía no se había instaurado ninguna de las normas que imperan ahora. De hecho, a nuestros ojos vuestra época en particular resulta sumamente desconcertante. Los que aprobaban la manipulación genética para curar enfermedades a menudo eran los mismos que se oponían a la selección genética obligatoria para impedir que se produjeran esas enfermedades. “Eugenesia” era un término socialmente inaceptable.

»Cuando la tecnología avanza y no hay leyes adecuadas que delimiten sus aplicaciones, surgen los problemas.

»Un grupo de científicos con ambiciosos objetivos sociales y políticos decidió aprovechar la tecnología emergente para beneficiar a la especie humana. Sus intenciones eran buenas, no lo negamos. También se les permitió actuar con una libertad inimaginable hoy día. Idearon maneras de modificar el genoma humano para crear personas más fuertes, más inteligentes, más longevas y más resistentes a las enfermedades. Eso hicieron.

—Superhombres —murmuró Drake. Pero lo hizo en inglés, y Rozi Tegger lo miró con el ceño fruncido por la confusión—. Hombres superiores —añadió Drake, esta vez en universal—. Superhombres.

Tegger asintió.

—Y mujeres superiores. ¿Tengo que seguir? No cambiamos el cuerpo de Melissa Bierly cuando resucitó, como cambiamos el tuyo. No hacía falta. Ya la has visto, aunque te has expuesto a una pequeña fracción de su potencial. Podría correr hasta la cima de Birhan, o aun de montañas mucho más grandes que esa, sin necesidad de ayuda artificial para respirar y sin fatigarse. Podría pasar una noche de invierno desnuda en lo alto de una cumbre cubierta de hielo y nieve, y bajar ilesa a la mañana siguiente. Podría quedarse colgada de un dedo del acantilado donde os encontramos, horas y horas.

»Pero esas eran simples mejoras físicas y nos parecieron irrelevantes. Mucho más interesantes son las características mentales de Melissa Bierly y otros como ella. Posee un intelecto asombroso. En dos meses ha llegado a aprender más sobre esta época, y lo que hay en ella, que muchos de nosotros. Consiguió acceder a los bancos de información general como si supiera manejarlos por naturaleza. Aprendió a hablar una decena de idiomas, desde la economía a la astronáutica, y estableció sus interconexiones sin esfuerzo.

»Pero estas proezas no superan a las que son capaces de realizar muchas máquinas; aunque las admiremos, no es ese el motivo por el que resucitamos a Melissa. Mi especialidad es… —Tegger se interrumpió, antes de pronunciar tres sílabas en universal que no significaban nada para Drake—. Lo siento, sé que esta asignatura no existía en tu época. Puede considerarlo el estudio de todas las formas de influencia. ¿Cómo persuade un individuo a otro? Desde luego que no solo con palabras. El sonido influye, sí, pero también lo hacen la postura del cuerpo, el contacto, la transferencia de feromonas y muchos otros agentes. Esto ha sido así siempre. No sería de extrañar que antecediera incluso a la lengua hablada. Lo que más me atrajo de Melissa fueron los informes que atribuían a los suyos una fuerza persuasiva increíble. No lograba explicármelo, y quería verlo con mis propios ojos. ¿Podría ser real?

—Es real. —Drake vio en su mente los relucientes ojos de color zafiro—. Es más que eso. No es que me persuadiera. Consiguió que deseara hacer lo que ella quisiera. Si me hubiera pedido que saltara por el precipicio con ella, creo que lo habría hecho. Pero no me has explicado lo sucedido. ¿Por qué saltó?

—No saltó. Se zambulló. La diferencia es importante. —Rozi Tegger miró a Par Leon, que asintió gravemente.

—Adelante. Sé que esto te resulta particularmente doloroso, pero Merlin se ha ganado nuestras explicaciones.

—Está bien. —Tegger se volvió hacia Drake a regañadientes—. Has pasado días con Melissa. ¿Te fijaste en sus cambios de humor?