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—Como para no fijarme. Casi todo el tiempo se mostraba alegre y llena de vitalidad. Pero de vez en cuando parecía enfadada, o preocupada, o desesperada. Podía cambiar de un segundo a otro.

—¿Pero nunca le preguntaste cómo murió, antes de ingresar en las criomatrices?

—No hablamos de eso.

—¿Ni sobre sus hermanos y parientes?

—Nunca surgió el tema.

—No me extraña. Había dieciséis niños en ese grupo experimental de «superiores», contando a Melissa. Por lo que sé, cada uno de ellos gozó del mismo grado de mejoría física y mental. Sin embargo, esto es imposible de demostrar. Ella es la única que ingresó en Segunda Oportunidad. Y con motivo. Todos ellos, salvo Melissa, fallecieron de tal modo que su cerebro quedó destruido. Todos ellos se suicidaron. Melissa también, pero lo hizo degollándose. Pensó que nadie encontraría su cuerpo en horas, tiempo suficiente para que su cerebro sufriera daños irreparables. Pero se equivocaba. La descubrieron por casualidad, enseguida, y los científicos que la habían creado la prepararon para la criomatriz. Sabían que habían engendrado una forma superior incompleta que, por motivos que se desconocen, tendía a la autodestrucción. Dejaron que fuera la posteridad la que decidiera en qué se habían equivocado.

Rozi Tegger suspiró. La aeronave se había adentrado en un profundo túnel y estaba descendiendo. Su viaje tocaba a su fin.

—Y yo —continuó— en mi desmesurado orgullo pensé que podría tener éxito allí donde mis predecesores habían fracasado. Me propuse resucitar a la única «supermujer» existente, parafraseándote. Me propuse efectuar algunos cambios muy sutiles no en su cuerpo sino en su mente. Entonces comenzaría mi experimento. Permitiría a Melissa que campara a sus anchas; y al observarla descubriría la naturaleza de su sobrenatural capacidad para persuadir a los demás.

»Pero en realidad sólo descubrí una cosa: que los cambios que había efectuado en Melissa eran inútiles; que su deseo de morir era más poderoso que nunca.

—No conocía la existencia del mecanismo de seguridad —añadió Par Leon— igual que tú, Merlin. Y tampoco quería morir simplemente.

—Buscaba la autodestrucción absoluta —dijo Rozi Tegger—. Ya has visto cómo se zambulló. Quería conseguir lo que había intentado hace cinco siglos. Quería que su cerebro quedara reducido a pulpa, para que no hubiera manera de repararlo y resucitarla.

Drake volvió a ver en su mente la diminuta figura vestida de azul, cayendo interminablemente por la escarpada pared del acantilado. Melissa sabía cómo controlar su cuerpo a la perfección. Habría mantenido la postura del salto del ángel hasta el final. Si la nube gris de diminutas máquinas rescatadoras no se hubiera entrometido, se habría abierto la cabeza contra las rocas.

Se sintió repugnado: al pensar en lo que podría haberle ocurrido a Melissa, y al comprender el poder natural que esta había ejercido sobre él. Había conseguido que se olvidara de todas las promesas que se había hecho para cumplir su voluntad.

—Pero Melissa todavía está viva. ¿Qué será ahora de ella? —Se temía la respuesta. Si la dejaban suelta, y acudía a él de nuevo…

—Esa decisión no está en mis manos —dijo Tegger, apesadumbrada. El vehículo se había detenido y bajó de él con los gestos envarados de una mujer muy anciana—. Se decretó con antelación, antes de que se aprobara mi experimento. Si fracasaba, Melissa Bierly tendría que ingresar en Segunda Oportunidad una vez más. Eso es justo lo que está pasando mientras hablamos. Permanecerá en las criomatrices hasta que alguien…, alguien mucho más listo que yo… pueda liberarla de ese deseo irreflexivo e irresistible de autoinmolarse.

—¿Estarás bien? —preguntó ansioso Par Leon; no se dirigía a Drake, sino a Rozi Tegger—. ¿No quieres quedarte un rato con nosotros antes de volver a casa?

—Puedo irme tranquila. —Rozi Tegger dedicó una sonrisa forzada a Leon—. Te agradezco la preocupación, pero a pesar de sentirme tan deprimida no tengo intención de quitarme de en medio. Como ha quedado patente, estoy lejos de ser una supermujer.

Par Leon intentaba fingir que aquel capítulo había terminado. Drake tuvo que hacerle una visita y acorralarlo, en persona, al día siguiente antes de empezar a trabajar.

—Hay una cosa que no me ha explicado nadie —dijo—. No te lo pregunté estando Rozi Tegger delante, pero creo que ahora me debes una explicación.

A Par Leon no se le daba bien disimular. Estiró el cuello hacia un lado y se negó a mirar a Drake.

—¿Sí?

—Sí. Entiendo perfectamente que Rozi Tegger resucitara a Melissa, porque era algo relacionado con su especialidad. Pero no conocías a Melissa, ni te viste expuesto nunca a su poder de persuasión. No tenía nada que añadir al trabajo que estamos haciendo tú y yo, y podría empañarlo frenando nuestros avances. Así que, ¿por qué permitiste que saliera a la superficie con ella? ¿Por qué no me dijiste que no?

Leon no respondió de inmediato, y cuando lo hizo su respuesta dejó perplejo a Drake.

—¿Tuvisteis, eh… esto, hicisteis… o sea… —Se interrumpió—. Perdona que te lo pregunte pero, ¿establecisteis una relación sexual Melissa Bierly y tú?

Le tocó a Drake vacilar.

—Sí —dijo por fin—. Sí que la establecimos. Cuando nos quedamos en la cabaña.

Era mentira, y seguramente una mentira arriesgada. Drake sabía que Melissa y él habían sido controlados desde el momento que salieron de la cabaña. ¿No era probable que el mismo mecanismo de seguridad automático hubiera observado todo lo ocurrido en el interior? Y, aunque era de suponer que el sexo no habría activado el proceso de rescate, las grabaciones de esa noche en la cabaña podrían estar archivadas en algún lugar de los bancos de datos.

Pero Par Leon estaba asintiendo y sonreía.

—Me lo imaginaba. Por eso consentí que te fueras, aunque sabía que eso supondría un sacrificio en tiempo de trabajo.

»Estaba preocupado por ti —continuó, antes de que Drake pudiera expresar su perplejidad—. Me gusta trabajar duro, pero tú parecías trabajar sin descanso. No…, perdona mi indiscreción, pero me parecía importante, así que lo consulté…, no habías establecido ningún tipo de relación con ningún hombre ni mujer, aunque las modificaciones corporales efectuadas en el momento de tu resurrección permiten, y de hecho potencian, la actividad sexual. Llevabas cuatro años de celibato. Y estaba el asunto de la mujer de las criomatrices, tu antigua esposa. Habías aludido a ella en varias ocasiones.

¿Lo había hecho? Drake no se acordaba, pero Leon no tenía motivos para mentir.

—Estaba extrañado —continuó Leon—. Tu obsesión por esa mujer, Anastasia, debería haberse curado durante el proceso de resurrección. Pero ¿sería posible que se hubiera efectuado de forma incorrecta? Me preguntaba todo esto desde mucho antes de que se descubriera ayer otro caso en el que los cambios practicados durante la resurrección habían sido infructuosos. Así que me entusiasmé cuando me llamaste para solicitar permiso para viajar con Melissa Bierly. En ese momento no sabía gran cosa sobre ella, tan solo lo más importante: no era Anastasia. Acepté encantado. Y ya ves que, aunque Rozi Tegger se sienta decepcionada por el resultado, yo no. Has demostrado haberte sobrepuesto a tu antigua obsesión. No corres peligro de obsesionarte nuevamente con Melissa Bierly. Mis temores se han disipado y podemos continuar nuestro trabajo con renovado optimismo.

Sonrió satisfecho a Drake, que asintió despacio.

—Solo tengo una pregunta más. ¿Por qué me escogió a mí Melissa, entre todos los Resucitados?

—Lo único que puedo decirte es cuál es la hipótesis de Rozi Tegger. Solo tú posees esa independencia de mente y alma. Los demás Resucitados forman una piña y van juntos a todas partes. Tú tienes tus propios planes y te atienes a ellos obstinadamente. A Melissa Bierly le gustó eso. Y además, posiblemente veía en ti un reto para sus poderes.