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—Solo una. Quiero saber si Ana puede curarse.

—He hecho esa pregunta al equipo médico. Ya están a bordo de su nave y están realizando su evaluación. Me interesaré por sus avances. Un momento.

Sus ojos grises se abrieron de par en par. De nuevo su expresión se tornó distante y preocupada. Esta vez la espera se prolongó, para convertirse primero en un minuto y luego en dos.

Conforme se prolongaba el silencio, Drake sentía cómo se retorcía el cuchillo de la tensión en su interior. Si la comunicación se realizaba de mente a mente, ¿a qué se debía la tardanza? Temía que hubiera surgido algún problema, pero ¿de qué podría tratarse? Se consoló con la afirmación de Trismon Sorel de que esta sociedad era capaz de curar todas las enfermedades de la humanidad, incluida cualquier aflicción conocida del pasado.

Pero estaba tardando demasiado. Al final no pudo permanecer callado por más tiempo.

—¿Está hablando con ellos? ¿Qué le dicen?

La mirada de Sorel volvió a concentrarse en Drake.

—Ahora estoy hablando con los médicos especialistas. Es algo…, complicado. Déme otro momento.

Los ojos grises estaban cambiando. Se volvían más amables y personales. Por fin Trismon Sorel asintió, como si confirmara algo que ya sospechaba. Se dirigió a Drake más despacio, midiendo sus palabras con sumo cuidado.

—Me piden que le haga algunas preguntas. La mujer del criotanque, Anastasia. Según nuestros informes ha estado mantenida constantemente en las criomatrices de Plutón. ¿Es eso correcto?

Drake asintió.

—Y cuando usted la encontró, ¿seguía dentro de un criotanque?

De nuevo asintió Drake.

—Usted no la sacó, sino que trasladó el criotanque entero a la nave.

—Exacto. —La mente de Drake estaba llena de malos presagios—. Hice que trasladaran el tanque desde las criomatrices a la nave, tal y como lo encontré. Se hizo con mucha delicadeza. La gravedad de Plutón es baja y a las máquinas no les costó nada manejarlo.

Trismon Sorel tenía el ceño fruncido.

—Entonces no entiendo dónde podría estar el problema. A no ser… Drake Merlin, haga memoria. ¿Abrió usted el tanque, por el motivo que fuera, después de despegar de Plutón?

Drake volvió a ver ante sí el semblante tranquilo de Ana, sus ojos nacarados y su piel lechosa. Se sentía mortalmente mareado.

—Sí que lo abrí. Sólo una vez. La carcasa exterior, por unos instantes, al salir de Canopus. Los sellos interiores estaban intactos. Me asomé tan solo uno o dos segundos. Tuve cuidado de sellar el criotanque después…

No tenía sentido intentar explicar por qué lo había hecho, decir que había sido incapaz de no hacerlo. Trismon Sorel lo miraba apesadumbrado, al otro lado de un abismo de ochocientos años. De algún modo su rostro era el de Tom Lambert, y también el de Par Leon. Sus ojos transmitían las mismas malas noticias.

—Drake Merlin, los criotanques de Plutón no están diseñados para sellarse y volverse a sellar. Su cierre requiere herramientas y procedimientos especiales, disponibles únicamente en las criomatrices. Cuando se rompe un sello, es de suponer que la persona será resucitada inmediatamente, de lo contrario se deberán adoptar medidas especiales para renovar el sello. ¿Entiende usted lo que le digo? Con un sello imperfecto, no se pueden mantener las condiciones idóneas dentro del criotanque.

—Entonces Ana…

—Aguarde. Debo consultar de nuevo a los especialistas, y los bancos de datos. —Sus ojos volvieron a dejar de parpadear. El silencio se prolongó, más que antes. Cuando Trismon Sorel se fijó otra vez en Drake, su expresión no dejaba lugar a dudas.

—He comprobado todas nuestras referencias. El equipo médico, a petición mía, hizo lo mismo para contar con una confirmación independiente. Hemos llegado a la misma conclusión. El problema al que nos enfrentamos no tiene nada que ver con curar una enfermedad. El daño ocasionado a un cuerpo, y sobre todo al cerebro de un cuerpo, cuando se abre un criotanque sin que se efectúe la resurrección de inmediato…, ese daño es permanente. Es irreversible y anula todas las opciones de resurrección. Ahora y siempre.

»Lo siento, Drake Merlin. Anastasia está muerta. Muerta para siempre.

Muerta para siempre. Ana está muerta. Las palabras de Trismon Sorel eran el calco de las que pronunciara Tom Lambert, hacía tanto tiempo. Pero esta vez Drake distinguió el timbre de la absoluta certeza.

Y aun así el hombre mata aquello que ama. Él, no la enfermedad, había matado a Ana. Como el Orfeo de las antiguas leyendas, había perseguido a su Eurídice a través del infierno. En su caso había sido un doble infierno de criomuerte y Canopus, pero al igual que Orfeo en el Hades había encontrado a su amada y la había devuelto a la vida. La había mirado, como Orfeo; y al mirarla la había perdido.

Con ese pensamiento se desmoronaron antiguas barreras erigidas en su interior. Por vez primera reparó en la picante fragancia del aire que respiraba. Sintió una brisa seca y constante que soplaba a su lado, y a lo lejos por el pasillo escuchó el tenue y atiplado la natural en concierto del metal al vibrar. Era como si todos sus sentidos se estuvieran abriendo, tras largos siglos de hibernación.

Trismon Sorel habló de nuevo.

—Existe una posibilidad. Anastasia, la mujer que usted conoció, no puede ser reanimada. Eso es del todo imposible. Sin embargo, quedan muchas células intactas en su cuerpo. Se la podría clonar sin dificultad. Su crecimiento y educación comenzarían de nuevo. Pero, compréndalo, sería una Anastasia nueva. No hay ninguna esperanza de transferir memoria suficiente desde las células ilesas para que un remedo de su anterior existencia pase a su nuevo cuerpo. Usted estaría al corriente de su anterior relación, naturalmente, pero para ella sería irrelevante. ¿Quiere que procedamos?

La tentación era inmensa. Ver de nuevo a Ana frente a él, tan exultante y llena de vitalidad como la recordaba…

Esa era la respuesta egoísta. Había una mejor: Ana tenía derecho a vivir una vida nueva y sana en este mundo, ochocientos años después de su época. No podía negárselo.

Volvería a vivir. Y aun así…

No sería la Ana que él conocía y amaba. Sería una persona completamente distinta. ¿Sería capaz de soportar el verla, una mujer que era Ana y sin embargo no lo era, una mujer que no sentiría por él el incontenible amor que sentía él por ella?

Solo que no tenía elección. Ana se merecía resucitar, se merecía una nueva vida.

Sorel esperaba, comprensivo. Drake asintió al final.

—Procedan. Clonen a Ana.

Trismon Sorel asintió a su vez y sonrió. Drake vio el alivio reflejado en su rostro. Sorel sabía, con la autoridad con que lo investían ochocientos años más de ciencia y avances tecnológicos, que la Ana que Drake había conocido había desaparecido para siempre.

Aunque…

Una diminuta semilla de duda eclosionó en la mente de Drake. Aunque, ¿qué diría la ciencia dentro de otros trescientos años? ¿De mil, o diez mil, o cien mil años? La ciencia había avanzado mucho. Seguro que nadie, y menos aún un científico, diría que había llegado al límite de sus posibilidades.