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—¿Cuánto tiempo?

—Esperaba que pudiéramos dejar esa pregunta para un poco más adelante. —La mujer suspiró—. Tendría que haberlo imaginado. Todos sus informes destacan una asombrosa capacidad de atención. Respondiendo a su pregunta, ha transcurrido mucho tiempo…, mucho más del que sospecho que usted esperaba. Según su calendario, estamos en el año 32072. Han pasado más de veintinueve mil años desde que se sumiera usted en su criosueño.

Tiempo más que suficiente, sin duda, para que se hubieran producido verdaderos avances en la reconstrucción de su Ana.

Pero también más tiempo del que ocupaba la antigua historia escrita de la humanidad. Drake se quedó mirando fijamente a la mujer, incrédulo. De nuevo había intentado preparar su mente para cualquier cosa, cualquier posible cambio. Y de nuevo se sorprendía. Lo último que esperaba era esa similitud. Pero la habitación donde se encontraba era idéntica al recuerdo que conservaba de ella. El paisaje era el de un agradable día de finales de primavera. El sol estaba alto en el cielo, y debía de ser casi mediodía. De un momento a otro entraría el dueño del chalet con un aperitivo de sambuca, antes de servirles el almuerzo a Ana y a él en la pequeña terraza enlosada.

—No es real, ¿no? —Indicó a su alrededor—. Todo esto es una simulación electrónica, diseñada para complacerme. —Se le ocurrió una posibilidad peor—. De hecho, tampoco yo soy real. No me han resucitado. Me han descargado.

—No es cierto. —La mujer frunció el ceño con reprobación—. Claro que ha sido usted resucitado, y su yo es real, ocupa su cuerpo revivido. Aunque existe la posibilidad de descargar a una persona en un continente inorgánico, no es lo que se ha hecho en su caso. Requiere el consentimiento del individuo, puesto que una vez se lleva a cabo la operación admite, evidentemente, la posibilidad de múltiples yoes. Sin embargo, tiene usted razón, en parte. La escena que lo rodea se ha sintetizado a partir de sus recuerdos. Se ha insertado para su comodidad y conveniencia en su quiasma óptico y otros nervios sensoriales aferentes… discretamente, me gustaría añadir. Las antiguas indignidades de la invasión corporal repugnan a la sociedad actual.

—Esto no me resulta cómodo ni conveniente. Quiero saber dónde estoy de verdad. Quiero que mi entorno sea como es en realidad.

—Está bien. —La mujer hizo una pausa—. ¿Está usted seguro? Consideramos que esta síntesis es la mejor manera de minimizar la fuerte impresión intercultural.

—Se equivocan. Afuera con todo esto. —Drake indicó con un gesto la sala, los cómodos sillones, el mar azul y el cielo al otro lado de la ventana.

—De acuerdo. Sin embargo, hay otra cosa que debería usted saber antes de abandonar la realidad derivada. —La mujer miró fijamente a Drake; sus ojos oscuros parecían preocupados—. Usted es de carne y hueso. Pero yo no. Formo parte de la síntesis y desapareceré con ella.

Levantó una mano para despedirse.

—¡Aguarde un minuto! —Drake se descubrió poniéndose de pie, sobre unas piernas que temblaban a causa de los nervios—. No se vaya todavía. Debo saberlo. ¿Han conseguido resucitar a Ana?

—Me temo que no. Sigue considerándose un problema imposible.

—Pero se suponía que me iban a dejar en la criomatriz hasta que hubiera alguna esperanza de afrontar el problema. ¿Por qué estoy despierto?

—Comprendo la pregunta. —La oscura cabeza asintió—. Sin embargo, será mejor que la responda otro. Adiós, Drake Merlin.

Se fue. Con ella desaparecieron el cuarto iluminado y su agradable vista del océano azotado por el viento. Drake se encontró acostado en una cama ajustable rodeada de una colección de máquinas desconocidas. La habitación era pequeña, gris y de forma extraña. Sus paredes octogonales convergían en un techo convexo y afacetado, por el que se arrastraban tenues dibujos parecidos a nubes azules. La gravedad de la Tierra había desaparecido. Su cuerpo casi no pesaba nada. Sentía cómo con un pequeño esfuerzo se elevaría, flotando hasta tocar el techo azul celeste.

¿Dónde estaba? ¿Y por qué lo habían despertado?

Trismon Sorel le había asegurado que su Servidor lo acompañaría a todas partes, a través del tiempo y el espacio, y sería necesaria su aprobación para resucitarlo. Drake paseó la mirada por el cuarto, buscando la figura rodante del Servidor. Pero entonces todas las preguntas sobre su emplazamiento y condición se esfumaron.

Una mujer aguardaba en el estrecho portal.

Era Ana.

Ana, feliz y rebosante de salud. Estaba tal y como la había visto mil veces, con la cabeza ladeada y un interrogante en la comisura de los labios.

El momento de intensa alegría fue empañado por una terrible decepción. Era otra síntesis, más cruel que la anterior.

Drake intentó levantarse, pero en vez de ello se encontró elevándose por los aires y girando sobre sí mismo.

—Tranquilo. —Ana había llegado a su lado de algún modo y lo sujetaba—. Lo siento, tendría que haber esperado hasta que te acostumbraras al entorno de gravedad baja.

—Eres una síntesis… no eres real.

—Eso no es cierto.

—La mujer del pelo negro… el simulacro de mujer… me dijo que no habían adelantado nada…

—Decía la verdad. —Ana había bajado flotando con él para sentarse a su lado en la cama—. Al menos a ese respecto. No se ha adelantado nada en el problema que te interesa.

—Pero tú… tú estás aquí, estás viva. —De nuevo el temor. ¿Podía mentir una simulación?—. ¿O no?

—Lo estoy. Pero no es lo que te piensas. —El delicado tono de voz de Ana era infinitamente familiar—. ¿No resulta evidente para ti quién soy?

—Eres Ana.

—Sí. Pero no tu Ana. —Lo tomó del brazo y lo giró para quedar frente a frente—. Mírame. ¿No ves la diferencia? Soy la Ana a la que tú diste vida. Soy el clon de tu esposa, la persona cultivada a partir de sus células por Trismon Sorel y sus colegas.

—Pero la otra mujer dijo que habían pasado veintinueve mil años… ¿Tanto tiempo has vivido?

—No continuamente. Esa no es la costumbre. —Se rió, y ese sonido hizo que a Drake se le partiera el corazón—. Como muchas personas, decido alternar breves períodos de vigilia con otros más largos de hibernación…, lo que tú llamarías criosueño. Casi todo el mundo siente curiosidad por conocer el futuro, por experimentar el futuro.

»Y yo hace veintinueve mil años que sentía curiosidad por conocerte a ti. Cada vez que despertaba, comprobaba tu estado en la criomatriz. Siempre, antes de volver a hibernar, pedía que me despertaran si despertabas tú.

—Pero yo no tendría que estar despierto ahora —protestó Drake—. Se suponía que iba a permanecer en criosueño hasta que fuera posible restaurar la personalidad de Ana. Esas fueron las instrucciones precisas que le di a mi Servidor cuando entré en el criotanque.

El criotanque… hacía veintinueve mil años. Tiempo suficiente para que el acero se oxidara y se desmenuzara la piedra. Tiempo suficiente para que se perdiera aun el concepto de Servidor. Tiempo suficiente para que se olvidaran las esperanzas, las ideas y los deseos. Era una locura esperar que nada durara más de treinta milenios.

Solo que algunas cosas habían resistido. Las emociones de Drake habían sobrevivido inalteradas. Se dio cuenta de que disfrutaba de su despertar. Estar sentado a medio metro de Ana, contemplando las viejas expresiones de cavilación y preocupación que le cruzaban el rostro… era una bendición inconmensurable.

—Lo siento. —La nueva Ana inclinó la cabeza—. Tu Servidor no tiene la culpa. Tu despertar es obra mía. Vine a Plutón y, como humana, anulé las instrucciones que le habías dado a tu Servidor. —Frunció el ceño—. Dice que se llama Milton. Curioso nombre para un Servidor.