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—No tanto. —Drake sintió una punzada de intranquilidad ante ese comentario, que descartó—. Milton es el nombre que le di.

—En cualquier caso, ordené tu reanimación.

—Y yo me alegro de que lo hicieras. —Drake intentó abrazarla, pero Ana se apartó.

—No. Debería haber sabido que ocurriría esto. Deja que intente explicártelo. —Se irguió y flotó lejos de sus brazos—. Crees que me conoces bien, y más que bien. Pero en realidad no me conoces en absoluto; y yo tampoco te conozco a ti. Aunque he contemplado tu imagen y escuchado tu voz un millar de veces, eres un desconocido para mí. La primera vez que cobré consciencia tú ya estabas en las criomatrices. Al hacerme mayor aprendí cuanto pude sobre ti y tu vida. Lo que hiciste… lo que intentabas hacer… me parecía la cosa más noble y valiente de todo el universo. No tengo palabras para expresar cuánto anhelaba verte, hablar contigo, agradecerte que me dieras la vida. Pero a pesar de ese anhelo, durante todos estos años he respetado lo que querías. Y sabía que no me querías a mí.

—Nunca he querido a nadie más que a ti.

—No. Quieres a Ana… tu Ana. Yo soy Ana, sí, pero soy una persona distinta. Tengo mis propios recuerdos, mis propias alegrías y pesares, mis propios temores. Tú no los compartes. —Suspiró—. En cualquier caso, hace unos meses decidí hacer algo que llevaban mucho tiempo pidiéndome que hiciera: ir con mis amigos de viaje. Volaremos a la colonia humana de Rigel Calorans. Espero pasar muchos miles de años terrestres lejos de aquí. Cuando tomé la decisión de abandonar el sistema solar durante tanto tiempo, me pregunté: ¿A mi regreso, quién sabe dónde podría estar Drake Merlin? No podía soportar la idea de no verte, de no conocerte nunca jamás. De modo que solicité tu resurrección. —Miró a Drake con esos ojos gris claro que él conocía desde siempre—. No pensé en lo que ocurriría después de eso. No me planteé el dolor que podría causarte. Ahora comprendo que lo que hice fue un gesto egoísta e imperdonable.

—Te equivocas. Ya te he perdonado.

—Quizá tú sí, pero es imperdonable de todos modos. Pensaba abandonar Plutón después de hablar contigo, y dirigirme al borde de la Nube de Oort donde se reunirán los miembros de la expedición a Rigel Calorans. Ya no puedo hacerlo, al menos no en este momento. Debo respetar tus sentimientos. ¿Cómo puedo compensarte por haberte despertado contra tu voluntad?

—Quédate conmigo. —Drake no lo dijo, pero su mente añadió las palabras para siempre.

—Te lo debo, eso es cierto. —Ana sonrió, con esa caída triste y familiar de una comisura del labio—. Y ahora, como la despreciable egoísta que soy, intentaré justificarme por haberte resucitado. Hay un nivel de conmoción temporal tras toda hibernación, aunque esta no haya durado más de unos pocos cientos de años. La he experimentado muchas veces; una reacción a los cambios del mundo, en áreas donde no se imaginaba ni anticipaba cambio alguno. En tu caso han sido casi treinta milenios, y no estabas tan preparado para ello como nosotros. Así que me ocuparé de amortiguar el golpe de esos veintinueve mil años perdidos. —Le tendió la mano y su roce le hizo estremecer—. Vamos, Drake Merlin. Tu paciente Servidor aguarda afuera. Está sumamente contrariado por que una mera humana irracional haya anulado tus explícitas instrucciones. Acompáñame, y acepta mis más sinceras disculpas.

12

«Nunca fueron éstos los ojos de tu verdadero amor, ¿por qué finges que los adoras?»

Al principio, la conmoción temporal que le había advertido Ana le pareció una enorme exageración. La evidencia de presencia humana en Plutón se limitaba principalmente a las criomatrices. Drake pudo apreciar pocos cambios en las matrices o el planeta desde su desenfrenada huida de allí, hacía veintinueve mil años.

—Cierto. —Ana hacía gala de toda su antigua calma y sentido común—. Por otra parte, estamos en Plutón. No se puede hacer gran cosa sin aumentar la temperatura y perturbar las criomatrices, lo que nadie quiere. Casi todo el mundo tiene algún antepasado almacenado aquí, aunque no sepan muy bien quiénes son.

—¿Cuántos han sido resucitados?

Ana hizo una mueca.

—Sabía que me lo preguntarías. Las criomatrices guardan todavía cerca de quince mil personas. Menos de quinientas de ellas han sido revividas. Solo tú has sido resucitado en los últimos veinticinco mil años. Tú y Melissa Bierly sois las únicas personas que habéis entrado dos veces en las criomatrices, y por dos veces habéis sido resucitadas.

—Melissa. ¿Qué ha sido de Melissa? —Drake vio de nuevo aquellos ojos de zafiro, encendidos de locura.

—Fue resucitada.

—¿Estaba loca?

—Antes, sí. Pero ya está curada.

—¿Está viva?

—Vivita y coleando. Sigue siendo sobrehumanamente astuta, saludable e inteligente, solo que ahora es feliz y ya no piensa en suicidarse.

—¿Conoces a Melissa?

—Claro. —Ana sonrió a Drake, con una expresión que él interpretó como totalmente adorable—. Tú tienes tus obsesiones, Drake, debes comprender las mías. Si busqué a Melissa al principio fue solo porque ella te conocía. Hemos hablado de ti, muchas veces. Forma parte de la expedición a Rigel Calorans. Aparte de eso…

Drake la interrumpió:

—Pero pensaba que la resurrección se había convertido en algo trivial, para cualquiera que estuviera debidamente congelado. ¿Por qué han revivido a tan pocos?

—La resurrección es trivial. El problema no es tecnológico; es emocional y ético. Si yo revivo un criocadáver, ¿qué responsabilidad tengo con esa persona? ¿Cuáles son mis compromisos emocionales? Aunque todo el mundo reconoce que sus ancestros están aquí, se trata de ancestros remotos. Piensa en tu época. Si pudieras, ¿habrías resucitado a Hammurabi, o a César Augusto…, aunque fueras uno de sus descendientes lejanos? Se habrían sentido perdidos en tu mundo de teléfonos, automóviles y ordenadores. Sin embargo eran personas excepcionales, no como la mayoría de criocadáveres. ¿Sabes cuál es el criterio fundamental que determinaba quién era preservado en las criomatrices?

Drake asintió con gesto serio.

—Puedo imaginármelo, por lo que me dijeron los de Segunda Oportunidad. El dinero.

—Exacto. Hacía falta dinero para que te congelaran, y mucho más para mantener ese estado a través de los siglos. Eres una anomalía, Drake. Leí todo lo que pude encontrar acerca de ti y sé que el dinero no te interesaba. Amasaste mucho, pero sólo para poder ser congelado. Lo que hiciste fue muy astuto. Aprendiste cosas que la gente del futuro querría saber. Lo que tenías en la cabeza era un auténtico tesoro. Pero la riqueza como tú la conociste ya no existe.

»Posees una imaginación portentosa, Drake. Imagínate esto. Imagina que se resucita a alguien que luego resulta ser un fanático ávido de dinero…, alguien que antes fue muy rico, espera serlo ahora, y espera recibir un trato especial simplemente por ese hecho. Esas personas es casi seguro que no saben nada que nos interese. ¿Qué otra cosa serían hoy, más que unos desgraciados?

—Me estás diciendo que cada vez es menos probable que se resucite a la gente. Entonces, ¿por qué se conservan las criomatrices?

—¿Qué otra cosa podemos hacer con ellas? —Ana meneó la cabeza, frustrada—. Las personas de las matrices están legalmente muertas, pero como se las puede resucitar no podemos darlas por fallecidas. Entonces, ¿qué hacer? Nada, les pasamos el problema a nuestros descendientes.

Estaba colocándose en el asiento del piloto de una nave biplaza, y ahora aporreó el panel de control.

—No nos sobrestimes demasiado, Drake —dijo mientras despegaban de la abrupta superficie de Plutón—. La gente no ha cambiado nada. Cuando se trata de tomar decisiones difíciles, no somos mejores ahora de lo que éramos en tu época.