Pero había aprendido a no aceptar un no por respuesta.
—¿Tengo alguna posibilidad de resucitar y conseguir algún crédito? A lo mejor todo lo que sé no tiene ningún valor, pero me presentaría voluntario para realizar cualquier acción que permitiera a Ana seguir en la criomatriz.
—No me ha entendido. El servicio de la criomatriz cesará en breve, pero no a causa de problemas de mantenimiento. Cada tanque cuenta con su fuente de energía de larga duración particular, capaz de preservar un criocadáver durante períodos extremadamente largos sin necesidad de intervención externa. Durante tanto tiempo, en realidad, que desconocemos su verdadera esperanza de vida con exactitud. Solo sabemos que puede medirse en miles de millones de años. La criomatriz con sus criotanques se encuentra ya al borde de la Nube de Oort y continúa adentrándose en el espacio interestelar. Ana y usted son sus únicos ocupantes desde hace tiempo. Sin embargo, no es ese el motivo por el que la criomatriz es cada vez más irrelevante. El problema es mucho más básico. Mire esto.
La ventana no se movió, pero la escena que mostraba se alteró. Drake se encontró viendo a través del cristal un cuerpo desnudo, su cuerpo, almacenado en su criotanque.
—De nuevo, estamos en la realidad derivada —dijo Ariel—. Esta vez por motivos distintos. Fíjese.
El criocadáver de Drake no se movió, pero la carne y los huesos se volvieron gradualmente translúcidos. Drake, contemplando nervioso cómo se disolvía su cuerpo, vio que aparecían en su interior chispas de luz. Aparecían al azar y frecuentemente, una cada pocos segundos.
—Lo que no podemos hacer —continuó Ariel— es controlar las probabilidades que determinan los procesos cuánticos. Lo que está viendo es el cambio de los átomos y las moléculas dentro de su cuerpo y su cerebro reales, el resultado de transiciones cuánticas. A fin de minimizar tales acontecimientos, hace tiempo que redujimos la temperatura de los criotanques a partir del entorno de helio líquido original, hasta una fracción de un microkelvin. De resultas, los cambios de los estados atómicos y moleculares se volvieron mucho menos frecuentes. Sin embargo, no cesaron en su totalidad. Ni lo harán, no importa cuánto aproximemos la temperatura al cero absoluto. Lo garantizan las variaciones en el vacío. No hay manera de impedir o controlar estos efectos cuánticos.
Drake vio otras dos chispas de luz, una en el vientre de su criocadáver y otra en la base de su cerebro.
—Me está diciendo que estoy cambiando, aun en el criotanque; y que no hay forma de impedirlo.
—Está usted cambiando…, pero muy despacio. Lo que ve son fenómenos cuánticos a gran velocidad. Cada segundo de proyección equivale a cincuenta años en tiempo real. Sin embargo, a grandes rasgos su conclusión es válida. No hay manera de detener los cambios. Si se queda en el criotanque, da igual cuán baja sea la temperatura, su cuerpo resultará alterado irremediablemente. Las transiciones del estado cuántico terminarán por afectar a su memoria y su mente.
La escena del exterior de la ventana se volvió gris, antes de mostrar de nuevo Nápoles y la bahía nublada. Milton, que aguardaba en silencio junto a Ariel, se acercó rodando hasta Drake.
—Comprenderá usted mi dilema. Por una parte, su orden directa fue que lo dejaran intacto en el criotanque hasta que llegara el momento en que se produjeran nuevos hallazgos que pudieran beneficiar nuestra capacidad para reanimar a Ana, tal y como era en su época. Por otra, resulta imposible dejarlo inalterado en el criotanque, puesto que su mera presencia en él propicia inevitablemente el cambio. Por consiguiente, tanto si actuaba como si permanecía impasible, me veía incapacitado para obedecer su orden. Decidimos interactuar con su criocadáver, como hacemos ahora, para explorar otra opción.
—¿Tenéis una?
—Desde luego: la descarga. La conversión de todos los contenidos de su cerebro a un entorno electrónico.
—Es decir, convertirme en una especie de programa informático. Olvídalo.
—Escuche un poco más, antes de decir que no. Si se descarga usted, y en el futuro desea volver a operar en forma humana, se puede conseguir sin problemas. No haría falta más que almacenar la información somática junto con el contenido de su mente. Esta información se almacena en el núcleo de todas las células de su cuerpo. A partir de su mapa genético, podría generarse un cuerpo nuevo. A continuación, sería cargado en el nuevo cerebro desde su continente electrónico.
—¿De verdad se puede hacer eso?
—Se puede, y se ha hecho un millón de veces. Es el procedimiento estándar para establecer equipos de investigación en los planetas de otras estrellas.
—Pero, ¿el continente electrónico no será igual de susceptible al cambio que mi cerebro congelado? No es inmune a los procesos cuánticos. Acabáis de decir que no había manera de impedir o controlar los fenómenos cuánticos.
—Cierto; sin embargo, existe una forma de compensarlos. Se realiza por medio del simple exceso y comparación. Después de llevar a cabo la descarga electrónica de un cerebro, creamos tres copias idénticas. Cada una de estas copias, como usted ha observado, es susceptible de experimentar cambios estadísticos debido a los fenómenos cuánticos. Por consiguiente, de forma periódica ejecutaremos una comparación bit a bit completa de las tres copias. Ocasionalmente, una de las copias mostrará diferencias con respecto a las otras dos. Atribuiremos ese cambio a la fluctuación cuántica y corregiremos la copia variante hasta equipararla a las otras dos. Es cierto que resulta matemáticamente posible que se produzcan dos cambios cuánticos en el mapa cerebral almacenado, en el mismo elemento de información y al mismo tiempo. Eso produciría tres versiones distintas y no habría forma de saber cuál es la más fiel al original. Afortunadamente, las posibilidades de que ocurra algo así son tan pequeñas que se pueden considerar despreciables.
—Supongo que ya han hecho todo esto con alguien.
—Más que eso. —El Servidor carecía de los medios físicos para expresar embarazo, pero su voz se ralentizó y cambió—. En los últimos catorce millones de años, he estado empleando esta técnica con usted. En cuanto la tecnología permitió una descarga completa, practiqué una con usted. Puesto que se llevó a cabo en condiciones totalmente latentes, y puesto que seguía usted en la criomatriz, consideré que no había incumplido sus instrucciones.
—¿Me estás diciendo que ya he sido descargado, sin consultarme siquiera? Eres un caradura.
—¿Qué otra opción tenía? Usted me ordenó que lo dejara inalterado en el criotanque, pero eso terminaría por alterarlo. La única manera de garantizar el que siguiera inalterado pasaba por controlar los cambios en su cerebro congelado mediante triples comprobaciones de exceso en las versiones descargadas, para luego corregirlo debidamente en el criotanque. Puedo garantizar la eficacia y la fiabilidad de este método, puesto que se aproxima al que empleo en mi propio compuesto.
—¿Cómo sabes que tú no cambias, Milton? A lo mejor hoy eres distinto de ayer.
—Igualmente posible es que usted no sea el Drake Merlin que entró en criosueño, o la misma persona que conoció a Trismon Sorel. Nadie puede demostrar que es el que era. Sólo puedo asegurar esto: la descarga representa su única oportunidad de llegar inalterado al futuro lejano.
—¿Y mi cuerpo?
—¿Su cuerpo original? —Fue Ariel el que contestó a la pregunta—. No tiene ningún interés. Su funcionamiento, sin actualizaciones electrónicas, degenerará gradualmente. Le sugeriríamos que lo dejara en la criomatriz.
—¿Mi cuerpo no tiene ningún interés?
—Por supuesto. Lleva usted despojándose de su cuerpo, célula a célula, hora a hora y minuto a minuto desde que nació a la vida. Pregúntese dónde está el cuerpo que tenía a la edad de cinco años. Dónde el cuerpo con el que conoció por primera vez a su querida Anastasia. Han desaparecido, varados en las lejanas orillas del tiempo. Solo es su mente, el espíritu esencial de Drake Merlin, lo que flota libre hacia el océano inexplorado del futuro.