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—¿Problema? ¿Crees que es seguro acercarse? Les hemos enviado cientos de mensajes y ya no responden.

—Tú mismo has dicho que el planeta tiene el mismo aspecto que tenía antes de silenciarse.

Parecía una respuesta a la pregunta de Par Leon, pero no lo era. Si Drake tuviera que apostar, diría que el acercamiento de cualquier sonda a un planeta silenciado no sería seguro en absoluto, sino tremendamente peligroso. Pero no podía decírselo a nadie. Si quería salvar billones de vidas, quizá tuviera que sacrificar miles de millones. Necesitaba información.

Se dijo que no estaba enviando a nadie a una muerte real. El compuesto representado por Par Leon seguiría existiendo aquí, aunque todas las copias de la sonda resultaran aniquiladas. Aun así reconocía lo defectuoso de ese razonamiento. La muerte de un clon era una muerte real… para el clon.

Drake solicitó que lo avisaran cuando la sonda estuviera a diez minutos luz de su objetivo planetario, y dirigió su atención hacia otros asuntos. Estaban llegando mensajes de todas partes. Todos referían la misma mala noticia: planetas con sus colonias, en apariencia no afectados, que desaparecían del universo de la comunicación. Se estaban volviendo parte de un inmenso y contagioso silencio.

Calculó el tiempo total de otros cincuenta casos de pérdida de señaclass="underline" algo menos de seis horas. Con concesiones al margen de error estadístico, la estimación de Par Leon de doscientos mundos perdidos al día se estaba cumpliendo.

Drake no intentó examinar cada una de las situaciones al detalle. Melissa y Tom se ocuparían de eso y le presentarían sus informes más tarde. Volvió a fijarse en el primer mundo. La sonda estaba a diez minutos luz. Mientras continuaba acercándose, Drake solicitó información planetaria de trasfondo.

Este era un mundo situado en un sistema de triple estrella enana donde había más de cien. Y era el único que resultaba remotamente habitable, con formas de vida nativas y una atmósfera de oxígeno. Eso le prestaba cierta distinción: las órbitas planetarias en los sistemas múltiples solían ser demasiado variables como para permitir que se desarrollara la vida, pues a veces pasaban abrasadoramente cerca de una de las estrellas, y a veces se perdían durante años glaciales en la oscuridad exterior. Este mundo había tenido suerte; Drake tradujo su nombre por Oportuno. Había permanecido en la región intermedia, ni demasiado cerca ni demasiado lejos, durante los mil millones de años que requería la vida.

Ahí terminaba su carácter especial. La vida nativa no había evolucionado más allá de las cianobacterias, una capa de azul, verde y amarillo enfermizo que cubría la superficie del único océano y casi toda la tierra. Para los humanos interesados en la transformación planetaria, no obstante, Oportuno, con su agua en la superficie y su fina atmósfera de oxígeno, cumplía el noventa y nueve por ciento de sus expectativas. Lo único que había que hacer era estabilizar la órbita, impulsar el campo gravitacional, mejorar la atmósfera e introducir organismos multicelulares. Coser y cantar. La obra había concluido hacía quinientos millones de años. Oportuno se había convertido en el típico miembro de la boyante familia galáctica de mundos habitados.

¿Y ahora?

La imagen procedente de la sonda mostraba una mayor definición conforme se reducía la distancia. Drake casi esperaba ver un globo rojo veteado de amarillo, igual que la Tierra cuando se encogió hasta una décima parte de su tamaño original y se aisló del resto del sistema solar. Pero podía distinguir los detalles de la superficie de Oportuno. El perfil de un solo océano, con forma de cabeza de caballo achatada y tenuemente iluminado por la luz indirecta de los tres soles, coincidía con la forma registrada en los bancos de datos. Vio el ablandamiento de textura que indicaba la presencia de una atmósfera, y las ocasionales nubes altas que lo confirmaban.

—Parece exactamente el mismo. —Ese era Par Leon, musitando sorprendido—. No parece que le haya ocurrido nada. Este era uno de los mundos que había instalado nuestros sistemas de defensa. Hace tan solo un mes, nos dijeron que estaban terminados y operativos. Entonces, ¿por qué ahora no nos responde?

A Drake se le ocurrían un puñado de respuestas:

* Un escudo alrededor del planeta estaba inhibiendo todas las señales o materiales salientes; pero evidentemente ese no podía ser el caso. La radiación de longitud de onda visible estaba siendo reflejada desde la superficie, puesto que la sonda podía verlo. Si fuera preciso, cualquiera que estuviese en la superficie podría emplear las mismas longitudes de onda para enviar una señal saliente.

* Un escudo estaba deteniendo todas las señales o materiales entrantes; pero eso era aún peor. El mundo bajo el escudo estaría completamente a oscuras. Era obvio que no era ese el caso, puesto que la luz solar llegaba. En cualquier caso, otros mundos y colonias afectadas hacía tiempo por un escudo así enseguida se habrían percatado de que no estaban recibiendo mensajes, y vendrían o llamarían para preguntar qué pasaba.

* Algo, un rayo devastador o una nube de gas tóxico, había aniquilado toda la vida de Oportuno. El aspecto del planeta no cambiaría inmediatamente si ocurriera algo así.

* Algo había aniquilado toda la vida inteligente. No hacía falta que fuera letal; si los humanos y sus complementos inorgánicos habían quedado reducidos al nivel intelectual de un perro listo, todos los equipos de comunicación —o cualquier otra tecnología— serían inservibles.

(Ana, al salir de la casa de una pareja que juraba que su mascota era tan inteligente como cualquier persona, había dicho: «Ningún perro, da igual lo pura que sea su raza o lo buenas que sean sus intenciones, te podrá decir que sus padres eran pobres pero honrados».

La echaba de menos en mil sentidos, pero lo que más añoraba era su sentido del humor y su reticencia a anteponer el sentido común a los sentimientos.)

Drake volvió a concentrarse en la tarea que lo ocupaba:

* La población, por el motivo que fuera, había optado por una política de total aislacionismo. Si hubiera resultado afectado un solo mundo, esa idea resultaría completamente plausible. Debía de haber ocurrido un millón de veces. Cuando miles de mundos vecinos seguían el mismo camino, no obstante, la plausibilidad se rendía ante la imposibilidad.

A menos que esa política fuera contagiosa, una corriente aislacionista que se propagaba de un mundo a otro como un mensaje de irresistible poder. Pero, entonces, ¿por qué no había viajado a velocidad superlumínica para convertir, hacía tiempo, la galaxia entera? ¿Y por qué estaba en el borde galáctico el primer mundo afectado? Eso indicaba una influencia llegada al ámbito de la humanidad procedente de muy, muy lejos.

Bueno, pronto lo averiguarían. Oportuno estaba justo delante de ellos.

—Sigue sin haber respuesta. —Par Leon empezaba a perder su nerviosismo. Drake no lograba entender por qué. ¿No comprendía Leon que esta misma situación debía de haberse producido millones de veces, cada vez que una nave se acercaba a un mundo recién silenciado debido a un error de cálculo?

»Propongo que aterricemos —dijo Leon—. ¿Alguna objeción? —La sonda estaba trazando una órbita descendente alrededor del ecuador de Oportuno. La vista de la cara nocturna mostraba luces dispersas. Ciudades, y un sistema de generación de energía. El planeta conservaba todavía los rasgos de una civilización intacta.

—Ninguna. Adelante con el aterrizaje. Y buena suerte, Leon.

Tenía que pasar algo, y pronto. Ninguna nave había devuelto jamás una señal desde uno de los mundos silenciados. O bien nunca había llegado a la superficie, o bien después de hacerlo ya no podía enviar ningún mensaje.

Por otra parte, que Drake supiera, ningún mundo había contado jamás con sus propias defensas. ¿Sería tan simple como eso? ¿El sistema de defensa era la solución? ¿Habían ganado ya la batalla por la galaxia?