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No lo creía. Demasiado fácil, y dejaría sin resolver un enorme misterio. ¿Quién y qué eran los agresores?

—Estamos aterrizando sin contratiempos —dijo Leon—. Pero no hay señales de navegación procedentes de la superficie. Vamos a entrar en la fase final.

Drake contemplaba la escena del monitor de la sonda. Nada de planetas desvanecidos. Nada de misteriosos escudos. Todo parecía tan normal como cabía esperar.

Mientras ese pensamiento seguía formándose, una brillante chispa violeta apareció junto a la línea del ecuador. Crecía rápidamente, pasando de ser un punto a un suave penacho de blanco y azul.

En el último momento antes de que el fuego alcanzara a engullir la sonda y cesara la transmisión de ondas-S con el cuartel general, Drake comprendió varias cosas a la vez.

Para empezar, no iba a descubrir nada más sobre las condiciones actuales en la superficie de Oportuno; porque la sonda, junto con Par Leon y el compuesto de a bordo, estaba condenada. Estaban a punto de ser destruidos por un fogonazo tan abrasador como el centro de una estrella.

Peor aún, la humanidad no iba a averiguar nada sobre el motivo por el que habían sido silenciados miles de millones de mundos. Lo que fuera que les había ocurrido era distinto de lo que estaba ocurriendo ahora en Oportuno.

Porque el agente de la destrucción de esta sonda no era ninguna fuerza alienígena y desconocida. Formaba parte de un sistema defensivo humano; un sistema que había sido diseñado, definido y descrito a los habitantes de Oportuno por Cass Leemu, Mel Bradley y Drake Merlin.

No era momento de reunirse de uno en uno ni en parejas. Drake volvía a sentir la presión, las incontables mentes aterradas que clamaban a las puertas de la casa de la playa. Habían guardado silencio cuando se estaban instalando las defensas, confiando ciegamente en que eso resolviera el problema. ¿Acaso era él el único que había anticipado la caída del siguiente sector de la galaxia? Aunque incluso él se había sorprendido cuando las sondas de observación fueron destruidas por las defensas que él mismo había instalado.

Todo su equipo se hallaba reunido en la Sala de Guerra. Guardaban un silencio conmocionado. La escena que Drake había seguido detalladamente en el caso de la primera sonda se había repetido una y otra vez, con miles de variaciones. Los planetas, en apariencia, permanecían intactos e inalterados; pero ninguna sonda había conseguido aterrizar.

Par Leon era el que estaba en peor forma. Eso confirmaba la idea de Drake: la muerte de un clon era perfectamente real, y no solo para el clon. Leon estaba destrozado. Se había visto aniquilado, una y otra vez. Ninguna de sus copias había intentado hacer nada por evitarlo. Cada una de ellas había aceptado su sentencia con resignación. Había sido un error enviar a Leon, y Drake no pensaba cometerlo de nuevo.

Cambió deliberadamente la pared de la Sala de Guerra, de su vista de mundos recién silenciados al antiguo paisaje marino de olas encrespadas.

—Hemos aprendido mucho de esta experiencia. —Su actitud era enérgica y profesional—. Evidentemente, realizaremos un análisis detallado de cada caso, pero quiero que Tom sea el único que se encargue de ello. Los demás tendréis otras tareas. Milton, hemos enfocado este problema desde el punto de vista de la humanidad. No es así. Todas las formas de vida de un mundo silenciado deben de resultar afectadas. Quiero reunirme contigo y repasar todas las formas de vida alienígenas de la galaxia. Quizá averigüemos algo sobre el Shiva.

—Pero pensábamos que el Shiva es originario de fuera de la galaxia.

El Servidor se mostraba tan deferente como siempre, e igual de resuelto. Drake comprendió que Milton sería mejor candidato que Par Leon para embarcarse en futuras sondas. Pero ni siquiera Milton sería ideal. Lo que hacía falta era alguien capaz de jugarse el todo por el todo, alguien dispuesto a asumir el riesgo cuando fuera necesario.

¿Quién?

Drake pospuso esa pregunta.

—Creo que el Shiva se originó fuera de la galaxia —dijo—. Pero aunque no descubramos nada acerca del Shiva en las formas de vida alienígenas, estas podrían sernos útiles de por sí. Leon, quiero que colabores en esto con Milton.

»Melissa, sabemos que lo que intentamos la última vez no ha funcionado. Si queremos frenar la propagación del Shiva, tendremos que saber más sobre cómo lo hacen. ¿Puede viajar su influencia por el espacio abierto, o necesita planetas para hacerlo eficazmente? Nos ayudarás a resolver esa pregunta. Tu misión consiste en crear un cortafuego. —Drake hubo de recurrir a la palabra inglesa—. ¿Sabes lo que es? Una región vacía que atraviese toda la galaxia, rodeando el segmento afectado por el Shiva. Si necesitan planetas, ese vacío debería frenar y obstaculizar su propagación.

Melissa abrió mucho los ojos y meneó la cabeza, dubitativa.

—Haré lo que pueda. Pero ¿te das cuenta del enorme trabajo que supondrá algo así?

—Enorme, sí. Quiero una zona de cuarentena, de al menos veinte años luz de ancho, entre el filo del sector afectado y el mundo colonizado más próximo.

—Quieres trasladar las colonias.

—Quiero más que eso. Quiero trasladar las colonias a un lugar seguro. Pero también quiero un espacio completamente vacío en esa región. Ni planetas, ni estrellas. Ni siquiera nubes de polvo, si podemos evitarlo. Quiero vacío puro y nada más.

—Eso es imposible.

—No lo creo. —Drake se volvió hacia Mel Bradley—. Cass y tú habéis evaluado las cesuras como posibles armas ofensivas. ¿Cuál es el tamaño máximo de los objetos de los que pueden ocuparse?

—En principio, no existen límites. —Mel había sido el último en incorporarse al equipo, pero era una excelente elección. Mientras los demás se encogían con solo pensar en la violencia, él disfrutaba con ella—. Las cesuras parecen alimentarse de su propia actividad —continuó—. Cuanto más les metas, más grandes se harán.

—¿Podrías meter un planeta entero en una?

—¡No! —Pero aquellos ojos iracundos, candentes, brillaban de curiosidad—. Todavía no, al menos. Estamos a varias fases de distancia de algo así. En estos momentos podría meter un pequeño asteroide en una cesura. ¿Quieres meter todo un planeta? A lo mejor, si lo intentamos con tesón…

—Trabaja en ello.

—¿Estrellas también?

—Paso a paso. Cuando llegues al punto en que una cesura pueda engullir todo un planeta, quiero ver una demostración.

—La movilidad será otro problema. Habrá que crear la cesura donde la necesitemos si no queremos tener que trasladar una. Eso no va a ser nada fácil.

—Nada va a ser fácil. Cass te echará una mano. —Drake paseó la mirada alrededor de la mesa—. De acuerdo, creo que esto es todo. Todo el mundo tiene cosas que hacer. Manos a la obra.

Solo que, naturalmente, eso no era todo. Drake lo sabía, aunque fuera el único. Había eludido la pregunta más importante de todas: ¿Quién iba a reemplazar a Par Leon como observador in situ y actor principal en la próxima interacción con el Shiva?

Sabía que se produciría otra interacción. Más aún, esperaba un número incontable de ellas, a lo largo de muchos milenios e incluso muchos eones, antes de que se resolviera el problema (de una forma u otra; quizá terminara cuando el Shiva se adueñara de todos los mundos de la galaxia. Era una opción).

Par Leon no serviría. Puede que algún día aprendiera a observar desapasionadamente, pero en una emergencia nunca sabría cómo actuar sin dirección.

El problema era que Drake ya conocía la respuesta a su propia pregunta. Era obvia, solo había que poner las cartas sobre la mesa: ¿Quién estaría dispuesto a emplear armas? ¿Quién podría jugarse el todo por el todo cuando estuviera justificado hacerlo? ¿Quién tenía más que perder? ¿Quién tenía la motivación necesaria para sobrevivir, más que ningún compuesto?