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El deslizador apareció a lo lejos. Menos de un kilómetro. ¿Dónde estaban los snarks? Necesitaba saberlo.

No lo hagas. Acuérdate del atleta que pierde la carrera por mirar atrás para ver de cuánta ventaja dispone.

Daba igual. Necesitaba saberlo. Se dio la vuelta y vio dos snarks a no más de veinte pasos por detrás de él.

Clavó la vista al frente e hizo un desesperado esfuerzo final. Sabía que no iba a conseguirlo. Solo faltaban otros doscientos metros, pero le haría falta por lo menos un segundo cuando llegara al deslizador. Le llevaría su tiempo entrar de un salto y cerrar la puerta de golpe. Entonces lo atraparían los snarks. Se le echarían encima y lo derribarían en cuanto se detuviera para abrir la puerta del deslizador.

—¡Milton! —Gritó el nombre, sin esperar nada. Le había dicho al Servidor que se quedara con el deslizador. Aunque le oyera, su respuesta llegaría demasiado tarde.

Pero la pequeña esfera rodante apareció de pronto donde se suponía que no debía estar: justo enfrente de él. Trazó un pequeño zigzag de lado para apartarse del camino de Drake y giró para situarse a su espalda. Oyó el golpazo de una fuerte colisión.

El deslizador estaba a una decena de pasos, con la puerta abierta y a la espera. Drake entró de un salto y asió la manilla al mismo tiempo, giró una vez dentro y tiró para encajar la portilla. Se produjo un violento chapoteo cuando algo grande, blando y veloz se estrelló contra el exterior de la puerta.

El sonido se repitió varias veces. Drake se asomó a la ventana del deslizador. Una decena de snarks se abalanzaban en loca sucesión contra la puerta cerrada. El vehículo se mecía con los impactos.

Detrás de ellos, a veinte metros de distancia, otro snark se irguió sobre sus seudópodos traseros. Había experimentado un drástico cambio de forma y tamaño. Medía unos dos metros de alto, hinchado en su parte inferior como una pera gigante. La piel blanca estaba tirante. Ante los ojos de Drake, el pellejo onduló, se agitó e infló. No había ni rastro de Milton.

Drake sabía ahora cuál habría sido su suerte. Si el Servidor no hubiera interceptado a los snarks y llamado su atención, ese bulto enorme sería él. Quizá se debatiera, pero no mucho tiempo.

Treinta segundos después, el abotargado snark abandonó su verticalidad. La rendija seguía cerrada en su ciega cabeza, pero la herida oscura se extendía por momentos. El snark estaba cambiando de forma otra vez. Su sección más ancha se movía de un extremo a otro, rodando como una pelota de grasa de la cola a la cabeza.

La piel blanca se hundía, se hinchaba y sobresalía cada pocos segundos en puntos aislados, aleatoria y erráticamente. Los otros snarks, uno a uno, desistieron de su ataque sobre el deslizador y se replegaron para formar un círculo alrededor de su empachado compañero de manada.

El rostro sin rasgos no podía mostrar expresión alguna, pero los meneos y zarandeos indicaban que el snark estaba pasando un mal trago. Había más ondas de contracción muscular corriendo de adelante atrás por su cuerpo. Al final, despacio, a regañadientes, la rendija de la boca comenzó a alterar su forma. Pasó de ser una sola línea a una elipse estrecha, antes de expandirse rápidamente para convertirse en un orificio redondo de noventa centímetros de diámetro. Se produjo un último ataque de peristalsis. Milton salió a la luz de repente, con la escobilla metálica por delante.

El Servidor estaba cubierto de una mucosidad de color verde oscuro. Milton empezó a rodar para enderezarse, pero antes de completar el movimiento tenía otro snark encima. Sus seudópodos asieron la cabeza de alambre y la atrajeron hacia una boca que no dejaba de ensancharse.

Milton no ofreció resistencia. En cuestión de un minuto el Servidor había sido ingerido, mientras el cuerpo del snark se distendía para acomodar algo más ancho que su dimensión habitual.

Esta vez Drake pudo presenciar todo el proceso. Transcurrieron unos cuatro minutos desde la desaparición de Milton a su renacimiento. Los snarks no se daban fácilmente por vencidos. Otros cinco de ellos intentaron devorar a Milton. Otras cinco ocasiones el Servidor fue tragado y regurgitado, antes de rodar finalmente sin impedimentos lejos del corro de criaturas.

La pequeña figura rodante se dirigió al vehículo, y la cabeza de alambre apuntó a Drake. Déjame entrar. Su mensaje no necesitaba palabras. Pero a lo largo de la última media hora Drake había adquirido un considerable respeto por los snarks.

—Aguarda un momento.

Extendió una trampilla de carga desde la base del vehículo y esperó mientras Milton subía. Cuando el Servidor estuvo en su sitio, Drake los elevó treinta metros en el aire. Eso debería bastar para burlar a los snarks, tanto si saltaban de uno en uno como si trabajaban en equipo. Aun así, apartó el deslizador hacia un lado, sobre el siniestro mar azul, antes de abrir la puerta y permitir que Milton entrara.

El Servidor estaba cubierto de mucosidades de arriba abajo. Milton ofrecía un aspecto repugnante y olía aún peor. Drake no esperó a averiguar qué tramaban ahora los snarks, sino que condujo el deslizador de inmediato hacia la nave principal.

—Espero que hayamos acabado ya con los snarks —dijo Milton. Era la forma que tenía el Servidor de preguntar: «¿Podemos irnos a casa?».

Drake se sentía inclinado a responder que sí. Los humanos necesitaban toda la ayuda que pudieran conseguir para enfrentarse al Shiva, pero la ferocidad ciega no era suficiente. Debía ir acompañada de inteligencia. Los snarks eran astutos y asesinos, pero después de ver cómo se abalanzaban uno tras otro sobre el deslizador, Drake estaba seguro de que actuaban principalmente guiados por el instinto. Sabían cazar en manada, e incluso tender impresionantes trampas a su presa. Pero en la Tierra había un centenar de especies capaces de hacer lo mismo, y ninguna se podía considerar inteligente.

Por otra parte, si esa enorme agresividad de los snarks estuviera acompañada de inteligencia…

Drake, sentado en el deslizador, contempló su robusto cuerpo.

—Quiero intentar otra cosa.

—Está bien. —Milton no suspiró. Los Servidores no suspiraban.

—Cogiste mi ADN somático e incorporaste cambios para dotarme de un cuerpo adecuado a este planeta. ¿De dónde sacaste esos cambios?

—De los códigos genéticos de ciertas formas de vida nativas de este mundo… no, evidentemente, de los snarks.

—De modo que debería ser fácil realizar una pequeña variación en el procedimiento. Utiliza mi material genético. Tenemos un archivo completo de él. En particular, emplea aquellos elementos que configuren mi inteligencia. Mézclalos con el material genético de un snark… y tendremos snarks inteligentes.

Milton recibió esa sugerencia con todo el entusiasmo de un ser que ha sido tragado y vomitado media docena de veces en la última media hora. Transcurridos unos segundos, el Servidor dijo:

—No creo que eso sea posible.

—¿Por qué no? La tecnología requerida es corriente. No será más complicado que ponerme a mí en este cuerpo.

—La tecnología, tal vez. Pero desconocemos el código genético de los snarks.

—Todavía. Pero vamos a averiguarlo todo sobre él.

—¿Cómo?

—Esa es la parte más sencilla. —Drake chasqueó los dedos de su zarpa escamosa—. Mañana regresaremos a los nidos y cazaremos uno.

20

«Cuando se van los semidioses, llegan los dioses»

La síntesis sincarpal supuso toda una sorpresa para Drake. La fusión de materiales genéticos humanos y snark indicaba varios posibles resultados: una oruga de cuatro patas y cola rematada en aguijón capaz de caminar erecta; un cilindro segmentado sin cara pero con pelo y manos; o bien una lombriz humana de ojos brillantes, dotada de decenas de proto-extremidades escamosas y prensiles, con las que coger objetos y caminar.