Solo que esta había sido repatriada, sin previo aviso. Se esperaba que las semillas de Shiva aterrizaran pronto en su mundo. Los compuestos estaban realizando preparativos especiales allí, al igual que en otros cien millones de planetas, y no querían que ningún elemento incontrolado entorpeciera sus planes. Temían que este ser, como los demás que iban a ser recuperados, adoleciera de «graves inestabilidades».
«Experiencia traumática», «estudiar a conciencia», «graves inestabilidades». Términos eufemísticos, asépticos.
¿Acaso no comprendían que cualquiera que hubiera pasado solo un millón de años debía adolecer de alguna inestabilidad? ¿No se daban cuenta de que a Drake no le hacía falta estudiar la copia repatriada, que la comprendía de sobra? Que lo que fuera que regresara de los confines de la galaxia no era una copia. Lo que regresaba era él, Drake Merlin.
Un él diferente, sin duda. Así debía ser, puesto que el remedo habría vivido experiencias únicas. Pero seguía tratándose de Drake, no obstante. Los compuestos tenían razón en una cosa: el Drake reaparecido necesitaba ayuda.
Había pasado tanto tiempo aislado de todos que se había convertido en una costumbre adquirida. Pero ¿cómo podría aislarse de sí mismo?
No podía.
De modo que, al final, Drake Merlin iba a entrar a formar parte de un compuesto. Este, sin embargo, iba a ser un compuesto de excepción: cada uno de sus elementos sería, a su vez, Drake.
No se imaginaba cómo saldría todo aquello. Los yoes reaparecidos habían estado dispersos por el tiempo y el espacio. Hacía mucho que había perdido la cuenta de sus copias. Algunas serían versiones mutiladas o incompletas de un Drake Merlin entero; algunas estarían totalmente desquiciadas, sin lugar a dudas. Puede que desequilibraran el conjunto.
Daba igual lo que ocurriera a la larga: al principio iba a ser un caos. Cada uno de él, sin excepción, sería distinto. El tiempo y la experiencia producen cambios de forma, de perspectiva y aun de percepción propia.
Su trabajo consistiría en comprender, asimilar y, en última instancia —si podía—, integrar cada una de las partes en un solo ser.
¿Cómo? No tenía la menor idea.
Pidió a Ana que le diera fuerzas.
25
La primera vez es la más difícil.
Drake se lo repetía constantemente e intentaba convencerse de ello. Su remedo estaba dormido cuando lo sacaron de sus ochocientos mil años de aislamiento. Lucía aún la forma ofidia que se consideraba más adecuada para la superficie de Mantoverde.
Drake se enfrentaba a su primera decisión: ¿Debería transferir la mente de su otro yo a un continente electrónico, antes de iniciar la interacción? La técnica necesaria era pura rutina, y sin duda la transferencia de información resultaría más fácil y rápida en formato electrónico. Pero ¿añadiría ese cambio una impresión adicional que hiciera el despertar más intolerable para el remedo?
Sería mejor hacerlo al revés, al menos para la primera reunión. La descarga y fusión electrónicas vendrían después. Drake dispuso su transferencia a la misma forma ofidia. Cuando despertó, ocupaba el cuerpo de un animal sin patas, con alas vestigiales en los costados y un triplete de tentáculos prensiles en su chata cabeza.
Dio la señal para despertar al otro y se preguntó: ¿Cómo lo voy a llamar, cuando quiera distinguirlo de mí en mi cabeza?
De nuevo, la respuesta era evidente. Si quiero que sufra una impresión mínima, tendrá que ser Drake Merlin. Si alguien debe cambiar de nombre, seré yo.
Unos ojos verdes y rasgados se abrieron para clavarse en él.
—Hola. —El saludo se produjo en forma de una complicada ondulación de las tres probóscides flexibles.
El otro Drake lo miró con curiosidad pero no dijo nada. Estaba seguro de saber por qué. Drake Dos estaba pensando: ¿Ha sucumbido el planeta ante los Shiva? ¿Será esta alguna manifestación de ellos, diseñada para engañarme y destruirme?
—Drake, no te fíes de las apariencias. Vuelves a estar entre humanos. Te hemos repatriado antes de que el Shiva llegara a tu planeta.
Se produjo una larga pausa pensativa. La respuesta, cuando llegó, no era exactamente la que él habría dado. El aislamiento del remedo había ocasionado cambios.
—¿Quién eres?
—Soy tú. Otra versión tuya.
—Demuéstralo. Dime algo que no sepa nadie más en el universo. Algo sobre mí que solo yo pueda saber.
Que solo yo pueda saber. Tardó unos segundos en dar con ello.
—Nuestro profesor se llamaba Bonvissuto.
—Lo que sabemos yo y todos los bancos de datos.
—Claro. El segundo año que estudiamos con él, nos apuntó a un torneo estatal. Ganamos, principalmente porque gran parte de la competición consistía en improvisar sobre un tema en concreto.
—Lo que también está registrado, supongo, en los mismos bancos de datos. —Drake Dos debía de intuir adónde conducía esto, pero sus sinuosos tentáculos permanecían inescrutables.
—Solo que nosotros no improvisamos en absoluto. Cuando desayunamos en un hotel próximo a la sala de conciertos aquella mañana antes de la competición, nos dieron una mesa que aún no estaba recogida. El comensal anterior había garabateado una serie de notas en una servilleta, antes de tacharlas. Nos fijamos en la última, porque tenía las mismas tres notas ascendentes en sol menor que inician el tercer movimiento de la Cuadragésima Sinfonía de Mozart, y además el tercer movimiento de la Quinta Sinfonía de Schubert. Empezamos a darle vueltas a lo que podríamos hacer con el tema y nos pasamos el resto del día garabateando ideas.
»Cuando el juez nos ofreció el tema sobre el que debíamos improvisar, supimos quién había ocupado aquella mesa antes que nosotros. Naturalmente, hicimos un trabajo espectacular e impresionamos a todo el mundo. Sabíamos que habíamos hecho trampa, pero no se lo dijimos a nadie…, ni siquiera a Ana.
Drake Dos estaba indicando su acuerdo.
—Me has convencido. ¿Y ahora qué? ¿Por qué me han traído de vuelta? —Y luego, con una contorsión de cómico desconcierto que Drake comprendió a la perfección—. Yo me llamo Drake… pero ¿cómo debo llamarte a ti?
—Llámame Walter, si te apetece. Ya sabes cómo detestamos el nombre que nos pusieron. Tengo que ponerte al día de lo ocurrido. Ha habido grandes cambios; principalmente para bien, pero también hay malas noticias.
Perfiló el avance en la comprensión del Shiva, y el efecto que tendría en la necesidad de Drake Merlin por parte de la sociedad. Al final de la explicación, su otro yo hizo un gesto de torvo asentimiento.
—Si ya no te necesitan, yo estoy en la misma situación. Igual que todas nuestras versiones. Somos peligrosos atavismos… hasta la próxima vez que la galaxia nos necesite.
—Lo que quizá no ocurra nunca. —Observó a su yo. Dadas sus experiencias, era reconfortantemente normal. Eso ya lo sabía, puesto que las respuestas eran parecidas a sus propias respuestas. Lo que sugería otro paso—. Habrá incontables miles de millones como nosotros, que regresarán de su servicio más allá de las estrellas. No todos serán tan equilibrados como tú. Aun así, se les debe dar la bienvenida, proporcionar explicaciones y restaurar a sus funciones normales lo antes posible. ¿Me ayudarás?
Si Drake era en verdad Drake, la respuesta no podría ser otra.